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SUEÑOS DE SEDUCTOR

Peter Sellars escandaliza con el montaje de un Don Juan del siglo XX.

8 de enero de 1990

Peter Sellars, l'enfant terrible de la dirección escénica norteamericana, acaba de presentarle una verdadera bomba a los franceses: sus producciones de las óperas " Don Giovanni" y "Las bodas de Figaro", de Mozart, en versiones que vistas en Estados Unidos fueron calificadas de geniales, pero definitivamente irreverentes e iconoclastas.
Hace pocos días presentó la primera de ellas, donde el seductor protagonista y su servil criado, "Leporello", fueron representados por un par de mellizos negros, rigurosamente idénticos, quienes trajeados con sucios bluyines y chompas de cuero ("pinta" salida de los bajos fondos del Bronx neoyorquino,) violaban a las doncellas conquistadas bajo los efectos de buenas dosis de heroína. Y en la fiesta, por ejemplo, Don Giovanni salió a atender a sus invitados apenas con medias y calzoncillos. Sin duda alguna una provocación, donde los aficionados más ortodoxos acabaron rasgándose las vestiduras, pero Sellars ya conoce bien esas reacciones y no parece inmutarse. Según su criterio, la ópera debe estar ubicada en el mundo contemporáneo. Debe ser una vivencia con realismo, y no un laxativo donde cantantes obesos y sin carisma entran a escena como un barco fondeando una bahía, que luego se estaciona sobre las aguas a cantar. Mozart, dice Sellars, escribió arias que fácilmente pueden abarcar 500 notas musicales y cada una de ellas lleva un mensaje y su propia carga emocional, que debe ser comunicada al público con gestos y acciones convincentes. Para ello, Sellars aplica a su grupo de trabajo una disciplina basada en el gesto, que experimentó en el Teatro Nacional de Sordos, donde los alumnos necesariamente debían comunicarse por signos.

Y aunque menos atrevida, la trama de " Las bodas de Fígaro" la sitúa Sellars en un lujoso piso de la "Trump Tower", en pleno centro de Manhattan, donde el conde y la condesa son una pareja de yuppies. Los criados, Susana y Figaro, hacen su trabajo en la lavanderia y el joven Querubino es un jugador de jockey.

Diplomado en la Phillips Academy y en la Universidad de Harvard, Peter Sellars complementó sus estudios de teatro en la India, la China y el Japón. Trabajó como director de la Boston Shakespeare Company, de allí pasó a director del American National Theater, en el Kennedy Center de Washington, y siguió a los festivales de Los Angeles. Saltó a la escena operática y de paso a la fama por su trabajo escénico para el estreno mundial de la ópera "Nixon en China", de John Adams, y hoy, a los 33 años, este joven nacido en Pittsburg se destaca como uno de los más osados y originales directores de escena contemporáneos. Por doquier recibe invitaciones para trabajar pero, inconforme y rebelde, ha dicho que poco o nada le interesan escenarios como el Metropolitan de Nueva York, donde todo huele a moho. No se caracteriza propiamente este artista por un comportamiento ceñido a normas convencionales. De apariencia punk, vestir despreocupado, insorportables tics y un sentido del humor cáustico, a sí mismo se juzga como una personalidad eminentemente conservadora y en su trabajo profundamente respetuoso de los autores y las obras que interpreta. Poco importa si a Don Giovanni lo ubica en Harlem o a la condesa de "Las bodas de Fígaro" en la quinta avenida de Nueva York.

Por el momento la crítica no se ha puesto de acuerdo en su opinión sobre el Don Juan de Seliars. Mientras Le Figaró la tildó de herejía, Liberation a consideró todo un acontecimiento.

Viena se reserva la producción de Cosi fan tutte, en exclusividad europea, para presentarla en 1991, año en que el mundo conmemorará con toda a pompa y reverencia el segundo centenario de la muerte del compositor.
Lo anterior permite juzgar que la genialidad del norteamericano va más allá de sus atrevidos y escandalosos nontajes. -