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SENSACIONES

Hasta el fin de mes se presentarán en la galería El Museo de Bogotá los trabajos recientes de Carlos Salas Silva y de Luis Fernando Roldán.

11 de diciembre de 1995

EN LA DECADA PAsada, en forma paralela a la crisis de valores y a la desesperanza que le significó al país el recrudecimiento de la violencia, la vida artística presenció cambios importantes. Una generación joven se abrió paso a través de nuevos espacios, con los cuales, se amplió definitivamente el panorama de la creación plástica y se enfatizó la inserción de códigos contemporáneos, así como la necesidad de revisar, desde posiciones diversas, planteamientos que ya hacían parte de la historia moderna.
Fueron muchas las propuestas. Desde las que se unieron a reafirmar la figuración y la pintura, apoyadas en el aliento que a ellas brindaron la transvanguardia italiana y el neoexpresionismo alemán, hasta las que exploraron nuevas posibilidades para el conceptualismo y la introducción de otros medios que involucraran los avances tecnológicos. Los virajes que produjeron marcaron el período y determinaron las premisas del momento actual, en el cual son definitivos el constante pulso al joven arte y la capacidad de reflexión hacia los rumbos que puede asumir en un período de redefiniciones e incertidumbres.
No obstante, como necesariamente sucede, la confrontación desde entonces hasta el presente ha conformado una selección de artistas que afirman la significación de todo ese proceso. Entre ellos se encuentran Luis Fernando Roldán y Carlos Salas Silva, dos pintores que en la actualidad exponen en forma individual en la galería El Museo de Bogotá. Sus obras evidencian distintas alternativas, a pesar de las coincidencias de trabajar con lenguajes abstractos y de insistir en la indagación de la pintura, así como de contraargumentar con ella los cuestionamientos que le han señalado un final. Posición que encuentra una forma de expresarse más directa en la obra de Luis Fernando Roldán, quien en su reflexión ha subrayado a la pintura como expresión autónoma inagotable.
Sus obras actuales, aunque admiten influencias del expresionismo abstracto norteamericano y de paisajistas como Andrés de Santamaría, son las conclusiones a que lo han conducido 15 años de trabajo, en los que ha ido estructurando un entendimiento del por qué del arte, al tiempo que ha ganado una conciencia hacia su entorno y sobre la necesidad de ofrecer un espacio para meditarlo. A través de composiciones caóticas, desestructuradas, elaboradas a partir de los materiales de desecho del taller, ha entrado a dialogar con su proceso anterior, y a exigirle a todo el bagaje acumulado una respuesta actual. La pintura, según ha dicho, renace en ella misma, continuamente se autodestruye y se cuestiona para volver a afirmarse. Entenderlo así implica un detenimiento, crear el espacio mental y la disposición que lo permita. "Pinto para el que tiene tiempo de contemplar un paisaje, esa persona posee la actitud con la que se logra penetrar una propuesta artística y comprender que en ella hay además de un discurso sobre la plástica una serie de vivencias y emociones así como de planteamientos y reflexiones que un artista comunica a partir de una experiencia estética".
También en la obra de Carlos Salas Silva se hace presente una carga vivencial y sensitiva. Los trabajos presentes en la muestra de la galería El Museo surgieron de la acomodación a un nuevo taller y del proceso de apropiación que tuvo en él, y en ese sentido han tomado alguna distancia del aspecto lógico o racional que hacía fuerte énfasis en proyectos anteriores.
Las obras últimas registran la experiencia cotidiana que constituyó para él la adecuación de su sitio de trabajo, el lugar donde fabrica sus obras, entendido como el espacio que captura la atmósfera cargada de sus emociones, ideas y especulaciones. Toda la vivencia diaria que ello significó fue quedando grabada en una serie que a manera de calendario ordenó con las letras del alfabeto. Ellas encierran en ese pretexto creativo que supone pensar en el espacio del artista, su reflexión sobre el contexto cultural en que desarrolla su trabajo, las posibilidades de diálogo e interacción que plantea con otros campos como la filosofía o las matemáticas y sobre el deber que tienen las obras de un artista en medios como el colombiano de abordar y completar los vacíos o carencias que representan la ausencia de una tradición para la expresión en el arte contemporáneo.-