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Sin frases de cajón

‘El Universo en caja’ revisa sin prejuicios a obra de Bernardo Salcedo.

23 de abril de 2001

Bernardo Salcedo llego al arte por casualidad. Estudiante sobresaliente de la facultad de arquitectura de la Universidad Nacional y fanático del cine, a él siempre le interesó unir objetos entre sí. Como le sobraban

grandes cantidades de base blanca con las que fabricaba las maquetas de casas y edificios comenzó a armar sus cajas.

“La arquitectura me pareció aburridísima. Qué tal yo, con secretaria y todo eso, pendiente de los archivos, de los planos. Qué tal que a uno se le caiga un edificio. Es una responsabilidad que no vale la pena asumir”. Y así, lo que comenzó como un hobby terminó consagrándolo como uno de los artistas nacionales más destacados y originales del siglo XX, pionero en Colombia del pop y del llamado arte conceptual, denominación que le molesta: “Prefiero hablar de instalaciones o intervenciones”. Una obra que puso en aprietos a curadores de bienales y salones de arte que rechazaban sus obras porque no las podían clasificar en las categorías tradicionales de pintura o escultura.

Han pasado 35 años y Salcedo aún sigue fascinado con los objetos que utiliza en sus ensamblajes. Los busca con fervor. En Bogotá, en Budapest (donde vivió cuatro años y se convirtió en el mejor cliente del mercado de las pulgas de la ciudad), en Viena, París, Zurich, donde sea.

Vive en el campo, cerca de Subachoque y lejos del agite de la ciudad, pero todavía le gasta buena parte de su tiempo a recorrer en su camioneta los sitios de Bogotá, donde ha conseguido la materia prima de su obra: la Feria del Juguete (cuando ésta se organizaba para Navidad en la calle 19), la Fábrica Nacional de Muñecos, la Ferretería Vergara, una calle abajo de la del Cartucho, donde consigue herramientas usadas; fábricas de trofeos deportivos, mercados de pulgas, viejos archivos fotográficos, anticuarios… “Yo lo que hago es mirar y mirar, porque la función del artista es mirar y ver qué puede hacer, qué se puede aprovechar”.

Mirar, aprovechar y hacer. De la misma manera que en sus épocas de arquitecto aprovechó las bases blancas para iniciar su carrera artística, Salcedo ha sacado gran provecho de hallazgos similares a lo largo del tiempo. Su experiencia en arquitectura y diseño se vio reflejada en el manejo espacial de sus cajas y en algunas de sus obras, en las que predominan llamativos letreros. Los objetos que adquirió en diversos mercados de las pulgas europeos a finales de los 70 fueron la materia prima para su serie Las cosas nuevas. Las viejas fotografías de su padre, el médico Jorge Salcedo Salgar, le sirvieron de base para la serie de ensamblajes titulada Señales particulares. Su serie Aserrando el agua nació cuando vio en la entrada de una ferretería unas enormes hojas de serrucho enrolladas que le recordaron las olas y en los trofeos deportivos descubrió las figuras que a veces nadan en sus océanos de hojalata.

Esa mirada particular a los objetos de la vida cotidiana y su aproximación al arte desde afuera de la academia (Salcedo es un artista autodidacta) han ayudado a crear su leyenda de irreverente e iconoclasta. Sin embargo él considera que esa imagen ha nacido de lo que la gente lee acerca de su obra y no de lo que ven en ella. “Mi arte no es polémico sino que lo venden como polémico”. Detesta que le digan que es un humorista. “En mi obra no hay humor sino escepticismo, realismo. El humor está en ‘Sábados Felices. También molesta mucho lo de los títulos de las obras porque siempre me dicen: ‘Lo mejor que tú haces son los títulos. ¿Qué título tienes? Pónle un título’. Me encantaría no ponerle título a ninguna de mis obras”.

Por eso esta exposición es una muy buena oportunidad para darle una nueva mirada objetiva, sin prejuicios y retrospectiva a su obra. ¿Retrospectiva? “La sola palabra me hace salir corriendo. Es como el embalsamiento. Es peligrosísima y yo no siento que esta sea una retrospectiva. Prefiero pensar que es una revisión”.