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UN PINTOR ESCONDIDO

La obra serena y aislada de Carlos Valenzuela.

14 de junio de 1999


CARLOS VALENzuela fue un pintor colombiano que trabajó para sí mismo. El artista nunca llevó a cabo una
exposición individual y participó sólo en un par de muestras colectivas, lo que explica el casi total
desconocimiento de su obra por parte de sus contemporáneos y el hecho de que no hubiera tenido ninguna
resonancia en cuanto al desarrollo de la pintura en el país. Para el pintor como para buen número de los
artistas más recientes el arte no debía venderse, y las pocas obras que salieron de sus manos fueron
regaladas a sus familiares y amigos.
Pero Valenzuela, quien estuvo radicado durante 20 años en Italia, fue un pintor de fina sensibilidad que realizó
algunos paisajes, la mayoria de pequeñas dimensiones y tonalidades delicadas y poéticas, así como varios
cuadros costumbristas y un par de retratos de gran tamaño de sus padres, en los cuales se hace manifiesto
su exquisito gusto y la habilidad que llegó a adquirir con los pinceles. En estos retratos se perciben claras
diferencias con los designios pictóricos de su amigo Epifanio Garay, y es en ellos en los que se puede
vislumbrar el vuelo que habría tomado su trabajo de haberse tratado de un pintor más dado a compartir sus
ejecutorias con el público.
Tanto el padre como la madre aparecen en espacios interiores reducidos y dedicados a la lectura en
indicación de su refinamiento. Pero mientras en el retrato del padre una ventana que se adivina a sus espaldas
arroda un chorro de luz fuerte que ilumina su cabeza y las páginas del libro que reposa en un atril, de donde se
devuelve para destacar las facciones y concentración del personaje, en la pintura de la madre la expresión es
más casual y su figura aparece contra un biombo oriental en el cual vistosos pájaros y flores ofrecen un
interesante contrapunto a la sobriedad de su figura.
Los paisajes son comedidos y minuciosos, sin los alardes cromáticos de buena parte de sus
contemporáneos, los artistas de la Escuela de la Sabana, de quienes se aparta también en su actitud. El más
cercano a su trabajo de los pintores del movimiento bogotano es sin duda Ricardo Moros Urbina, cuya obra
también revela una clara influencia de los paisajistas italianos del siglo anterior y para quien la luz es
igualmente el elemento más importante en la representación de la naturaleza. Pero la obra de Valenzuela no
consiguió despertar el mismo entusiasmo por parte de la crítica que la pintura de Moros, a la cual le adjudicó
"un encanto irresistible", acogiendo los conceptos de comentaristas europeos que la calificaban como una
"orgíá desol ".
La exposición fue curada por Beatriz González y podría decirse que finalmente, con esta presentación, las
obras de Carlos Valenzuela llegan al público como un todo coherente que les permite cumplir su cometido, a
saber: comunicar el particular credo estético de un artista sin otra ambición que disfrutar del ejercicio de pintar.
Es una lástima que éste no hubiera producido más retratos y que no hubiera participado activamente en la vida
cultural del país puesto que hay suficientes valores en su obra que habrían logrado despertar admiración, e
inclusive influenciar en su momento el desarrollo de la argumentación creativa en la escena artística nacional.
Reminiscencias del siglo XIX
Una exposición quedocumenta paisaiesy costumbres desaparecidos.
EN EL RECIENTEmente restaurado edificio de la gobernación de Antioquia, hoy Palacio de la Cultura de
Medellín, tiene lugar una exposición que provee una fascinante visión de la vida del país en la anterior centuria
a través de finos trabajos de Ramón Torres Méndez, Henry Price y Augusto Le Moyne. La muestra fue curada
con evidente buen criterio por el historiador Gustavo Vives Mejía y permite vislumbrar el rico acervo artístico e
histórico que se conserva en las colecciones privadas de la capital antioqueña.
Las obras más conocidas de la exposición son los cuadros de costumbres de Torres Méndez, de los cuales se
incluyen ejemplos, tanto de los litografiados por los hermanos Martínez como de los realizados en los talleres
De la Rue de París y Sperling en Leipzig. La muestra, por lo tanto, permite comprobar no sólo la agudeza del
artista en su representación de la cotidianidad nacional, sino también la disímil calidad de las ediciones
elaboradas a partir de sus documentos.
Las obras menos co- nocidas son las de Augusto Le Moyne, diplomático francés quien, con el fin de ilustrar la
segunda edición de su libro acerca de sus experiencias en América del Sur, realizó algunos dibujos que fueron
trasladados a madera para ser convertidos en planchas de grabado, lo que nunca sucedió. Pero las imágenes
más seductoras son las de Henry Price, daguerrotipista y dibujante británico que trabajó para la Comisión
Corooráfica. Sus acuarelas no sólo suministran una perceptiva visión de las actividades y comportamientos de
la población colombiana a mediados del siglo pasado, sino del exuberante paisaje tropical, el cual supo
plasmar con el cuidado y la admiración requeridas para dar fiel testimonio de sus características.