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UN ESPIA A LA ANTIGUA

Basada en el best-seller de Umberto Eco, "El nombre de la rosa" llega por fin a Colombia

30 de noviembre de 1987

La primera vez que el director francés Jean-Jacques Annaud supo de "El nombre de la rosa" fue en 1982, mientras se hallaba en el Caribe promoviendo su película "La guerra del fuego", una historia sobre cavernícolas y su descubrimiento del fuego y el amor frontal. Encontró una pequeña referencia en Le Monde sobre un libro que estaba por aparecer en Francia, una historia de detectives ubicada en el siglo XIV. Llamó a un amigo en París, le pidió contactar a los editores y conseguirle las galeras o pruebas de imprenta. Cuando iba por la página 200 llamó a su agente para que consiguiera los derechos de adaptación. En la página 350 el agente dijo que los derechos los tenía la RAI, el ente italiano de televisión. En la página 400, Annaud pidió una cita con Umberto Eco y los directivos de la RAI. En la página 450 las citas fueron arregladas.
De ahí en adelante, los medios cinematográficos asistieron a la demencia de un director, desesperado por hacer una película sobre un libro que lo había tocado a fondo. Quienes miren "El nombre de la rosa", aún sin leer la novela, comprenderán los verdaderos alcances de esta obsesión de Annaud por convertir en imágenes, durante dos horas, esas 600 páginas en las cuales un grupo de monjes discute sobre todos los temas humanos y divinos posibles, con un lenguaje erudita que ha desestimulado a los lectores menos disciplinados.
Si alguien busca en la película una adaptación completa y totalizante dela saga de los monjes, el laberinto, la Biblioteca, los folios impregnados y el joven narrador que aprende las lecciones de su curtido maestro, no la encontrará por una simple razón, la misma que le impidió a Umberto Eco escribir el guión de la película: Annaud buscó esa zona intermedia del cine donde los espectadores rasos y los más sofisticados encuentran elementos comunes. Hurgó a través de la redacción de más de quince versiones del guión y apoyado en el trabajo de Gerard Brach, Alain Godard, Howard Franklin y Andrew Birkin encontró los elementos que consideraba esencialmente cinematográficos: los personajes de Guillermo de Bas kerville y el joven novicio que llegan a la Abadía, la relación entre ambos, la aparición del Inquisidor, Bernardo Gui, los monjes asesinados, el ambiente oscuro, tibio y mortal de esas celdas y sobre todo, la obsesión de Annaud con la búsqueda de una textura visual que le informe al espectador actual cómo era la Edad Media, qué iluminación tenía (la fotografía de Tonino delli Colli imita los colores de Breugel, el Bosco y Doré), qué se comía, dónde dormía, cuánto frío se sentía y cómo eran los rostros de esos monjes desdentados, cojos, maltrechos por las condiciones en que tenían que vivir. La abadía que aparece en la película se compone de dos partes: los interiores, filmados en las cercanías de Frankfurt y los exteriores, en una colina, en un estudio.
De todo ese entusiasmo, de todos esos esfuerzos, de esos cuatro años interminables surgió la que algunos consideran una de las películas más inteligentes de los últimos años, por la forma como seleccionó los elementos ya existentes en el libro, por su factura técnica, por los actores escogidos (Sean Connery cada vez mejor, mesurado e irónico), por los diálogos y el mismo ritmo envolvente y además, por la carga de humor negro que nunca disminuye en sus alusiones a personajes y situaciones más recientes.
La adaptación de "El nombre de la rosa", revive una de las más antiguas y emocionantes-polémicas entre escritores y cinematografistas: hasta dónde la película debe ser fiel al texto original, hasta dónde los personajes, las situaciones y la trama misma de un libro deben ser calcados por un guión, hasta dónde llega la libertad del cine ante un universo ya conocido y digerido por los lectores. Esa polémica ha conocido momentos de hostilidad, especialmente con películas como "Eréndira", "Crónica de una muerte anunciada", "Tiempo de Morir" y "Presagio", porque, para algunos, un autor como García Márquez es mejor que se quede en los libros, intocado por el cine y la imaginación de realizadores como Ruy Guerra, Francesco Rossi, Jorge Alí Triana y Luis Alcoriza. En el caso de la obra de Eco, Annaud se curó en salud anunciando previamente que su película es solo un palimpsesto o sea, un texto colocado sobre otro texto.
La rosa sobre la rosa.