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Galería: Pobre Catatumbo

“Mi mujer se quedaba como muerta después de cada ataque”, cuenta Pedro Márquez, enseñando la imagen de su casa en Las Mercedes, destruida por un cilindro de las Farc. Ahora, junto con su familia, se ha desplazado a Cúcuta, donde vive con sus padres. Las Mercedes.

Foto: Álvaro Sierra /
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Galería: Pobre Catatumbo

Elrío Catatumbo, a su llegada a La Gabarra arrastra ya un caudal importante y es navegable para lanchas de poco calado. Esta es la autopista del Catatumbo, por la que circulan toda clase de mercancías, legales e ilegales. En sus orillas, río arriba, pueden verse indígenas Motilón-Barí pescando y alguna ocasional ‘cocina’ de pasta base de coca.

Foto: Álvaro Sierra /
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Galería: Pobre Catatumbo

El parque de Las Mercedes, donde antes jugaban los niños, se la pasa desierto desde que empezaron los ataques guerrilleros contra el puesto de policía, ubicado muy cerca. Ante el peligro de ser alcanzados por una bala perdida o una esquirla, los niños juegan ahora solamente en los predios del colegio, que está más retirado.

Foto: Álvaro Sierra /
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Las garitas reforzadas con sacos de arena y las calles cerradas en las cercanías de las estaciones de policía, como en Las Mercedes, son evidencia del ambiente de guerra que se vive en los pueblos del Catatumbo.

Foto: Álvaro Sierra /
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Galería: Pobre Catatumbo

El hermoso parque de Ocaña al atardecer oculta la dura realidad que ha vivido la ciudad en estos años. “Todo lo que pasa en el Catatumbo se refleja aquí”, dice un exfuncionario municipal, refiriéndose a los miles de desplazados que llegaron de esa región, buscando abrigo en la segunda ciudad de Norte de Santander, que estuvo por un buen tiempo bajo el ojo de los paramilitares.

Foto: Álvaro Sierra /
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El último retén militar que se encuentra en la vía entre Ocaña y El Tarra, a la salida de Convención, cuando empieza la carretera sin pavimentar, revisa todos los vehículos. Sin embargo, camiones cargados de gasolina y otros insumos necesarios para el procesamiento de la coca pueden verse más adelante en el camino. “Bajan los martes y los viernes y pagan su ‘peaje’”, dice un conductor. San Pablo.

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Ni en San Pablo ni en el cercano poblado de El Aserrío hay presencia policial o militar. Después de la bonanza de la coca en La Gabarra, el cultivo se ha movido en años recientes a las zonas rurales de de los alrededores, pertenecientes al municipio de El Tarra. La presencia de las Farc no solo se siente en el ambiente sino que se percibe en los letreros con los que ‘censan’ las casas. El Tarra.

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Un soldado custodia el puesto de ingreso, reforzado en concreto y sacos arena, a la base militar que está en pleno casco urbano de El Tarra, en la parte alta del pueblo. Aunque va en contravía de la legislación internacional, los militares sostienen que si la retiran la guerrilla podría asaltar la estación de policía. Cuando hay ataques, la gente que vive en los alrededores de la base se ve obligada a desplazarse.

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La única obra nueva que se observa en todo el recorrido por el Catatumbo es el puente de El Cable, el embarcadero sobre el río Catatumbo que está a 15 minutos en moto de Filo Gringo, una población sobre la carretera entre El Tarra y Tibú. De aquí parten las lanchas que hacen el viaje hasta La Gabarra y a la frontera con Venezuela, pues el río desemboca en el lago de Maracaibo.Río.

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Bernardino Carrero, en su último día como corregidor de La Gabarra, posa frente a una de las casas que siguen abandonadas después de la crecida del río Catatumbo, en noviembre pasado. El pueblo aún sufre los estragos del invierno, con muchas viviendas en sus calles más importantes llenas de barro y desechos que arrastró la creciente.

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Carmen, con sus cuatro hijos, vive ahora en la casa que albergó la tristemente célebre cárcel de los paramilitares en la veredad El 60, en la carretera entre La Gabarra y Río de Oro. En el patio de la casa aún está la estructura de cemento y barras de hierro oxidado en la que las AUC encerraban a las víctimas que se disponían a torturar y matar. Tibú.

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El parque principal de Tibú, la población petrolera del Catatumbo, poco dice sobre los índices de violencia que han castigado a este municipio, uno de los que más ha sufrido en Colombia la violencia del conflicto armado. Campo Dos.

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El casco urbano de El Tarra, a lo largo del río del mismo nombre, tiene unos 4.000 de los 10.000 habitantes del municipio. A la izquierda, en las afueras, la vereda Motilandia, donde se han presentado algunos de los enfrentamientos más fuertes entre las Farc y el Ejército, que tiene una nueva base allí. Cerca de allí está también el puente averiado por el invierno, que impide el paso hacia Tibú. El Tarra.

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Desde que la guerrilla voló el puente de la carretera que conecta a Tibú con Cúcuta, el único modo de cruzar el río en Campo Dos es este ferry de tabla improvisado movido por un par de motores fuera de borda, en el que un par de muchachos cobran por pasar un carro a la vez. El paso se cierra hacia las nueve de la noche.

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