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TRAS LAS REJAS

El Benedetti de la dictadura, en toda su plenitud, en "Primavera con una esquina rota".

15 de agosto de 1988

"Libertad es una palabra enorme. Por ejemplo, cuando terminan lás clases, se dice que una está en libertad. Mientras dura la libertad, una pasea, una juega, una no tiene por qué estudiar. Se dice que un país es libre cuando una mujer cualquiera o un hombre cualquiera hace lo que se le antoja. Pero hasta los países libres tienen cosas prohibidas. Por ejemplo matar. Eso sí, se pueden matar mosquitos y cucarachas, y también vacas para hacer churrascos. Por ejemplo, está prohibido robar, aunque no es grave que una se quede con algún vuelto cuando Graciela, que es mi mami, me encarga alguna compra": la que sostiene este monólogo es una niña uruguaya, llamada Beatriz. Es hija de Santiago y Graciela. Santiago está detenido en la cárcel desde hace cuatro años, cinco meses y catorce días ("Demasiado tiempo para reflexionar", como él mismo dice en largos monólogos que tienen como escenario esa celda que ha compartido hasta ahora con ocho presos, en distintas épocas). Santiago escribe cartas que logran burlar la vigilancia de la dictadura. Graciela cuida de la niña y espera a que el marido sea liberado cualquier día de estos.
Santiago, Graciela y Beatriz son los personajes principales, además del autor mismo, de una novela desgarradora (quizás el género aquí es discutible porque estas viñetas, estos recuerdos, estas cicatrices reabiertas estos golpes develados no deberían considerarse una novela sino un inventario en torno al horror y el exilio), "Primavera con una esquina rota", aparecida originalmente en 1982 pero editada ahora en Colombia por una nueva empresa, Santillana S.A., que representa los fondos editoriales de Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara y Santillana. Al mismo tiempo ha aparecido aquí, "Quién de nosotros", la primera novela de Benedetti, aparecida en 1953 y mantenida en la oscuridad hasta cuando apareció "La Tregua".
Benedetti se ha mantenido en el exilio todos estos años, escribiendo sobre la dictadura militar de su país, trabajando con Casa de las Américas en La Habana, yendo de país en país y siendo expulsado, como le ocurrió en el Perú, por funcionarios amables que no entendían la angustia de ese hombre que sólo quería un rincón tranquilo para respirar y escribir. "Primavera", recoge esas impresiones dolorosas del exilio, que en otros escritores ha sido motivo de nostalgia, evocaciones y tonterías patrióticas y en Benedetti se transforma en la ocasión perfecta para que sus personajes analicen temas como la libertad, la muerte, la política y sobre todo, el amor. Ese amor que Santiago y Graciela siguen ejerciendo a pesar del encierro y la distancia; ese amor que el preso no se atreve a indagar porque teme que alguna vez, aunque sea por simple broma, ella le suelte la frase más cruel: "Ya no. Se acabo ". Junto a la pareja y su hija, otros personajes -Benedetti mismo-, reconstruyen instantes de pavor en capitales amenazantes, hablan de los personajes y escritores que han conocido.
Cada personaje tiene su lenguaje definido, concreto, que lo distingue de los demás. Cada personaje mira el mundo de cierta manera. Beatriz, la niña, utiliza las palabras de su edad, palabras que son ingenuas, que tocan los temas y situaciones más terribles y dolorosos y, sin embargo, pasa sobre ellos sin tocarse ni mancharse porque se defiende con la inocencia de su lenguaje, que es también el reflejo de su alma. Puede hablar de lo peor y el tono se conserva. Ella dice, por ejemplo: "A mi mamá no le gusta la primavera porque fue en esa estación que aprehendieron a mi papá. Aprendieron sin hache es como ir a la escuela. Pero con hache es como ir a la policía". Y más adelante dice algo terrible: "Donde está mi papá llegó justo ahora el otoño y él me escribió que está muy contento porque las hojas secas pasan entre los barrotes y él se imagina que son cartitas mías".
Los monólogos del padre son menos poéticos. Duros, ásperos, hablan de un mundo que hace mucho tiempo dejó de conocer. Recuerda la alegria de otros años, echa mano del deseo aplazado y trata de no perder la calidez de la mujer y la hija, a quienes sigue amando desesperadamente. El mundo de la cárcel, los recuerdos de Graciela y la ternura de la niña, se integran y componen ese mundo primario que es esencial para cualquiera. Es la imagen de ese exilio interior, ese desgarramiento que Santiago tratará de reparar con la paciencia.
Los recuerdos de Benedetti, ubicados bajo el título alegórico de "Exilios", se convierten en la otra cara de la ficción literaria. Es la realidad lo que ha sufrido un hombre como él, que sigue defendiendo su libertad de escribir y pensar. Pero, en determinado momento, el lector sentirá que esa realidad es tan dolorosa como la supuesta ficción del resto del libro. Y esa soledad, ese vacío, esa angustia cobran insospechado alcance cuando Don Rafael describa lo que es sentirse extranjero en cualquier parte del mundo, extranjero en una ciudad donde tendrá que conquistar las esquinas para acabar con la incomodidad del exilio.
Pocas veces Mario Benedetti había escrito con tantas emociones encontradas, con tanta ternura y con tanto dolor sobre su mundo, sobre el Uruguay, sobre la Libertad, sobre la política y el amor, sobre ese oficio de escribir que se ha vuelto tan peligroso. La sensación que queda al final de la lectura es de incomodidad, quizás porque el lector se siente, injustamente tranquilo, con una piedrita en el ánimo, conocedor de lo que otros están atravesando.