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A TOCAR CON PARTITURA

Con el comienzo de los Fondos Mixtos y de la descentralización definitiva, es probable que 1994 sea el año de Colcultura

7 de febrero de 1994

EL TEMOR DE QUE TODA LA POLITICA cultural realizada por Ramiro Osorio se viniera abajo surgió el mismo día en que el dirigente cultural aceptó la embajada de Colombia en México.
Todo indicaba que la salida de Osorio era una locura en esos momentos, pero el mismo Juan Luis Mejía, nuevo director del Instituto, se encargó de disipar temores al aclarar a la prensa que su política era continuar con el Plan Nacional de Cultura diseñado en 1992 y preparado prácticamente durante todo 1993.
SEMANA dialogó con el actual director del Instituto Colombiano de Cultura (Colcultura) para saber en qué anda todo ese proceso de renovación institucional.

SEMANA: La administración pasada dejó lista la base para que la descentralización comience a funcionar este año. De acuerdo con esto, ¿será 1994 el año de Colcultura?

JUAN LUIS MEJIA: La cultura es un proceso y la función del Instituto es desatarlo. Muchos de esos procesos no se cumplen en un año. Pero lo cierto es que en 1994 se inician actividades trascendentales. Por un lado, es probable que se conformen la totalidad de los Consejos Regionales de la Cultura, una idea que había surgido hace 10 años pero que fracasó por falta de iniciativa y de financiación. Por fortuna, hoy Colcultura cuenta con un presupuesto decente (3 mil millones de pesos) y ha diseñado la figura de los Fondos Mixtos para que cada departamento y cada municipio autofinancie el desarrollo cultural de su región. En este momento funciona uno en Santander, uno en Quindío y otro en Huila, donde ya se han logrado reunir, con apoyo de la empresa privada, cerca de 900 millones de pesos. En abril tienen que estar listos los otros 30, para cubrir la totalidad del país.

SEMANA: ¿En qué consisten estos fondos?

J.L.M.: Colcultura aporta 100 millones de pesos a la región, y la gobernación aporta otros 100, más los montos que consiga a través de la empresa privada, cuyos aportes reciben el ciento por ciento de exención tributaria. Estos fondos son controlados por los Consejos Regionales destinados para tal fin. Se trata de financiar proyectos concretos aprobados por el Consejo y no ideas etéreas, con la ventaja de que por primera vez la iniciativa tiene que surgir de la región y no del gobierno central.

SEMANA: En este sentido, ¿no se corre el riesgo de que la política cultural quede atomizada en pequeños y frágiles intentos regionales?

J.L.M.: Al respecto hay que aclarar dos cosas: la primera es que la descentralización no es un invento caprichoso del gobierno, sino la con secuencia de un proceso natural en varios campos -incluida la cultura- que viene viviendo el país. Las regiones se han consolidado de tal forma que el proceso de descentralización no ocurre del centro hacia afuera, sino de los polos hacia el centro. La administración actual lo único que ha hecho es responder a este fenómeno, mediante la adopción de ciertos parámetros que permitan un desarrollo cultural sostenido. Los colombianos siempre hemos tocado al oído. Ahora tenemos que aprender a tocar con partitura.
En segundo lugar, hay que acabar con la expresión de marras de que "hay que llevar cultura al pueblo", cuando es el pueblo el que hace la cultura. A principios de siglo se hizo una división entre la cultura de élite -es decir, las bellas artes, la música clásica, la ópera y el teatro- y la cultura folclórica, catalogada ésta de artesanía. Las dos son expresiones igualmente auténticas. El propósito de Colcultura es profesionalizar el folclor regional, que representa la expresión cultural más antigua de Colombia. Claro, existe riesgo de que no se cumpla, pero es un riesgo que hay que correr, creando conciencia sobre la responsabilidad de cada región en todo el proceso.

SEMANA: Hay quienes piensan que el teatro fue el principal favorecido en el Plan Nacional de Cultura, y que otros campos, como las bellas artes, quedaron desamparados. ¿Qué hay de cierto en todo esto?

J.L.M.: Hace algunos años se decía que el teatro era la Cenicienta de la cultura en el país. Ahora se le brinda apoyo y saltan porque se nos fue la mano. Con respecto a las bellas artes, la creación de los salones regionales y las becas han sido un buen comienzo. No es suficiente, pero ya se está pensando en la instalación de más espacios de exposición no comerciales para que permanentemente exista una confrontación artística, además de mayores incentivos. Pero esta es una franja delicada de la cultura que hay que manejar despacio y con prudencia .

SEMANA: Aparte de los planes trazados, ¿qué falta por hacer?
J.L.M.: Establecer una industria de la cultura. Hasta ahora se han creado entidades culturales.
Pero hace falta una industria que las alimente en todos los campos: editotrial, discográfico y cinematográfico, por ejemplo. Hay que comenzar a pensar que la administración cultural es una empresa como cualquiera otra, que debe buscar la venta del producto y los posibles mercados favorables. El proceso de modernización del Instituto apunta a que los trabajadores de la cultura dejen de ser víctimas desamparadas para convertirse en artífices de su propio desarrollo. Y en eso estamos.