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SEGUNDO DEBUT

La ópera de Manaos, el más espectacular teatro de todos los tiempos, reabre sus puertas.

20 de noviembre de 1989

El más fantástico y absurdo experimento musical (no por el echo en si mismo sino por el entorno y la época en que fue concebido) fue la construcción del teatro de Manaos, en la selva amazónica, en pleno auge de la fiebre del caucho.
Este escenario, que ha vivido cuatro cierres prolongados a lo largo de su historia, después de casi 60 años de estar prácticamente fuera de servicio, acaba de abrir de nuevo sus puertas al público. Se requirieron varios meses para restaurarlo, y para la reinauguración en este 1989 fueron invitados el gran tenor italiano Carlo Bergonzi la soprano Stefka Evstatieva, la Orquesta Sinfónica del Brasil y coros de la misma ciudad, quienes interpretaron en versión de concierto la ópera "Baile de máscaras", de Giuseppe Verdi.

La historia de este espacio lírico se remonta a 1884 cuando empezó a ser construido. Tras doce años de trabajos y costos archimillonarios abrió sus puertas a los aficionados con la ópera "La Gioconda", de Amilcare Ponchielli, a cargo de una compañia italiana.

El lujoso teatro, con capacidad para 900 espectadores, en nada desmerecía en su época a los mejores de Europa. Quienes concibieron el proyecto se propusieron darle a la sala todos los lujos imaginables. La construcción muestra en su fachada un estilo neoclásico franco italiano. Suelos y escaleras en fino mármol de Carrara. Candelabros y espejos llevados de Venecia. De Marsella fueron transportadas lozas y tejas esmaltadas para la decoración de los techos. Los vitrales fueron mandados a hacer en la misma ciudad francesa, y la estructura de hierro fue pre-ensamblada en Glasgow. Las lámparas fueron encargadas a los célebres almacenes de los hermanos Koch, en París, y la cúpula que mostraba la bandera nacional fue revestida con escamas, pieza úníca de fabricación alsaciana.

Varias obras alcanzaron a ser presentadas en la primera etapa de vida del teatro--que duró once años--, la mayoría a cargo de compañías españolas, francesas e italianas, pero la llegada de Henry Alexander Wiekhaw puso fin a tanto derroche. Wiekhaw comerciante de alto vuelo, considero injusto que un solo país en el mundo y un puñado de hombres en la inhóspita América del Sur se beneficiaran de los jugosos dividendos que producía esa exótica planta de la cual manaba un precioso líquido, que los nativos bautizaron "kau utschu" y que los franceses, los descubridores del árbol con Charles Marie de la Condomine a la cabeza, llamaron "cautchouc". En asocio con el gobierno británico, Wiekhaw clandestinamente sacó miles de semillas que fueron llevadas a Malasia para ser plantadas, y a partir de ese momento comenzo a declinar la venta de caucho en el Brasil. La región de Manaos, después de vivir días de gloria, paso a sufrir penurias económicas que de inmediato se trasladaron al teatro, el cual tuvo que cerrar sus puertas.

Si algo ha producido este escenario ubicado en el llamado "infierno verde" son mitos y leyendas a granel. La primera de ellas relacionada con la categoría de artistas que se dice pasaron por allí. El historiador brasileño Mario Ipiranga Monteiro, tras años de investigaciones consultando libros, archivos, periódicos y documentos de la época, aclara hoy que el gran, tenor italiano Enrico Caruso, que hiciera parte de la leyenda del teatro, jamás pisó este escenario. El paso de este artista, como el de muchos otros, hace parte de la febril imaginación de aquellos que quisieron colocar al coliseo en primer plano en el mundo.

La construcción del teatro fue un acto delirante y el dinero que alcanzó a ver la región fue estímulo para que la gente de Manaos llevara una vida de arribismo indigesto. Todo se importaba en aquellas épocas. Los automóviles que transitaban por las espaciosas avenidas eran los últimos modelos producidos en Italia. Las prendas de vestir eran importadas de Europa, y se cuenta que los excesos llegaban a tales extremos, que los hombres del alto mundillo social hacían traer sus camisas de Londres y París, y los cuellos y puños los mandaban a lavar a Lisboa. Un derroche que duró hasta que llegó la catástrofe económica y con ello se derrumbó no sólo un sistema de vida totalmente artificial, sino la actividad artística del teatro que tuvo que cerrar por falta de presupuesto.

Los años pasaron y en tres oportunidades se intentó revivir el escenario (1929, 1962, 1974), para lo cual fue necesario hacerle las correspondientes restauraciones, pues las inclemencias del clima y la fauna tropical fueron arruinando hasta las estructuras mismas de la construcción.

Ahora el teatro del Amazonas en Manaos, gracias al empuje y el dinero de un grupo de hombres de empresa está de nuevo en pie. Para ello fue necesario colocar todo en su sitio, comenzando por las vigas que sostenían la edificación que habian sido devoradas por el comején. La silletería fue tapizada en fino terciopelo como el original. La cúpula debió ser restaurada, y los vitrales completados.
La fachada, en granito color rosa, recobró su aspecto original, y así el teatro del Amazonas, sin duda el más fantástico de cuantos han sido levantados en el mundo ha vuelto a recobrar la imagen de sus épocas de esplendor.
Según los nuevos organizadores acaba de ser creada una fundación integrada por ricos hombres de industria de Manaos, quienes se encargaron de mantener por seis meses en el año espectáculos de importancia en el escenario.

Fernando Bicudo, director artístico y musical de la sala, trabajará las producciones operáticas y sinfónicas con una orquesta que ya se está conformando. Pretende el músico organizar vuelos charter Nueva York-Manaos para cada noche de estreno y la ciudad de Manaos, con un millón doscientos mil habitantes, sueña nuevamente con su teatro que tantas horas de gloria deparó a los buenos aficionados de comienzos de siglo.-
María Teresa del Castillo