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Una voz invisible

La cantante colombiana Ella Fuksbrauner desafía muchos preceptos sobre lo que debe ser un primer disco y sale triunfante a base de originalidad.

6 de noviembre de 2010

Ella Fuksbrauner es colombiana. No pareciera por las resonancias sajonas de su nombre, ni tampoco por esa carátula que recuerda al Blues and the Abstract Truth de Oliver Nelson: en ambos casos, el artista escogió fotografías de primeros planos tan ampliados que lo figurativo se vuelve abstracto. Y ello es raro, sumamente raro, sobre todo si hablamos del primer álbum de una figura femenina.

No es un disco enrevesado ni conceptual; son canciones sencillas, bien grabadas, en las que su voz está presente todo el tiempo. Y el efecto psicológico inicial es un afán por ponerle rostro a esa voz. Pero a ella le gustaba esa imagen de la mancha verde, logró convencer a su sello disquero de no usar una foto suya y puso a sus oyentes a imaginarla solo por las sugerencias de su canto. “No sé que tantas ganas tenía de qué la gente me descubriera por mi cara”, explica.

Ella Fuksbrauner es colombiana y no es un seudónimo. Me muestra su cédula de ciudadanía para demostrarlo (sí, ya la vi, pero para mantener el misterio no ofrezco ninguna descripción). Lo que pasa es que viene de una familia cosmopolita, maneja varios idiomas desde pequeña y se formó primero en las artes escénicas que en la música.

Por eso el disco resulta tan variado y tan complejo de clasificar. Las primeras canciones son en inglés, luego salta al español, luego al francés, e incluso hay una en un idioma inventado. Eso sí, todas tienen algo en común: son melódicamente exquisitas y combinan lo acústico con lo electrónico. “El idioma lleva mucha información –dice analizando sus propias letras–. Cada lengua tiene una historia y una perspectiva de la vida tan diferente que si tú dices algo en alemán o en ruso no estás invocando lo mismo”.

Un poco en contravía de lo que debe ser el debut de una cantante, el álbum sugiere más de lo que muestra. Al final, el misterio de su voz y una producción que a veces pareciera de otro planeta logran una experiencia sonora memorable. “Me han dicho que mi disco tranquiliza”, dice, y sonríe.