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TODOS ESTABAN A LA ESPERA

Después de mucho mamar gallo apareció por fin la gran novela colombiana

15 de junio de 1987

Quién iba a pensar que, muchos años después de estar esperando la gran novela colombiana sería García Márquez el encargado de escribirla. Desde los tiempos de tertulia y juerga con sus amigos Germán, Alfonso y Alvaro (que tiempo después, junto con Gabriel, serían los cuatro amigos de Aureliano Babilonia), ya era un lugar común el que, ante la aparición de una nueva novela, Gabito con tono escéptico sentenciara que esa tampoco era la gran novela colombiana.
Recontar la historia que narra "Cien años de soledad" es inútil, pues ya está arraigada en la memoria literaria nacional y mundial. Lo que definitivamente no queda sobrando es destacar algunos de los muchos aportes que esta novela sigue entregando a 20 años de su primera edición.
Han sido muchas las puertas que con la publicación de "Cien años de soledad" se abrieron para la literatura colombiana. Desde su aparición, la crítica se ha dedicado a descubrir el secreto del éxito de la novela. Su afán por lograr descifrar la clave la ha llevado a acercarse a los límites a que llegó la alquimia de José Arcadio Buendía, con la misma perseverancia del coronel Aurealiano en tratar de ganar las 32 guerras civiles. Pero, para el lector desprevenido, lo más importante es encontrarse ante un mundo en el que el hielo es magia y el tapete volador una realidad que le es más cercana de lo que en principio se puede imaginar, y que lo envuelve llevándolo a través de la novela tan fácilmente como la sábana de Fernanda del Carpio se llevó a Remedios, la bella.
Esta fantasía, que académicamente llaman lo "real maravilloso", es el ingrediente que primero cautiva la atención del lector: lo prodigioso del relato es que a través de esta tensión entre lo real y lo maravilloso Gabriel García Márquez va desplazando los límites de la realidad hasta llegar, por medio de malabares en el uso de la palabra, a desbordar los límites que separan el universo literario de la realidad; alquimia que refleja la maestría narrativa del autor. Así, la no vela rompe con todo esquema, llevándose por delante al lector hasta tal punto que, las referencias autobiográficas o los guiños a los amigos en los últimos cuatro capítulos de la obra, encuentran un lugar propio dentro del mundo de ficción de la novela, porque para el lector, Alfonso (Fuenmayor), Germán (Vargas), Alvaro (Cepeda) y Gabriel (García Márquez) son solo los cuatro despotricadores amigos de Aureliano Babilonia.
Así como el último de los Aurelianos, el lector se ve un día descifrando este manuscrito que, redactado en su propio sánscrito, narra la historia de una comunidad --que puede ser cualquier comunidad americana-- para rescatar, desde la "incultura" local, la voz de un sentir y un vivir que la historia oficial no llegó a transcribir. Del mismo modo como Macondo es la ciudad de los espejos, del reflejo, su historia es el otro lado del espejo donde la cara del bagaje cultural e histórico de Occidente se mira vanidosamente. De aqui, de esa historia de las comunidades sin historia, se desprende parte de la universalidad de la novela, pues a todo el que la lee le abre la posibilidad de recuperar un pedazo de la memoria de aquellos tiempos miticos en que no era sujeto de su historia. Esto la convierte en un eficaz remedio para la peste del olvido.

La palabra original
Si bien "Cien años de soledad" es innovadora por su temática, el lenguaje con que se narra no es menos novedóso. El autor, en una demostración de renovación e independencia, supera la división tradicional entre el lenguaje literario, acartonado y sujeto a las leyes de la preceptiva literaria, y el lenguaje cotidiano: "... García Márquez --en opinión de Conrado Zuluaga, gran conocedor de la obra-- escribe como hablando con uno, cuenta y recupera más tradición oral de lo que uno puede creer. Hasta García Márquez sí había una división muy categórica entre el lenguaje literario y el coloquial". Y es en la utilización de este recurso donde reposa gran parte del secreto de la credibilidad de la historia, pues esta no sería creible por si misma y es solo la manera como es contada lo que la hace verosímil, al estilo de lo que ocurre con las leyendas regionales que forman la tradición oral, de la cual la novela toma varios de sus elementos constitutivos.

Algo de prehistoria
No es exagerado afirmar que García Márquez trabajó 20 años para aprender a escribir "Cien años de soledad", si se tiene en cuenta que su primer cuento apareció publicado el 13 de septiembre del 47, en El Espectador, con el título de "La tercera resignación". De ahí en adelante vendrán otros cuentos, narraciones, columnas, artículos, y menciones en las que se encuentra el embrión de lo que más tarde será el universo literario de la novela. Recuperar este pasado mítico es casi imposible dado que los archivos de periódicos como El Universal, de Cartagena; El Heraldo, de Barranquilla; del semanario deportivo literario Crónica, órgano de divulgación de lo que más tarde se llamaría el Grupo de Barranquilla, desaparecieron por diversas causas entre las cuales se incluye el apetito voraz de polillas, investigadores y coleccionistas.
En 1948, mientras el autor se desempeña como columnista de El Universal, de Cartagena, habla de una novela en ciernes con el título tentativo de "Ya cortamos el heno". Se sabe que posteriormente García Márquez estuvo trabajando en otro novela llamada "La casa", que al parece fue el primer gran intento de configurar su universo literario pero que nunca terminó. El 3 de junio de 1954 aparece un relato en Crónica con el título "La casa de los Buendía. Apuntes para una novela" y en El Heraldo, en el mismo lugar donde publicaba su columna "La Jirafa", aparecen el 13 y el 20 del mismo mes otros dos relatos:
"La hija del coronel. Apuntes para una novela" y "El hijo del coronel.
Apuntes para una novela", en los que se habla por primera vez del coronel Aureliano Buendía que, según el critico literario Conrado Zuluaga: "... Ya está envuelto en esa atmósfera de poder y dominio que va a hacer del otro, el guerrero legendario aturdido por el desamparo de la gloria".
El resto de esta prehistoria se mueve, como la novela, en los terrenos de la realidad y la fantasia entrando a formar parte de la mitología que se ha creado alrededor del autor y su obra.
Rompiendo barreras
Ya en 1952 García Márquez y sus amigos del Grupo de Barranquilla planteaban la necesidad para la literatura colombiana de entrar en los nuevos derroteros de la literatura contemporánea. Ser contemporáneo, como diría Borges, es ser actual: no dudar de que se es de su espacio y de su tiempo. Por eso "no hay obra que no sea de su tiempo ", siguiendo la línea crítica que este autor argentino sugirió para la literatura. García Márquez no es ajeno a este principio, lo que hace que "Cien años de soledad" rebase los terrenos de lo regional y de lo eventual para alzarse como una obra universal, que cerró definitiva mente la puerta al localismo que imperaba en la literatura colombiana.
De ahí en adelante la literatura colombiana ha tenido en esta obra una luz para encontrar nuevos derroteros: es el caso de escritores como Fernando Vallejo, Luis Fayad o Roberto Burgos Cantos, quienes asimilando --no copiando-- a García Márquez son el presente de la literatura nacional. Pero esto no es igual para todos: "En noviembre llega el arzobispo", la maravillosa novela de Héctor Rojas Herazo, no recibió la acogida que merecía al ser publicada en el mismo año que "Cien años de soledad" (1967) que, en vez de luz, solo le dio sombra. Pero lo que es un hecho es que con "Cien años de soledad" la literatura nacional tuvo una nueva oportunidad sobre la tierra.--