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VIVA LA MUSICA

Nuevos proyectos y musicos "perestroikos" pueden ser la salvación de la Sinfónica de Colombia.

16 de abril de 1990

El modelo que rige para las entidades culturales que maneja el Estado consiste en dejarlas que lleguen a un estado de crisis y postracion total y, alcanzando este punto iniciar una etapa de "evaluaciones" para averiguar qué se hizo y se deshizo, qué no se hizo o se hizo mal. Un proceso doloroso, frustrante y costoso que sirve para ensayar un nuevo esquema que nada tiene que ver con el anterior, y esta realidad se vive con inalterable precision cada dos, o dándole largas, cada cuatro años, cuando todo vuelve a partir de cero.
En el caso de la Orquesta Sinfónica de Colombia, entidad dependiente de Colcultura, el viacrucis se ha cumplido con rigor matemático.
¿Cuántas crisis ha vivido la agrupación a lo largo de su atormentada vida? Tantas, como funcionarios han entrado a manejarla. Pero la acumulación de problemas no resueltos, la ausencia de programas debidamente estructurados y una disminución paulatina del presupuesto, con el paso de los años acabó por agravar aún más la situación.
Al finalizar 1989, la Sinfónica volvió a ser noticia al enfrentarse a una nueva crisis. Hechas "las evaluaciones" del caso, las directivas del Instituto, preocupadas y con razón, decidierón inyectarle incentivos para revivirla, recuperarle su ya muy lejano prestigio y hacer regresar a un público que con el tiempo fue abandonando a la orquesta.
El esfuerzo que se ha emprendido sin duda es loable, pero sobreviene a la hora de nona cuando las actuales directrices están a escasos cinco meses de entregar el mando. Los proyectos son ambiciosos, muy bien intencionados, pero no dejan de ser paliativos, pues la raíz del problema se mantiene intacta por un manejo, organización y contratación totalmente anacrónicos, de acuerdo con los sistemas vigentes en el mundo de hoy, sin entrar a analizar la carencia total de políticas culturales que permitan configurar programas y realizar proyectos a mediano y largo plazo.
Por lo pronto, las noticias permiten asegurar que en los próximos meses buenos vientos soplaran por los lados de la orquesta.
En primer término, fue nombrado director títular de la agrupación (tras años de permanecer vacante el cargo) el argentino Simón Blech, músico que durante 1989 trabajó varios meses al frente de la orquesta. El contrato se firmo por un año. A partir de esa fecha regresará el calvario.
Después de varios intentos infructuosos iniciados en el pasado, definieron una serie de conciertos en escenarios diferentes al Teatro Colón --sede de la orquesta--con el fin de llevar la buena música a nuevo público. Mediante un convenio con el Teatro Camarín del Carmen, durante el primer semestre de este año, varios artistas internacionales vendrán en calidad de solistas a tocar con la Sinfónica, entre ellos pianistas de reconocido prestigio. No cabe duda que el matrimonio Sinfónica-Camarín del Carmen aportará beneficios a ambas partes, y como primera muestra de que todo marcha viento en popa, uno de los vetustos y mal mantenidos pianos del Colón fue pasado en comodato durante ocho meses al Camarín, para su uso, comprometiendose el teatro a restaurarlo totalmente. Un muy feliz acierto que le permitirá a la orquesta presentar sin verguenza a importantes artistas que podran tocar por fin en un instrumento de idóneas condiciones.
La carencia de un director titular y otros muchos problemas llevó a buen numero de instrumentistas a abandonar la orquesta en busca de más atractivas oportunidades. Hoy la Sinfónica requiere como mínimo 25 músicos, pero según se anunció se adelantan conversaciones, que van por muy buen camino, con varios países, especialmente de Europa del Este, para llenar las vacantes existentes. Colcultura decidió no solo descentralizar la orquesta del Teatro Colón, sino llevarla a otros lugares del país. Así, la Sinfónica de Colombia sera escuchada este año en Cali, Popayán, Manizales, Armenia, Pereira, Pasto y Villavicencio. Para cumplir este objetivo y teniendo en cuenta que el presupuesto de la entidad no permite abarcar tan ambiciosos programas Colcultura ha conseguido alguna financiación de la empresa privada para adelantar este y otros proyectos.
No cabe duda que el futuro inmediato de la Orquesta Sinfónica de Colombia se muestra halagueño, y seguramente el trabajo adelantado por Liliana Bonilla, directora de Colcultura, y su equipo de colaboradores rendira los frutos esperados. Queda, sin embargo, que la orquesta, como el resto de instituciones culturales que dependen del Estado, cuenten con una política coherente, estructurada y realista, de acuerdo con los objetivos que entidades de esta naturaleza deben cumplir en el medio, la cual, además, no este sujeta a figuraciones personalistas, oportunismos y apetitos burocráticos. ¿Cuándo se dara ese salto definitivo? El próximo gobierno tiene la palabra.