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UN HOMBRE FUERTE

La más reciente producción de Alberto Sojo, en la Garcés Velásquez

6 de junio de 1988

Es el regreso de la pintura: una vez finalizado el ciclo de fotografías que ocupó sus salas en las últimas semanas, la Galería Garcés Velásquez de Bogotá prescrita una exposición del joven pintor barranquillero Alberto Sojo. La muestra, que se abrió al público el pasado 7 de mayo y estará colgada hasta el 4 de junio, consta de 15 óleos y 4 dibujos en técnica mixta, elaborados en los últimos siete meses por el pintor en su estudio de París.
La figura de un hombre, generalmente de espaldas, pero que de traslucir los rasgos físicos del pinto es el motivo que recorre los lienzos. Sin embargo, el espectador no puede deducir claramente que se trata de una serie de autorretratos. La impresión es la de un artista-modelo, que utiliza su cuerpo para captar una actitud, un aire, sin pretender hacer un autorretrato. Ese hombre, del que en algunos cuadros se puede ver un pefil o un tres cuartos, ocupa casi toda la tela. En muchos casos no hay un fondo o un entorno que permita un ubicación espacial de la figura. En otros, es posible deducir la estancia de un taller gracias a una paleta o un caballete, que aparecen a modo de indicación, de señal. En otros aparece un elemento de nostalgia, que recuerda el origen del pintor: el mar. Pero no se trata de cualquier mar es el Caribe. La luz, la actitud del hombre que lo contempla en actitud meditativa, lo identifican plenamente. Son pocos los cuadros en los que el hombre aparece acompañado. El uno por otro hombre y en otros dos por mujeres que siempre están de frente, semidesnudas, observadas por la fuerte figura masculina.

La "deformación" de ciertos rasgos le da a la obra de Sojo un sabo especial. Las extremidades, en especial los brazos, ocupan los primero planos. Los antebrazos están agrandados, así como las manos y piernas lo que produce una indudable sensación de fortaleza. La espalda de hombre, ancha y fuerte, muestra una a uno los pliegues de la camisa, cuidadosamente logrados. En cambio, la cabeza es pequeña y no parece ser la correspondiente a unos cuerpos grandes, que son el centro de atención. La figura masculina, que está dando la espalda, puede ser el resultado de descubrir cierta, ambiguedad en el hombre.

El trazo es fuerte y firme. Los colores son parejos y transmiten una sensación de tranquilidad pese a la fortaleza de las figuras. En este aspecto Alberto Sojo ha sufrido una evolución notable. A medida que ha pasado el tiempo los colores, que en un comienzo llegaron a estar cerca de los tonos pastel, se han ido afirmando. Actualmente, es indudable que el tratamiento del color le permita definir más adecuadamente la atmósfera que rodea a sus figuras.

En fin, los bogotanos podrán apreciar la obra de un buen artista joven aparentemente sin grandes pretensiones, pero que ha logrado cuajar una obra agradable, alejada del frecuente caos que se aprecia en muchos artistas de las nuevas generaciones.--