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SOBRE ESTA PIEDRA

Gracias al trabajo de dos estudiantes de arquitectura, la ladrillera El Tejar tiene una segunda oportunidad.

10 de octubre de 1988

En un rasgo notable de sensibilidad urbana y arquitectónica, las directivas de la Caja de la Vivienda Popular de Bogotá decidieron incorporar en uno de sus proyecto de vivienda próximo a realizarse, una de las viejas estructuras de la ladrillera El Tejar, la que produjo el material básico para sus construcciones desde su fundación en 1942. La estructura, situada en el barrio San Cristóbal, servirá para alojar algunos de los servicios comunitarios que la nueva unidad de vivienda y el sector necesitan.
Con este gesto se salva una obra que, a pesar de no ser considerada como "monumento" nacional o histórico, posee cualidades arquitectónicas interesantes: un tamaño considerable una estructura de madera bastante elaborada que alcanza cuatro pisos de altura y una fuerte presencia en el sector de cuya memoria forma parte.

Cabe anotar que el interés de la Caja de la Vivienda Popular por conservar esta estructura se estimuló gracias a la labor de los estudiantes de arquitectura Ricardo Lombana de la Universidad Nacional y Alfonso Tamayo de la Universidad de los Andes de Bogotá, quienes en forma independiente decidieron proponer como tema de estudio la recuperación de la vieja ladrillera. Las respectivas tesis de grado, recientemente presentadas fueron enfocadas de manera diferente en cuanto al uso asignado a las edificaciones existentes y en cuanto a la consideración de las determinantes dadas por el proyecto de la Caja de Vivienda Popular. La tésis del estudiante de Los Andes asumió directamente esta determinante y propuso la instalación de un Centro del Servicio Nacional de Aprendizaje, junto con servicios comunitarios, dentro del marco dado por el proyecto existente.
La estructura recuperada sirve como puerta de entrada al conjunto de vivienda y conserva los parámetros existentes en una de las esquinas del lote. Los resultados de estas tesis fueron altamente satisfactorios y merecieron especial reconocimiento en sus facultades correspondientes.

Es de destacar en este proceso la apertura de la entidad distrital hacia las inquietudes generadas en el seno de las universidades, la que debidamente aprovechada beneficia a la ciudad, al sector y a la arquitectura misma. Este tipo de apertura otorga sentido al hecho de que en las facultades de arquitectura se generen ideas y propuestas que puedan afectar favorablemente la vida de las comunidades. Si este caso se diera con mayor frecuencia, la tan predicada vinculación de las universidades con los problemas del país se podría dar de manera directa, canalizando así la espontaneidad y el desinterés del espíritu estudiantil que en su mejor expresión posee todavía optimismo y espíritu de cambio. Estas cualidades del mundo universitario contrastan con la esclerosis que actualmente aqueja a una buena parte del sector profesional, orientada principalmente a la defensa de intereses particulares y a la búsqueda de ganancias y reconocimientos y de la cual quedan tan sólo ejemplos que lamentar. --