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UNA CITA FATAL

Sorpresivamente, el dúo Mathau-Clayburgh no logra conmover el interés del espectador

25 de julio de 1983

"Ocho vs toda ella", dirigida por Ronald Neame.
Quienes adoramos a Walter Matthau en su eterno papel de cascarrabias y no hemos logrado olvidar a Jill Clayburgh en su personificación de "la mujer descasada" esperábamos, con verdaderas ansias, el estreno de una película en la que por fin actuarian juntos: "Sólo ocho vs.toda ella".
Todo hacia presentir que veríamos una de las comedias más divertidas del año . Imaginábamos , por datos tomados "a vuelo de pájaro" de los cortos y de los anuncios en la prensa, las hilarantes situaciones que desencadenaría la forma como Jill Clayburgh lograba incrustarse en el machismo reinante en la Corte Suprema de los Estados Unidos, obligando a Walter Matthau a perseguirla incansablemente con su agria filosofía antifeminista y su encantador egoísmo personal.
Mas... ¡Oh desilusión! Clayburgh y Matthau no habían podido escoger una peor oportunidad para ponerse cita en la pantalla. Lo que parecía imposible, escribirles a estos dos divertidos comediantes un argumento soso y aburridor, se logró con inusitada destreza en esta película a la que, desafiando todos los pronósticos, parece haberle quedado grande el tema que en un comienzo se propuso plantear: el de las divertidas situaciones que podría crear el sorpresivo ingreso de una mujer a la Corte norteamericana, compuesta tradicionalmente por hombres.
Desde la primera escena, sin embargo, en la que Matthau aparece excursionando en alguna elevada montaña, el espectador ya sabe que algo ha fallado, cuando se enfrenta con el increíble fenómeno de que nada parece pasar en medio del caótico transcurso del tiempo que se inicia desde ese momento en adelante. Durante los próximos cuarenta minutos la película se limitará a describir con gran pereza al Magistrado Snow, personificado por Matthau y cuando finalmente se invita a formar parte de la historia a la nueva magistrada, Jill Clayburgh ya es demasiado tarde: el espectador ha perdido todo interés por lo que pueda sobrevenir de ahí en adelante.
La influencia del "toque femenino" en este adusto y supremo engranaje de la justicia norteamericana parece quedar reducida a una tonta discusión sobre la conveniencia de permitir la exhibición de una cinta pornográfica, "La ninfomaníaca desnuda", que en realidad sólo es un pretexto utilizado por la película para ir al grano en lo único que le interesa establecer la relación sentimental Matthau-Clayburgh, abandonando cualquier esfuerzo adicional por desarrollar lo que habría sido un originalísimo tema central.
Ello hace que no solamente en términos generales, sino también particulares, el espectador se sienta engañado con una trama que resulta ser prácticamente inexistente, y que no logra despertar del público más que aisladas sonrisas y un deseo íntimo pero respetuoso, por gracia del cariño que le profesa a los dos protagonistas, de que termine rápidamente la película antes de que uno se resuelva a tomar la determinación suicida de no volver a verlos actuar jamás.
María I. Rueda