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TRES IRREVERENTES

Silva, Bucher, Mejía: artistas con objetivos inéditos en la plástica nacional.

18 de agosto de 1997

Una libertad irrevocable y una agudeza irreverente son claramente perceptibles en las obras de los artistas de las nuevas generaciones que empiezan a ganar reconocimiento en el país, y así puede comprobarse en tres exposiciones individuales que se llevan a cabo actualmente en Bogotá, las cuales presentan pocas relaciones entre sí pero hacen evidente una ruptura con los criterios que hasta hace apenas unos años imperaban en los círculos del arte. Se trata de las muestras de Gabriel Silva, François Bucher y Juan Mejía que tienen lugar en la galería Santafé de Bogotá, la Fundación Alzate Avendaño y la Galería Carlos Alberto González, respectivamente. Gabriel Silva La trayectoria pictórica de Gabriel Silva permite reconocer interrogantes de orden existencial así como una posición totalizadora en relación con la función del artista. En sus lienzos los colores negro y sepia han sido suficientes para crear imágenes poéticas que giran alrededor de la figura humana aunque incluyen formas de animales y otros elementos insinuantes. Sus pinturas también hacen manifiesto un propósito experimental en la superposición de materiales como el anjeo, que produce veladuras separando las formas representadas del mundo del observador, y como fósforos y parafina en claro comentario sobre el mundo actual y en particular sobre Colombia, cuyo mapa ha involucrado con frecuencia en sus composiciones. Para su participación en el Premio Luis Caballero el artista abandonó la planimetría de la pintura y también las pequeñas dimensiones de sus cajas para abrirse hacia el espacio en una instalación lúdica y angustiante. La muestra está basada en espejos que crean perspectivas falsas, convergencias y reflejos, imponiendo cierta desorientación en el visitante, mientras que en una especie de mampara, construida igualmente con espejos, se proyecta un video en que una mantis religiosa _conocida popularmente como mariapalito_ devora al macho después de la cópula en un sibilino comentario sobre el sexo y el amor. La instalación de Silva incluye también una caja en la que diversos elementos brillan o se ensombrecen al moverse sobre ejes y de donde brota una música infantil, repetida y destemplada, que colabora con el ambiente inquietante de la muestra. La pintura de un rostro hermético, herido y misterioso que se refleja en todos los espejos, complementa el desasosiego producido por la inestabilidad de los espacios y el instinto de la mantis, en concordancia con el objetivo del artista de alertar la intuición y acicatear la sensibilidad. François Bucher El trabajo de François Bucher está orientado a comprobar la relatividad o multiplicidad de los significados de la obra de arte de acuerdo con las connotaciones de los elementos que la conforman, con el espacio en el cual se presenta y con las experiencias del observador. Su muestra se titula La obra es el marco, indicando precisamente al peso del contexto en la consideración de los trabajos artísticos, y en ella es evidente que para Bucher hay mucho más que goce sensual _forma, color, trazo y materia_ en la experiencia plástica. La exposición subraya la inevitable injerencia de la semántica en la apreciación del arte puesto que hace manifiesto que el sentido de una obra cambia o se hace más complejo de acuerdo con las nociones que el público tiene de sus componentes: una nube, por ejemplo, implica el cielo pero puede también evocar el algodón o remitir al recurso utilizado en las tiras cómicas para denotar el sueño; un abrigo de piel además de recordar al animal que suministró la materia prima alude también personajes conocidos por la continua utilización de este material antiecológico, y una profusión de manchas negras sobre blanco no sólo es reminiscente de una determinada especie canina sino que, aunque no se cuente entre sus objetivos, trae a la memoria la película de Disney. Sus trabajos se aproximan visualmente a la crítica de arte puesto que hacen manifiesto que para llegar al meollo de una obra es necesario tener en cuenta la situación geográfica, histórica, social y cultural en que se inscribe, y también porque demuestra que el espacio de un museo o de una galería incide definitivamente en la apreciación de sus significados y en la lectura de su cometido o de las causas que motivaron su realización. Juan Mejía En la exposición del ganador del premio 'Solidarte', convocado recientemente por la embajada de Francia, es patente que el artista evade los requerimientos que intentan constreñir la libertad y unificar los derroteros de la creatividad plástica. Mejía, por ejemplo, involucra sus pinturas en instalaciones combinando libremente dos opciones que se han querido plantear como contrarias y excluyentes, y lejos de buscar en sus trabajos el refinamiento y la originalidad estilística que constituyeron la espina dorsal de la producción artística de las generaciones precedentes, saca a relucir el vacío detrás de esos conceptos acudiendo al humor, el equívoco, la parodia y el sarcasmo. Mejía se apropia de imágenes de diversas fuentes, entre ellas la televisión, congelándolas sin atender a conceptos como calidad, originalidad o sofisticación, y reproduciéndolas de manera que adquieran nuevas posibilidades interpretativas. Papas caricaturizadas, la representación de un pulpo que se apresta a jugar con los balones de plástico que se le pusieron adelante, la reproducción de diversos pasabocas (maní, mortadela, quesos, ciruelas y aceitunas) en madera, cerámica y otros materiales, y la graciosa presencia de dos perros disecados a la entrada de la exposición, no sólo provocan la sonrisa del observador sino que constituyen claro indicio de que para Mejía el arte no es unívoco sino que debe incluir la ambigüedad, la artificialidad, la falsificación y la contradicción tal como acontece en la vida real. Su muestra colabora en liberar la apreciación artística del asfixiante énfasis en el buen gusto que ha sido tradicional en nuestro medio, convirtiéndola en una experiencia al mismo tiempo divertida y cáustica, irreverente y seductora, sentimental y cruel.