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UN DATIL MUSICAL

El músico español Gregorio Paniagua dirigió una antología de música hispano musulmana

19 de diciembre de 1983

Con el nombre de Al-Andaluz se conoce en la historia de España el Sur de la Península Ibérica donde se establecieron y prosperaron las invasiones sucesivas de pueblos árabes y norteafricanos entre los siglos VIII y XV. La proclamación de la independencia del califato de Córdoba en el año 755 marcó la consolidación definitiva de una cultura autóctona, típicamente andaluza, heredera de ricas tradiciones mediterráneas e islámicas, que iluminaría con largueza a toda la Europa medieval. En esta encrucijada de caminos y culturas tuvo lugar una de las más fascinantes eclosiones artísticas, nutrida con gran diversidad de acentos y colores: el sufismo musulmán, las costumbres corteses de Bagdad, las leyendas celtas procedentes de Irlanda y Bretaña, el rito siríaco renovado por alguna herejía común como el arrianismo, además de reconocidos elementos bizantinos y helénicos. Toda esta acendrada amalgama cultural, añejada en algunos monasterios y aldeas de los pirineos, descendería después del año 1000 hacia la llanura catalana y occitana para preparar el clima de lo que se ha llamado "el primer renacimiento europeo": la aparición de los trovadores del siglo XII.
Desde los códices visigóticos y mozárabes hasta el Cancionero de Palacio, un auténtico tesoro de referencias musicales de dicha época ha venido a conformar el rico acervo de canciones y danzas arábigo-andaluzas conocidas en nuestros días. Gracias al mecenazgo de emires y califas, la música, proscrita por el Corán junto con el vino y las representaciones antropomorfas, floreció con esplendor en AlAndaluz. Y no solo en Córdoba (la urbe más populosa de Europa en el año 1000, pues tenía 450.000 habitantes como Bizancio, cuando Roma, París y Londres tenían la configuración de aldeas), sino también en Granada, Sevilla, Zaragoza y Valencia. Los moros asentados en una región feroz y generosa, amantes de la naturaleza y de los placeres de la inteligencia terminaron por matizar un poco la severa ortodoxia de las prescripciones sagradas del profeta. Gracias a estas licencias toleradas en Andalucía el arte occidental engendró el encanto melódico de la "nuba", el vigor poético del "zéjel" o el alucinante universo geométrico de la Alhambra.
Transmitida exclusivamente por tradición oral, la música mozárabe alcanza su más pura expresión en la forma "nuba", literalmente "vuelta". Las nubas eran, entonces, series de melodías reagrupadas en diferentes movimientos, según un orden preestablecido y compuestas bajo el mismo modo musical: la monodia. Integradas por dos elementos básicos (la melodía y el ritmo), carecen de expresión dinámica, pues hasta el acompañamiento vocal desempeña una función estrictamente decorativa. El músico persa Ziryab, quien llegó a Córdoba en el año 822 y fundó un importante Conservatorio, dejó escritas las reglas de interpretación de las nubas y la manera de su ejecución en el desarrollo de un concierto. Tanto la nuba en música como el zéjel en poesía fueron formas extraordinariamente populares durante el medioevo: sus ecos y huellas llegaron hasta las cántigas de Alfonso X El Sabio, las estampidas de Guillaume de Machaut o los himnos de San Francisco de Asís.
El eminente músico español Gregorio Paniagua recientemente compiló, realizó y dirigió una hermosa antología de nubas hispano-musulmanas con su grupo "Atrium Musicae" de Madrid. La grabación de Harmonia Mundi, llevada a cabo en una antigua iglesia española, fue hecha con todas las sutilezas dignas de los más sofisticados músicos mozárabes: junto a laúdes, salterios y vielas cantan también las acequias del jardín, las palmas de las manos y el dulce murmullo de crepúsculo. Todo un ambiente andaluz y medieval mágicamente recreado por el profesor Paniagua, ideal para acompañar la lectura amorosa de Ibn Azam o para subrayar el denso sabor de un dátil lustroso.
Discografía recomendada:
"Música arábigo-andaluza". Atrium Musicae de Madrid. Gregorio Paniagua, Discos Harmonia Mundi HM389, Saint-Michel de Provence, 1982.
"Musica mozárabe y Monodia Cortesana Medieval". Orquesta marroquí de Tetúan. José Luis Ochoa de Olza, director. Coproducción Hispavox Erato. México, 1980.