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UN HOMBRE Y UNA MUJER

El grupo que convirtió a "País paisa" en una leyenda del teatro colombiano, dramatiza ahora la vida de pareja en "Trapitos al sol".

12 de abril de 1993

PAIS PAISA Y MEDIO MEDELLIN HICIEron historia. Donde quiera que El Aguila Descalza viajó con estas obras, las boletas se agotaron. A Estados Unidos llegaron por 15 días y se quedaron seis meses, repitiendo noche tras noche esas historias que revelan la picardía y el humor antioqueños. Si bien este grupo comenzó, como tantos, con montajes tradicionales de la dramaturgia universal -en su caso con Ionesco y Chéjov a la cabeza-, después de varios años de trabajo y de investigación decidió aventurarse a crear obras que hablaran de Colombia y, en especial, de Antioquia, con montajes que acuden a la tradición o ral, a la filosofía popular, al humor negro y al más puro costumbrismo. Con una hoja de vida larga y exitosa, El Aguila Descalza llega ahora a Bogotá -a partir de esta semana en el Teatro Nacional La Castellana-, con Trapitos al sol.
En Trapitos al sol también se recurre al dicho paisa y al humor del antioqueño, pero ya no como elementos protagónicos de la obra, sino más bien como aderezos de un drama de carácter univer sal. En efecto, en esta ocasión los dos integrantes de El Aguila Descalza -Carlos Mario Aguirre y Cristina Toro- se meten de frente con el tema de la pareja, a la luz de un hombre y de una mujer comunes y corrientes que han llegado a los 10 años de ma trimonio. Puede ser cualquier pareja, aunque el tono empleado haga pensar desde el primer acto en un matrimonio muy colombiano, donde hay signos inequívocos de las tradiciones criollas.
Hay humor, mucho humor: el público no para de reír. Pero hay una historia que a todos toca, precisamente porque no es más que una historia cotidiana que recrea el machismo, la abnegación de la mujer y su posteriror ansia de rebeldía, la infidelidad, los celos, la rutina de las parejas. Ia liberación, los sueños de amor que nunca se hicieron realidad... Así. cuando el telón ha caído definitivamente, la risa se convierte en reflexión. Al fin y al cabo, los trapos se han sacado al sol y parece oportuno ventilar los problemas del hogar, e incluso replantear una situación que tiende una irremediable rutina que muy fácilmente puede traducirse en desamor.
A pesar de ser un asunto de pareja, en Trapitos al sol intervienen tres, pues Carlos Mario Aguirre interpreta dos papeles: César y Alberto. Pero se trata en e] fondo de dos facetas de un mismo hombre: es el mismo cuerpo, pero su alma es una al interior del hogar, y otra cuando se enfrenta al mundo. Así mismo, Marina -la esposa de César- encuentra en un viejo amigo la oportunidad para mirar atrás y para soñar con ser, desde ese instante, la mujer que siempre ha querido: otra. Al final, no obstante, todo vuelve a ser tan rutinario como en los últlmos 10 años los que lleva de casada. Es decir, que en la obra se plantea el problema, pero se deja la solución en manos de cada espectador, porque a la larga el drama de las diversas parejas tiene mucho en común, pero cada una tiene su propia historia para contar y su propio final para construir.