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Dos maneras de ganar, dos maneras de trabajar, una final el domingo 13 de julio. | Foto: AFP

BRASIL 2014

Alemania y Argentina: dos caminos a una final

Son ejemplos distintos de lo que es un equipo. Esta es una radiografía de cómo han caminado para llegar a la final del 13 de julio.

Alejandro Pérez
10 de julio de 2014

Cerveza madura
Alemania, caso aparte, es el más equipo de los que fueron a competir y lo demuestra desde la ejecución de sus movimientos. La Mannschaft es menos coordinada que un cardumen, por poco, lo suficiente para desconcentrar al rival y vulnerarlo. Alemania destrozó a Portugal cuatro a a cero, empató con Ghana a dos goles y venció a Estados unidos por la mínima diferencia.

En octavos de final sobrellevaron el reto duro que fue Argelia –sí, un Argelia muy digno- con victoria en tiempos extra de 2 a 1. Contra Francia administraron un gol temprano y lo llevaron a buen puerto y en semifinales dieron el golpe de autoridad más resonante en la historia del fútbol mundial… uno que se quedará en anécdota si no ganan la final.

Por fortuna para ellos, sus jugadores encuentran espacios cuando quieren pasar y recibir. Donde se puede hacer daño al rival usualmente hay un jugador alemán, y si no, uno está pensando en llegar en cuestión de segundos. Y este jugador, detalle interesante, puede pasar, puede rematar, puede centrar, puede despegarse y montar un ataque. Khedira ha sido instrumental. Impresionante jugador que en mayo, en la final de la Champions League se vio lento y fuera de lugar.

El gol histórico de Klose, el 16, arrancó de un ataque por el lado derecho. Vino un pase rastrero largo, desde la línea lateral hasta la media luna del área brasilera. Un pase arriesgado para el resto del mundo, no para Alemania. Fernandinho trató de cortar el balón, extendió su cuerpo y quedó fuera de carrera. Toni Kroos recogió el balón serenamente, porque se le quedaba atrás, lo tocó suave a Thomas Müller que merodeaba en el punto penal y estaba rodeado de jugadores brasileros. El joven goleador endosó el cheque-balón a Miroslav Klose, que en carrera disparó dos veces, la segunda entró. Es un equipo-reloj.

Los jugadores pasan, quitan, apoyan en marca arriba y abajo. Lahm es caballeroso en sus quites, en sus incursiones en ataque, en sus remates a puerta. Los centrales se imponen por talla, claro, pero su ubicación es precisa, el uso del cuerpo al servicio de la defensa o del gol es notable. Recordar a Hummels protegiéndose y cercándose de Varane antes de anotar el cabezazo de gol definitivo en cuartos de final contra Francia es pertinente.

El trabajo de los de Löw ya suma casi ocho años, y como equipo es muestra de lo entrenado y el talento que conjuga. Claro, también se beneficia de una base en el Bayern de Múnich que mantiene más aceite en la máquina que el que tienen otras selecciones menos cohesionadas desde el trabajo diario.

El equipo apabulló como nunca nadie antes lo había hecho a Brasil en su patio. El equipo ya talló su nombre en la historia, pero no se privará de dejarlo todo para que la leyenda sea completa. Si Alemania vino a Sudamérica para ganar la Copa, que sea destrozando a Brasil en la semifinal y derrotando al aguerrido Argentina, los dos equipos más representativos del continente.

Bandoneón intenso
El de Argentina es un equipo distinto desde la construcción y desde los valores; una antítesis de lo hecho por Alemania en el proceso, mas no en el nivel de talento que reúne (un equipo con Messi es un equipo con mucho talento). La selección de Sabella no lució favorita jamás, hasta que lo hizo, hasta que entró a una final, y fue una que forjó su estilo de juego en medio de las dudas, las lesiones, los rendimientos cuestionables y las críticas.

Pero es un distinto tipo de favorito. El argentino en Brasil es el fútbol realista, el que busca desactivar primero, defendiéndose en su campo, y luego con ráfagas de velocidad sale al ataque y busca hacer diferencias. Para esta misión Sabella cuenta con Messi y con Di María… y si Di María no puede estar -¿llegará a la final?- apareció Lavezzi para crear temor por derecha y buscar con centres templados las llegadas de Higuaín.

La albiceleste no dejó de avanzar, un secreto sencillo, y en el proceso fue graduando de héroes a diferentes figuras. En la primera ronda vimos la obra de “Messi salvador” con goles claves contra Bosnia, Irán y Nigeria. En la ronda de Octavos fue Di María con un pepazo frío de sangre el que eliminó a Suiza a dos minutos de los penales, en la ronda de cuartos Higuaín aleccionó rápidamente a los belgas y en la semifinal aparecieron Mascherano, Biglia y Sergio Romero para sellar un empate y una definición por penales exitosa.

La semifinal fue el primer partido que no ganó Argentina. Pero llevó más peligro a la portería de Cillesen del que llevaron los holandeses a Romero, avanzó con plena justicia. Y ahora parece impasable. Holanda no pudo armarle situaciones de gol, un equipo que le anotó cinco veces a España, tres a Australia, dos a Chile, dos a México y cero a Costa Rica. Sí, una Holanda anotadora pero que llegó a semifinales con curva de goles en decadencia, Alemania llega a la final en las antípodas, después de anotar la mayor cantidad de goles en un partido del torneo.

En todo ese camino a la final del 13 de julio, el equipo suramericano encontró su balance con estallidos de sus figuras y con algo de suerte: el penal no pitado a favor de Irán, el palo increíble al finalizar Argentina Vs. Suiza y algunos cabezazos cercanos de los belgas en los minutos dramáticos reafirman que los aires fueron buenos para la fortuna argentina. Pero la fortuna no es nada si no se sabe facturar, y eso es lo que ha hecho el combo de Sabella, con garra, descubrimientos y ajustes sobre la carrera, suerte y bombas de talento.

Nada enorgullecería más al pueblo argentino que ver a su selección vencer a Alemania en suelo brasilero. El guión parece escrito por Julio Grondona -para sellar su legado como presidente de la Federación de Fútbol Argentino- o por cualquier argentino de a pie, que vería varios de sus sueños cumplirse al tiempo: proclamarse rey del fútbol mundial en casa de su mayor rival contra quien lo privó de un título en 1990, pero al que ya venció en el 86. 
Complicado y laberíntico, como la personalidad del país entero.