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VIDAS PARALELAS

Una exposición del Centro Venezolano de Cultura en Bogotá permite analizar y comparar el desarrollo de la arquitectura en Colombia y en el vecino país

17 de marzo de 1986

Cada uno a su manera, los países de América Latina han reflejado, a través de las distintas ocupaciones profesionales, las inclinaciones y adelantos surgidos en los países desarrollados; todo ello de acuerdo con un mecanismo por medio del cual, como se ha discutido "in extenso", los últimos logran influenclar a los menos avanzados para que al mimetizar aseguren a los emisores de su capaciclad de impresionar. Ello se apoya, curiosamente, en la confianza en el mito del progreso, de manera que la capacidad de imitar tranquiliza también a los receptores, pues los hace sentir efectivamente partícipes de dicha bonanza.
Es por ello que la historia de la arquitectura de los últimos 50 años, para hablar de una cifra redonda, no deja de parecerse en sus procesos íntimos a lo que sucede en las otras áreas disciplinarias. Por ello también, dicha historia es bastante similar y atraviesa por los mismos episodios en países evidentemente tan distintos y distantes entre sí como la Argentina y México, por ejemplo, y ciertamente en países tan cercanos el uno del otro como Colombia y Venezuela. De este último viene la muestra que actualmente está a la vista del público en el Centro Venezolano de Cultura en Bogotá, y a partir de la cual se pueden establecer varios tipos de relaciones comparativas con ese otro fenómeno de la cultura y la plástica, que, aunque vital para nosotros, casi siempre pasa indiscutido: la arquitectura moderna de Colombia.
En ambas naciones se repiten en el mismo orden, secuencia y ritmo, las sucesivas vanguardias europeas y norteamericanas, tales como Bauhaus, racionalismo, organicismo, etc., para completar la gama modernista y entrar de lleno al posmodernismo.
Pero es también importante señalar que los dos países han reinterpretad a su manera, aparentemente de acuerdo con su propia idiosincracia, cada uno de aquellos movimientos. De al que a fin de cuentas y para efectos de una posible taxonomía con qué identificar estos fenómenos, ellos misma den indudables pistas formales, que son sintomáticas y que permiten hacer el perfil de los dos subestilos: el colombiano y el venezolano. Tales formas son derivativas, pero no insignificantes de la manera de acuerdo con la cual cada situación ha entendido y puesto en práctica los mensajes que recibe.
La exposición del Centro Venezolano de Cultura, organizada por la Galería de Arte Nacional de aquel país llamada "Los signos habitables", se compone del trabajo de seis arquitectos que han hecho exploraciones significativas en lo que atañe a aspecto complementarios del que hacer profesional contemporáneo en aquella disciplina. Así, Dorronsoro ha enfatizado la poética implícita en la reinterpretación de ciertas tipologías, algunas veces tomándolas definitivamente del pasado tradicional de La Colonia y del origen de la ciudad hemisférica, mientras que en otros casos, por razones circunstanciales, esa misma reinterpretación ha tenido que ocurrir con respecto a las pautas establecidas por el notable maestro Carlos Raúl Villanueva. Otros arquitectos de la muestra son: el veterano José Sanabria, quien encuentra en la diferenciación y al mismo tiempo la articulación de los volúmenes, la manera de significar las distintas funciones que concurren al interior de cada uno, y al mismo tiempo la voluntad de conciliar esas funciones para que conformen la integralidad del edificio; José Miguel Galia, quien ha operado durante muchos años dentro de la estética que sobreentiende al edificio como volumen peculiar y claramente identificable que no necesariamente surge del reconocimiento que pueda hacer de las características de su entorno, sino que, por el contrario, insiste en ser figura motivadora para nuevos comportamientos e interpretaciones del ambiente circundante, a la manera de escultura sugestiva; Jorge Castillo, productor insistente en la posibilidad de utilizar a veces a rajatabla, una Alta Tecnología (High Tech) para la construcción, y para la figuración arquitectónica, pesquisa que ha sido respaldada por una mayor profundización en el área específica de ciertos significados en el trabajo del arquitecto Jesús Tenrreiro. Y aparece también en la muestra el interesante trabajo de Fruto Vivas, quien representa la vertiente populista al insistir en la búsqueda de fórmulas estructurales con umbrales mínimos de tolerancia. Así soluciona adecuadamente en términos de climatología, adaptación al lugar y a las necesidades económicas, tanto las viviendas de los ricos como las de los pobres, aceptando la referencia de la arquitectura tradicional popular.
Estas diferencias entre individuos, que seguramente parecen abismales a los ojos de los conocedores venezolanos, resultan notablemente disminuidas cuando el conjunto, visto como tal, se compara con otro que bien pudiera ser el de los profesionales colombianos. Entonces surgen ciertas y significativas divergencias. Porque a pesar de la cercanía geográfica, y de la dependencia que obliga a referenciarse por igual, resulta evidente el compromiso de la arquitectura venezolana con una nocion abstracta y quizás poco realista del futuro fábula de ciencia ficción, que da a la producción que vemos en la muestra esa inclinación ineluctable a un modernismo a ultranza, así actualmente hayan sobrepasado los límites estrechos de aquel tipo de clasificación antihistórica, pero definitivamente historizante. En cambio, los arquitectos colombianos demuestran tener un tremendo compromiso con la tradición. Y esta última, desafortunadamente es tan ficticia e ilusoria, como el "futuro" de los venezolanos. Pues depende del uso extensivo de técnicas artesanales tanto en lo que tiene que ver con la construcción como con los terminados (edificios de más de 40 pisos de alto enchapados a mano, etc.); compromiso con una tradición que sólo subsiste gracias a la disponibilidad casi inagotable de mano de obra mediana y altamente calificada para lo artesanal, que debido a la insuficiencia del mercado permite la propia sobreexplotación económica.
La visita a la muestra y la inevitable confrontación, así sea mental, con respecto al trabajo de muchos profesionales de nuestro país, parece dejar en claro que mientras ellos, los venezolanos, se fugan al futuro nosotros lo hacemos al pasado, y ninguno de los dos contingentes logra establecer claras relaciones con las condiciones concretas e inmediatas; relaciones que permitirían concebir, proyectar y realizar una arquitectura adecuada a los requerimientos del presente.--
Galaor Carbonell