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Señales

El director de 'El sexto sentido' comprueba en su nueva película que es un pésimo guionista.

Ricardo Silva Romero
19 de julio de 2002

Director: M. Night-Shamalyan
Protagonistas: Mel Gibson, Joaquin Phoenix, Rory Culkin, Abigail Breslin, Cherry Jones

Lo mejor seria no esperar nada de Señales. O dejarse sugestionar por la contundencia de su campaña publicitaria, por los forzados apodos de su director, M. Night-Shamalyan -a quien llaman, según convenga, "el nuevo Spielberg" o "el nuevo Hitchcock"-, o por el buen recuerdo de su primera gran obra, El sexto sentido, que aún hoy, a pesar de sus pequeñas trampas, resulta un modelo de construcción dramática. Lo mejor sería no esperar nada, sí, pero el comienzo está tan bien filmado y los personajes se perfilan con tanto cuidado, que cualquiera cae en la tentación de pensar que va a ser una gran película. Y no, no lo es.

Nos presenta, en una suma de planos brillantes, a la familia Hess: el padre, Graham, es un sacerdote que ha dejado de creer en Dios desde la horrible muerte de su esposa; el tío, Merrill, es un beisbolista que se ha retirado para ayudarle a su hermano con los cultivos de maíz; el hijo mayor, Morgan, sufre de asma y cree que no estamos solos en el universo; la hija menor, Bo, deja todos los vasos de agua sin terminar porque quizás estén contaminados. Algo muy grave les está sucediendo: no duermen bien, los perros le ladran a la nada y los monstruos se aparecen cada vez más en las noches de los niños.

Muy pronto sabemos la verdad: los extraterrestres, con sus naves de siempre y sus señales de navegación, han invadido el mundo. Y la conmovedora familia Hess, encerrada en una pequeña granja, defenderá su territorio de los invasores, limará cada una de las asperezas del pasado y pondrá a prueba su fe. Cualquier espectador de bien, que se ría un poco del debut cinematográfico de Britney Spears y lamente con sinceridad el punto de partida de 40 días y 40 noches, podría imaginarlo: el miedo es sólo una prueba para ellos, una oportunidad para restaurar sus emociones.

Por eso, porque todo ocurre para que los Hess se rediman, Shamalyan, en su sabiduría como director, se resiste a salir de esa granja y, en vez de mostrar pomposos discursos presidenciales o afanosas imágenes de los noticieros del mundo, se dedica a observar los pequeños detalles de la historia: el walkie-talkie para niños, la cruz que estuvo en la pared, las imágenes del libro sobre extraterrestres. ¿Por qué, entonces, si es una obra llena de las ideas de un buen realizador, podemos decir que Señales es decepcionante?

Spielberg y Hitchcock, poco propensos a las palabras, lo dirían: un buen director no es, necesariamente, un buen escritor. Y Shamalyan, aunque se atreve a centrarse en los personajes, tiende a cargar sus guiones de sicología de bolsillo y misticismo del nuevo milenio y a resolverlos con soluciones tan forzadas que producen vergüenza ajena. No sería justo contar las que se le han ocurrido esta vez. Pero quien haya sospechado del superhéroe y el villano de El protegido, el anterior esfuerzo del autor, se quedará de nuevo sin palabras.