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ABRIENDO PUERTAS

Ahora que Colombia se ha convertido en exportador de futbolistas, el gran reto del campeonato local es mantener el nivel sin sus principales figuras.

30 de septiembre de 1996


ENTRE ÉXITOS Y FRACASOS, Y EN MEDIO de críticas y alabanzas, la realidad es que pocos desconocen que la selección Colombia ha sido durante el último decenio una buena vitrina para ofrecer en el exterior a los futbolistas nacionales.
Los buenos resultados a nivel internacional conseguidos durante los últimos diez años, exeptuando el rotundo fracaso durante el mundial de USA 94, hicieron que los ojos de importantes ligas del mundo voltearan su mirada hacia el fútbol criollo. Es así como hoy Colombia ha logrado abrirse un espacio entre legendarios exportadores de futbolistas como Brasil y Argentina, y está al lado de países que tiene muchos más pergaminos futbolísticos como Chile, Uruguay y Paraguay.
Este año los cariocas tienen jugando fuera de su país a 397 futbolistas en primera división =30 de ellos en Portugal=, la legión extranjera de gauchos está conformada por 289 profesionales, mientras que los colombianos cuentan esta temporada con 13 representantes en diferentes ligas (ver gráfico), seguidos por los chilenos, quienes tienen 12 jugadores en otros países =10 de ellos en mexíco=.
Aunque la venta de jugadores colombianos al exterior no es nueva, entre 1942 y 1996 se han realizado 83 transacciones, la verdad es que el 90 por ciento de éstas se ha concretado en los últimos seis años. El fichaje de Carlos 'el Pibe' Valderrama por parte del Montpelier de Francia en 1988 abrió un ciclo de exportaciones propiciado por la internacionalización que el balompié nacional vivió durante los años que Francisco Maturana estuvo al frente de la selección nacional.
"Los futbolistas colombianos son apetecidos porque tienen un buen trato del balón, y eso es apreciado en cualquier lugar del mundo, dice Carmona subeditor de deportes del periódico O Globo de Brasil. En los últimos años también han ido aprendiendo lentamente a adaptarse a las condiciones de vida en otros países, pero sobre todo tiene una ventaja inmesa, muy atractiva, parz ser contratados: en compa ración con los brasileños los argentinos son muy baratos "
Y es que este es uno de los puntos que más a favo recido el éxodo de nacionales a otras latitudes. Mientras el valor promedio de un jugador brasileño ronda los 6.8 millones y el de un argentino los 5.1 millones de dólares, el de un colombiano gira alrededor de los 3.2 millones de dólares. Esto no sólo es llamativo para los clubes del exterior sino que le ha permitido a los futbolistas colombianos ir abriendo espacios a otros compatriotas en el competido mercado de las contrataciones, pues como afirma Carmona "son buenos, bonitos y baratos ".
Aparte de beneficiar a sus arcas, este boom ha obligado a los clubes a reemplazar las figuras exportadas con jugadores jóvenes, lo cual sin duda fomenta la renovación. Sin embargo es precisamente este positivo punto el que puede llegar a convertirse en un dolor de cabeza para el balompié local si no se sabe manejar. En la actualidad son muy pocos los equipos colombianos que cuentan con políticas claras encaminadas a formar sus propios jugadores desde las divisiones inferiores. Y si la base es débil, de continuar las exportaciones, en pocos años el campeonato colombiano habrá perdido todas sus figuras y la escasa capacidad de renovación no podría garantizar que la nueva ola de futbolistas tenga la clase y la capacidad de la generación exportada.
Aunque para algunos pueda parecer exagerado, esta situación es algo por lo que han atravesado las tradicionales fábricas de futbolistas en Suramérica. "Cuando Brasil y Uruguay empezaron a vender a sus mejores jugadores en los 70, en ambos países nos quedamos sin ver un buen campeonato nacional durante algunos años, porque los jugadores nuevos salían de la nada y eran muy pocos los que tenían una capacidad futbolistica igual a la de quienes se fueron", dice Carmona.
Aunque es poco probable que en Colombia el campeonato 96-97 vaya a perjudicarse por la ausencia de sus principales figuras, las experiencias de brasileños y uruguayos son un campanazo de alerta para los clubes nacionales, que tendrán que replantear la formación de sus futbolistas desde ya para que el torneo local no se vaya a pique en el futuro. No sea que al boom del fútbol de los 90 termine pasándole lo que al boom del ciclismo en los años 80, que resultó siendo flor de un día por falta de una estructura sólida que permitiera el surgimiento ideal de la nueva generación de ciclistas.