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Muere Hernando Salcedo Silva, uno de los padres del cine clubismo colombiano

23 de febrero de 1987

Era una de sus fotografías favoritas. En medio de miles y miles de fotos, afiches, programas de matiné, boletas incompletas, cartas, recortes, traducciones, discos, grabaciones, películas en cine y video, en medio de esa colección que le permitía saber sin arrogancia ni pose artificial por qué los colombianos siguen prefiriendo las patadas de Charles Bronson, Hernando Salcedo Silva tenía esa foto, una de sus favoritas: había sido tomada en los jardines del Hotel Caribe en Cartagena, a pleno sol, y aparecía caminando y hablando con Joseph von Stenberg, uno de sus directores más admirados. Hablaban de Marlene Dietrich, del cine alemán, de la guerra y de ese Hollywood que uno y otro conocían bien.
Lo mismo que Guillermo Cabrera Infante, con quien mantenía una estrecha relación, Salcedo Silva sólo respiraba y se sentía cómodo y tranquilo cuando estaba sumergido en la oscuridad de pecera de un cine, repitiendo los clásicos mudos o contemplando por vigésima vez, el momento en que Bogart descubre que no puede quedarse con la mujer del otro.
Después de tantas películas, después de tantos libros devorados, después de tantas revistas traducidas, después de tantos comentarios expresados por escrito o por la radio o por la televisión, había llegado a esa ubicación casi mágica en que era consultado por los más jóvenes, en que parecía saberlo todo sobre el cine colombiano, en que cada vez escribia más corto porque necesitaba de menos palabras, en que la arrogancia y la exhibición ya no tenían cabida alguna.
Le decían el "Padre", como un reconocimiento tácito a su trabajo, que había comenzado prácticamente cuando, siendo un niño, comenzó a coleccionar todo cuanto encontraba sobre cine. Hasta cuando un día, Gabriel García Márquez le cedió la columna que escribía en El Espectador para que el otro dijera lo que significaba la desaparición del director Robert Flaherty.
Y esa colección de materiales relacionados con el cine, después se amplió a un mundo que tambien llegó a conocer como pocos, el de las tiras cómicas, llegando a adquirir auténticos tesoros, y al lado de las películas y los monos, hizo expresa su obsesión con la música norteamericana, especialmente con el jazz sobre el cual durante muchos años hizo un programa en la Radio Nacional.
Y lo mismo que Cabrera Infante y preocupado por la escasez del buen cine en los años cuarenta, fundó con Luis Vicens el primer cine club de este país, que se llamó así, precisamente, Cine Club de Colombia. Después, Alvaro Cepeda Samudio organizaría el del Centro Artístico en Barranquilla.
Comenzó entonces una de las labores más significativas de su larga y fructífera carrera de crítico, escritor y ensayista: el rescate de las obras maestras que los distribuidores implacables ya habían condenado al fuego. Era familiar su figura, con sus lentes gruesos y sus zapatos grandes y su chaqueta contra el frío, hablando con su tono paternal con los gerentes para que no quemaran una película de Chaplin o Rosi. Así llegó a acumular títulos que ahora los espectadores más jóvenes pueden mirar, restaurados, en los distintos cine clubes. Autor de guiones y un libro que reúne parte de su obra, consejero y buen amigo, Hernando Salcedo sigue ahora mirando sus películas desde el lado del proyeccionista.-