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Después de presentar un primer disco en 2004, de apenas 20 minutos, Vietato regresó con esta producción envolvente

Música

Versos de color violeta

Vietato propone un nuevo giro interesante para el rock colombiano: más preocupación por la voz y letras menos obvias.

Juan Carlos Garay
20 de marzo de 2008

La canción que abre el segundo disco de Vietato está llena de palabras como "reventar", "volver" y "renacer". Es la mejor apertura posible, cuando se conoce la historia que hay detrás.

El grupo impactó en 2004 con un primer disco que no alcanzaba a ser álbum: apenas 20 minutos, lo que se conoce entre los disqueros como extended-play (EP). Con la fuerza que otorgan una crítica favorable y una fanaticada creciente, Vietato se embarcó casi de inmediato en la aventura de producir una nueva grabación. "En 2006 ya teníamos como 20 canciones, íbamos con un ritmo chévere, pero se robaron el computador donde estaba todo grabado", me cuenta el cantante Diego Amorocho. "Sólo pudimos rescatar la grabación de la batería. A partir de ahí tratamos de seguir adelante, pero todo empezó a desgastarse y nos dispersamos".

Sin embargo, siguieron tocando y en la actividad de conciertos (que es la verdadera vida del músico) surgieron otras canciones. La oportunidad de mostrar parte de ese nuevo material llegó en noviembre pasado, cuando fueron invitados a Rock Al Parque. Entonces todo pareció florecer de nuevo: "Teníamos el público que queríamos, el crepúsculo, el sonido perfecto". Y justo en ese momento, un disturbio obligó a suspender la música para que el anunciador llamara a la calma.

Con esa racha de antecedentes, uno celebra de entrada la aparición del álbum Violeta. Es la muestra de lo que puede la voluntad cuando por encima de las dificultades está la gana de reventar, de volver, de renacer.

La fuerza proviene de las canciones mismas. Vietato tiene la enorme ventaja de un sonido propio e inconfundible desde aquella primera grabación hace cuatro años. El segundo disco simplemente profundiza en su propuesta. Cuando tocan fuerte, la melodía pasa igual a través de toda la distorsión; cuando tocan suave, son endiabladamente dulces.

Ese sonido tiene el potencial de causarles problemas entre los fundamentalistas del rock, que consideran que esta música debe parecer más agresiva. Pero la verdad es que, descontando el veneno, todos los elementos están ahí. En primer lugar hay que mencionar una excelente producción, llena de ecos que crean la ilusión de un mar sin fondo. Luego están las armonías vocales, que al amante del rock clásico le recordarán los mejores discos de los Byrds: "Nuestras voces tienen una química que, sin quererlo, mezclan muy bien".

Y coronando están las letras. Unas letras enigmáticas llenas de imágenes imposibles: una flor de luna, unos ojos de motor, una huella en el agua, una pluma de sal... Versos, en fin, que revelan un interés en lo literario y, aunque ellos no lo divulguen tanto, una deuda hacia autores como Luis Alberto Spinetta. "Yo tengo mi interpretación para esas imágenes, pero me gusta que las cosas queden abiertas. Más que contar una historia, me interesa sugerir", explica John Barragán, responsable de la mayoría de las letras.

Violeta hace parte de un resurgimiento del rock colombiano que se ve venir luego de unos años de relativo silencio. Ese silencio no estuvo mal, a juzgar por las nuevas producciones que empiezan a aparecer y lo mucho que tienen por decir. Sólo me queda una duda: ¿Qué es una flor de luna? John me explica que se trata de "las muchas cosas que uno tiene y que no ha visto". Habrá otras formas de llamarlo, fue quizá la misma energía que les permitió llegar al segundo disco a pesar de todos los obstáculos. La fuerza del rock, al fin y al cabo.