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UN CUENTO QUE NO AGARRA

La intención de innovar parece ser el único mérito digno de ser resaltado en la controvertida película colombiana "Pura Sangre".

27 de junio de 1983

Es difícil juzgar una película cuando se conoce un poco al director, cuando se ha recibido un impacto muy positivo de sus obras anteriores, cuando se tienen grandes expectativas sobre la película. Vi por primera vez "Pura Sangre" en la sesión inaugural del Festival de Cartagena del 82, la ocasión menos propicia para ver una película en la cual se tiene especial interés: larga espera, calor, discursos, un presentador de locura y un público de ceño fruncido. Por eso fui a verla ahora con público de verdad y previamente preparado para media hora de publicidades y de papas fritas. Hago este preámbulo para que aparezcan las condiciones y limitaciones que rodean el presente comentario.

LA ENCRUCIJADA DEL ESPECTADOR
Mi sensación inicial es que la película se distancia del espectador pero podría ser al contrario, que uno se distancie de la película por distintas razones. Un sector del público porque, guiado por la publicidad que se hizo, esperaba sangre y violencia que no aparecen sino tangencialmente, otro porque busca en vano un desarrollo de los tres personajes que le explique por qué hacen lo que hacen y por qué lo hacen de esa forma, otro porque busca inútilmente un punto de suspenso que centre su interés, aspecto que la película elude sistemáticamente. Ni siquiera crea la línea de suspenso que podría ser más evidente: ¿descubrirán y capturarán a los asesinos? En síntesis, el público se puede distanciar de la película porque no encuentra lo que está acostumbrado a ver en otras películas cuyo tema incluye la violencia.
Veámoslo ahora desde otro ángulo. En "Pura Sangre", Luis Ospina lleva a su pleno desarrollo un tipo de personaje que ya había creado en "Asunción" y que es muy novedoso en el cine colombiano: el personaje que ejecuta todas las acciones con la misma intensidad, o con la misma no intensidad. Buscar niños para sacarles la sangre como desayunar, violar como tomar una fotografía a la niña que va a hacer la primera comunión, inyectar droga como hacer un masaje en los pies. Sin conflicto psicológico ni de ninguna clase. Sencillamente ejecutan acciones. Por eso no hay ni la denominada "evolución psicológica" ni la famosa "toma de conciencia" que tanto se promulgó y manoseó en el cine de los años 60 y 70. Son seres que viven como pasando por la vida y de los cuales no sabemos nada, quizá porque el pasado no cuenta. Por fortuna se acabó aquella obligación que tenía el cine de explicar en una escena de infancia el trauma que hace conflictivo el presente y de colocar una circunstancia límite, crítica, en la cual el personaje asume sus conflictos y finalmente se supera. No importa que esos modelos se sigan encontrando en "Gente como uno" o que todavía estén recientes los momentos en que el joven, ante los consejos de Kojak, decide abandonar el vicio y regresar donde sus padres que previamente se han arrepentido por no haberle dado más amor a su hijo.
Tampoco "el malo" (el peor, sería en este caso), el viejo moribundo dueño del azúcar valluna, tiene conflicto o conciencia de lo que hace y esto lo emparenta con los cinematografistas del mediometraje "Agarrando Pueblo", también de Ospina y Mayolo.
No sabe realmente de dónde proviene su riqueza como tampoco de dónde proviene la sangre que le mantiene la vida, no sabe que por él sus empleados ni siquiera pueden tener sus aberraciones personales. Hasta esa añorada dimensión de "lo privado" les es explotada por causa del viejo. Sólo el hijo sabe lo que hace, lo que es explotación y lo que es contrabando, pero ese saber tampoco implica ni conflicto ni, mucho menos, toma de conciencia.
Quizás a esto se refiera Ospina en las múltiples entrevistas que le han hecho cuando dice: "trataré de hacer una pelicula". Se puede tomar en dos sentidos. Fría en cuanto que es una película sin conflicto y sin suspenso o en cuanto que los personajes no se entregan al espectador en todas sus facetas, solamente muestran algunos aspectos, como un cuadro en el que solo aparecieran algunas pinceladas tratando de provocar un trabajo de complementación por parte del espectador. Reclama del espectador una actividad de llenar lo que falta.
Si, todo es tan interesante y provocador, entonces ¿qué falla? Porque la película ha tenido problemas no solamente con la crítica sino con diversos tipos de público. Parto de esta base, bastante vulnerable porque puede ser -ojalá- destruida por las cifras de la taquilla. Probemos hipótesis. La primera, ya enunciada al principio, sería que el espectador no está preparado para ver "Pura Sangre". Podría ser, pero entonces habría que tener en cuenta ese factor, como lo propone el mismo Ospina en las entrevistas: "las películas tienen que ser cosas con las que el público se identifique, productos que le interes en al público". Esto nos lleva a la segunda línea de hipótesis: algo falla en la película.
En "Asunción" el único momento crítico, en que el corto fue criticado por soltar al espectador al que hasta ahí traía interesado, es la escena de la fiesta de los criados cuando los patrones se han ido para Cartagena. Es una escena construída en elipsis, o sea en la que se eliminan los momentos fuertes, las acciones importantes. Con este precedente negativo, ¿por qué Ospina estructuró TODA "Pura Sangre" en elipsis? No es que esta estructura sea de por sí distanciadora hay muchas películas que sistemáticamente eliminan los momentos importantes sin obstaculizar ni frenar el interés del espectador.
En "Pura Sangre" no se logra crear una atmosfera. Ospina había demostrado una habilidad poco común en el cine colombiano para crear atmósferas en "Oiga-Vea", "Cali de película", "Asunción" y "Agarrando pueblo". En cada una con distintos elementos, de distinta forma, con solamente dos factores en común en los cuatro casos: la presencia de los objetos y el tratamiento visual del espacio en que éste se va construyendo como elemento fundamental de la situación. Si se hiciera una antología del cine colombiano, ahí tendrían que estar varias escenas de las obras anteriormente mencionadas. De "Pura Sangre" hay que resaltar como momentos de creación de atmósfera la escena de la fotografía de la niña que va a hacer su primera comunión y la discoteca. Pero son apenas momentos en los que reaparece el Ospina que en las obras anteriores era totalidad.
También en "Pura Sangre" se utilizan los objetos (el acuario con esqueleto, la caja de la sangre, la pantalla, lo que sacan del bolsillo de una de las víctimas, las fotos, los periódicos, las radios, etc) pero sin la eficacia que tenían en las obras anteriores porque los objetos no poseen un valor en sí mismos sino en la relación con la situación dramática en que aparecen. Y es esa situación la que falla.
Todo esto se puede sintetizar en dos palabras: fallas narrativas; o lo puede expresar el espectador con una terminología más directa y diciente cuando dice que la película no agarra. Me duele decirlo, hubiera querido tratar esta película de otra manera, he dado rodeos. Fui de los que sostuvieron que con "Asunción", junto con "Cuartico azul", de L. Crump y Sebastián Ospina y "Lucero siempre me espera" de Erwin Gogel, nacían los primeros personajes vivos del cine colombiano y las primeras narraciones en las que el tiempo era una dimensión y no un esquema convencional. Por eso me cuesta ver los problemas de una obra de uno de nuestros directores más importantes y que más tienen qué decir. Lástima que toda esa concepción desdramatizadora de la narración (no conflicto, nada de suspenso) y de los personajes (nada de explicaciones psicológicas, ausencia de motivaciones para lo que hacen, ruptura con las tomas de conciencia o los reencuentros consigo mismo) se haya quedado trunca. Queda la intención de innovar.