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Bajo una lluvia de papel picado tricolor, el Cùcuta celebró en diciembre de 2006 la primera estrella. Arriba, el equipo celebra en casa del Toluca estar entre los mejores ocho de la Libertadores. Derecha, el argentino Juan Manuel Marínez fue la figura de la eliminatoria ante los mexicanos al marcar tres goles en el partido de ida, jugado en el General Santander

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Cerca a la gloria

Los equipos de fútbol están tomando medidas especiales cuando al frente ven 11 camisetas rojinegras; saben que si no se cuidan, terminarán perdiendo por goleada. No se trata del Milan, es el Cúcuta Deportivo.

12 de mayo de 2007

Era la 'cenicienta' del torneo colombiano, eterno colero; los rivales lo miraban con desdén; del General Santander, su estadio, decían que era el más grande del mundo porque nunca se llenaba y si sólo dos veces bajó a segunda división es porque apenas a partir de 1992 se implantó el descenso en el país.

Hoy el Cúcuta Deportivo es el campeón defensor del fútbol colombiano, está entre los mejores ocho clubes del continente después de golear al Toluca y fue el primero de los 16 equipos de la Copa Mustang en conseguir su clasificación a los cuadrangulares semifinales, pese a afrontar parte de la liga con un equipo emergente. Pasado y presente de un equipo chico que supo ganarles a todos los grandes.

Antes de Ramiro Suárez

Antes de diciembre de 2006 eran escasas las razones que tenía el Cúcuta para celebrar. Pese a haber sido fundado en 1949 por 1.700 socios que pagaron 10 pesos por cada acción, su primer título oficial no llegó sino en 1996, cuando fue campeón de la primera B.
Pero el fervor popular no alcanzaba para hacer buenas campañas. Pese a arrancar la era profesional con los uruguayos Eusebio Tejera y Shubert Gambeta, héroes del Maracanazo, el equipo no pasaba de ser un mero animador e incluso debió retirarse del torneo en 1954 por falta de recursos.

Lo mejor pasó en 1964, cuando a la última jornada llegó un punto por debajo del líder, Millonarios. La Navidad estaba cerca y Once Caldas era el rival. Los jugadores quisieron aprovechar el viaje para vender artículos traídos de Venezuela y al llegar a Manizales aprovecharon que el técnico dormía por el cansancio del viaje y salieron a las calles a vender la mercancía. El equipo perdió 2-1 y debió conformarse con el subcampeonato. En esa ocasión el hambre física le ganó al hambre de gloria.

Haber tenido en sus filas a Arnoldo Iguarán, Faustino Asprilla y Juan Ramón Verón, haber coronado como goleadores del campeonato a los uruguayos José Omar Verdún y Nelson Silva Pacheco, y clasificar entre los ocho mejores en 1978, 1980 y 1988 eran las gestas de mostrar. Tan austero era su palmarés, que ganar en Bogotá tras 26 años de sequía (del 66 al 92) fue celebrado casi con euforia.

El ascenso fue moneda de cambio en los 90. Descenso en el 95, ascenso un año después y regreso a segunda en 1997. La familia Pachón era dueña del club y mientras Efraín manejaba la parte administrativa, Moisés se encarga de la dirección técnica.

Después de Ramiro Suárez

Pero tras ocho años en la B, serios problemas económicos y con el estadio incompleto y destartalado, apareció en el panorama Ramiro Suárez Corzo. Una de las banderas de su campaña a la Alcaldía de Cúcuta fue salvar al club y lo primero que hizo cuando asumió en 2004 fue liderar la compra del equipo pese al deseo de Pachón por mantenerlo. Al final el negocio se hizo por 1.200 millones de pesos.

La inyección de capital no se hizo esperar y sólo un año después se logró el ascenso, de la mano de Álvaro de Jesús Gómez, que en 2002 había hecho lo mismo con Centauros de Villavicencio. Pero las aspiraciones iban más allá de cambiar los viajes en bus de la B por el de aviones en la A, y para reaparecer en primera se buscó a Jorge Luis Pinto como entrenador. Una reunión de tres minutos fue suficiente para llegar a un acuerdo y Pinto, apenado, le dijo a Suárez que alargaran la reunión para que no pensaran que no era seria.
La gestión del hoy seleccionador nacional tuvo éxito inmediato. En el primer semestre de 2006 clasificó a los cuadrangulares semifinales y sólo tres puntos separaron al equipo de disputar la final. En el segundo intento se logró el campeonato, que significó el fruto recogido tras tanto sufrimiento. La transformación de la institución incluía también un nuevo escudo que al comienzo fue resistido. Hasta el obispo de la ciudad afirmó que en su diseño se veían cachos y garras como de demonio.

La clave del Cúcuta no es un secreto. El club tiene el apoyo de todos, desde el Alcalde hasta el último habitante del departamento, lo que ha permitido que su patrimonio haya ascendido a 4.000 millones. Con una nómina de jugadores desahuciados por otros equipos, el plantel sabe que más que nombres, tiene hombres.

Así, los héroes del título profesional fueron Jorge Luis Pinto, el uruguayo Charles Castro y el goleador Jorge la 'Babilla' Díaz, además de Macnelly Torres, que marcó el gol del título contra el Tolima. Ahora Norte de Santander delira con el panameño Blas Pérez, que pese a que el Deportivo Cali es dueño de su pase, ha dicho que no quiere abandonar Cúcuta, el argentino Juan Manuel Martínez, el joven Álex del Castillo y otro Jorge Luis, Bernal, técnico que sucedió a Pinto. El veterano entrenador dirigió al Tolima en la final perdida contra Cúcuta y no se lo pensó dos veces cuando le ofrecieron el cargo, no sólo por el reto profesional, sino porque le quintuplicaron el sueldo: de cinco millones mensuales que ganaba en Ibagué pasó a recibir 25.

Pero el alma de este fenómeno es Ramiro Suárez, que asegura que asumirá la presidencia del equipo cuando deje la Alcaldía de la ciudad. Al cargo público llegó con el 62 por ciento de los votos, pero como dirigente deportivo tiene el ciento por ciento de apoyo, como queda demostrado cada vez que es ovacionado por el público en el General Santander, estadio ya no es ese vetusto escenario sin iluminación artificial y con apenas la tribuna oriental. Hoy, completo y remodelado, le caben 42.000 personas, una mala jornada no baja de 20.000 asistentes y 250 millones en taquilla y sueña con ser sede de la Selección Colombia. Todos estos factores hacen que el Cúcuta esté viviendo un sueño del que no quiere despertar; está lejos de ser un grande del fútbol colombiano, pero ¿quién dice que no va por buen camino?