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"Yo aborto, tú abortas, todas callamos"

La feminista Florence Thomas presenta su testimonio personal sobre el aborto y reflexiona sobre el estado actual de ese candente problema en Colombia.

11 de diciembre de 2010

Florence Thomas
Había que decirlo
Icono, 2010
148 páginas 

Un barrio triste al norte de París. Una casa sórdida, con olor a coliflor y éter. Un médico que le advierte: “Los riesgos posteriores al procedimiento son suyos”. Una vieja mesa de comedor en vez de una mesa ginecológica. El deseo de huir, el pánico. La sensación inenarrable de soledad; el miedo a morir. Cuarenta y cinco años tuvo que esperar Florence Thomas para poder contar su experiencia de abortar. Sí, todas y todos callan “para no desordenar la tan mal nombrada limpieza y pureza religiosa alrededor de la sacrosanta maternidad”.

¿Por qué mejor un testimonio que un ensayo? Porque es necesario decirlo: “El aborto tiene que volverse palabras, palabras arrancadas del cuerpo de millones de mujeres”. Y, ¿por qué hacerlo solo ahora, después de tanto tiempo? Porque la situación de Colombia en 2010 es similar a la de Francia en 1965, antes de mayo del 68, antes de la Ley Veil que legalizó el aborto en 1975. Aquí, desde 2006, el aborto está despenalizado para tres casos excepcionales –malformación del feto incompatible con la vida, embarazo producto de una violación y peligro para la salud o la vida de la mujer–, pero fuera de ellos, insiste Florence, “el aborto de miles de mujeres sigue siendo ilegal y clandestino en un país aún muy conservador que no logra asumir los enunciados ni de la laicidad, ni de un Estado social de derecho promulgado por la Constitución de 1991”.

Por cierto, los casos presentados en este libro de mujeres que coinciden exactamente a las causales previstas en la legislación colombiana y han acudido a los servicios de salud para que les practiquen un aborto son kafkianos. Mencionemos solo uno: Adriana, una niña de 13 años, de la costa atlántica, violada por su padre y embarazada, con denuncia de la Fiscalía en la mano, no es atendida por el hospital de su pueblo: “Qué pena pero es que nosotros somos nivel uno de atención, lo que significa que no podemos atenderle a Adriana y la tenemos que remitir al hospital de la capital”. Pero en Sincelejo, en un hospital de nivel tres, con salas de parto y servicios de ginecología y obstetricia, tampoco es atendida. La excusa: todos los médicos son “objetores de conciencia” y dicen tener un contrato con la EPS que “no reconoce el servicio de interrupción voluntaria del embarazo”. Un funcionario de Bienestar Familiar que ayuda a Adriana interpone una tutela. El juez ordena atender a la niña y a la EPS, que cumpla con su responsabilidad. El hospital se niega a acatar la tutela, lo mismo que otros hospitales requeridos por la EPS. Con los trámites y las negativas, ha pasado el tiempo: Adriana tiene 24 semanas de embarazo, ya requiere un procedimiento más complejo –dilatación y evacuación–, según la Organización Mundial de la Salud. Médicos Sin Fronteras les paga los tiquetes a Bogotá y La Mesa por la Salud de las Mujeres asume la manutención y consigue que un hospital público atienda a Adriana por Urgencias. La madre firma el consentimiento, respetando la decisión de la niña: “Es que yo soy una niña, acabo de cumplir 13 años; a mí me gusta jugar con muñecas y ver muñequitos… cómo es posible que a mí me vayan a obligar a tener un hijo que yo no quiero y mucho menos un hijo que es de mi papá”. Finalmente la atienden sin complicaciones, fin del calvario, regresan a su pueblo sabiendo en carne propia que en Colombia las mujeres tienen que hacer valer sus derechos contra muchas personas e instituciones recalcitrantes, entre ellas el señor Procurador General de la Nación, quien ha decidido anteponer sus convicciones religiosas a sus deberes legales.

Florence quería únicamente dar su testimonio, pero no pudo. Además de estos casos, presenta sus argumentos a favor de la libre opción de decidir y el valeroso e inteligente discurso de Simone Veil ante la Asamblea Nacional de Francia, que convenció a un gobierno conservador. Nadie puede impedir que las mujeres no quieran tener un hijo para el cual no se sienten todavía capaces de atender ni emocional ni materialmente; pero luego, en el momento justo, podrán llegar a ser las madres más atentas y responsables del mundo. En 2015, vaticina Florence, Colombia despenalizará el aborto sin restricciones. ¿Por qué no? España, la católica Madre Patria, acaba de hacerlo.