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En la primera secuencia del largometraje, Nader (Peyman Moadi) y Simin (Leila Hatami) explican por qué no les queda más que separarse.

CINE

Una separación

Esta gran producción iraní, ganadora del Óscar a la mejor película extranjera, retrata el dolor de una pareja en crisis que solo quiere obrar bien.

Ricardo Silva Romero
9 de junio de 2012

Título original: Jodaeiye Nader az Simin
Año de estreno: 2011
Guion y Dirección: Asghar Farhadi
Actores: Peyman Moadi, Leila Hatami y Sareh Bayat

Es idéntica a sus personajes: todo el tiempo trata de ser honesta, de ser justa, de ser real. Jamás baja la guardia en su búsqueda de la verdad. Es una ficción, claro que sí, es una trama que va dejando sin aire poco a poco, pero su gran belleza está precisamente en el empeño de mostrar las cosas como son. Comienza con un plano documental en el que un par de esposos explican, en un desapacible juzgado de Teherán, Irán, por qué han tomado la dolorosísima decisión de divorciarse. No hay violencia ni desamor de por medio. Hay buenos argumentos de lado y lado. Ella, la valiente Simin, está convencida de que la hija de los dos tendrá una vida mejor si pueden irse a vivir fuera del país. Y él, el honorable Nader, se niega a moverse de su apartamento porque prefiere la muerte antes de dejar en algún hogar especial a un padre que sufre de alzhéimer.

Simin toma la decisión de separarse de Nader por un tiempo con la esperanza de que eso lo haga recapacitar. Sucede, en cambio, una cadena de desgracias que pone en juego la forma de ser, la moral, el sentido del deber, de todos los personajes de la historia.

Creo que es mejor no decir nada más. Creo que la gracia de enfrentarse a Una separación, el largometraje de Asghar Farhadi que se ha ganado todos los premios del cine desde el Oso de Oro hasta el Óscar, es irse sorprendiendo con la manera brillante como recrea la lógica -de bola de nieve- de la vida. He ahí a un par de esposos que han conseguido montar, en la compleja Irán de nuestros días, una familia que no mira por encima del hombro a las mujeres ni le tiene miedo a una sociedad que ha privilegiado a los hombres desde que tiene memoria. Ahí, como prueba de sus esfuerzos por ser buenas personas, está la hija dulce que es capaz de mirar a todos a los ojos: Termeh. Es triste que los hechos conspiren para obligarlos a los tres, padre, madre e hija, a decidir de golpe lo que vendrá en sus vidas.

No le deseo a nadie que se pierda Una separación. Cuenta una cultura desde adentro. Cuenta el presente de un país. Pero sobre todo documenta por medio de una ficción estupenda lo mucho que nos cuesta a todos, allá y acá y en las sociedades que no alcanzamos a ver en una sola vida, montar una familia en la que por fin nos sintamos a salvo. Leila Hatami encarna de manera brillante a la mujer que no quiere dar su brazo a torcer. Peyman Moadi carga la trama, con su mirada y su silencio, en el papel del marido que no entiende por qué debe reconocer una culpa que no le corresponde.

Querría hablar de dos actuaciones más. Querría citar a otro hombre y a otra mujer que de un momento a otro se vuelven el revés del drama. Pero la gracia a la hora de ver por primera vez la extraordinaria Una separación, que lo ronda a uno como un recuerdo durante varias semanas, es sentarse frente a la pantalla a revivir la sensación de que la vida es una película de suspenso.