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CONTRA EL RELOJ

Con una inversión de 24 billones de pesos, Italia está corriendo para cumplirle al mundo.

25 de junio de 1990

Por estos días, un solo nombre acapara la atención y las críticas de los italianos. Ni Maradona, ni Gullit se nombran tanto en la península como Luca Cordero de Montezemolo, director del Comité Organizador Local del Mundial Italia-90. Y las razones para que este joven ejecutivo esté en la mira de todos no son pocas. A escasas tres semanas de que se de el pitazo inicial y la bola ruede ante la mirada de cientos de millones de aficionados en el mundo entero, son muchos los detalles que no se han terminado y abundantes los peros que se le han puesto a la labor de este hombre.

Organizar una copa mundial de fútbol no es cosa fácil. Fuera del aspecto netamente deportivo, del que se encarga la FIFA, el país anfitrión debe llenar innumerables requisitos, cada vez más exigentes, para que el máximo espectáculo deportivo del mundo -por encima de los Juegos Olímpicos, de la Serie Mundial de béisbol y de la final del fútbol americano- salga a pedir de boca. Esta fue la misión que se le encomendó a Montezemolo quien, pase lo que pasare, deberá tener todas las obras terminadas para el 8 de junio.

Hijo de un encumbrado diplomático, ex director deportivo de la casa Ferrari, amigo íntimo del dueno de la FIAT -Gianni Agneliy uno de los play boys de moda en su país, Montezemolo está enfrentando ahora el fracaso que implica no haber cumplido con las fechas de entrega de los escenarios deportivos. En un comienzo, estaba planeado que las obras se terminaran para octubre del año pasado. Hubo una prórroga hasta finales de abril que tampoco se cumplió, y esta es la hora en que se han entregado menos de la mitad de los estadios.

Uno de los casos más graves es el del estadio San Siro de Milan, sede del primer encuentro de la Copa, entre Argentina y Camerún, cuya gramilla debió ser cambiada en su tolalidad. El pasado 4 de abril, durante el partido entre el Milán y el Bayern Munich, los aficionados pudieron apreciar que en amplios sectores del campo de juego el pasto prácticamente no existía. Esto obligó al temprano cierre del coliseo para someterlo a un tratamiento intensivo que incluye la siembra de un pasto especial -del que se ufanaban mucho los milaneses- que demora por lo menos un mes en crecer lo suficiente. Con cuidados extremos, la organización esta pendiente de la evolución de los trabajos, pero de antemano habrá que esperar a que la FIFA, días antes del encuentro inaugural, le de su visto bueno al campo.

Pero Milán es sólo uno de los puntos de discusión. Durante los trabajos en el estadio La Favorita, en Palermo, varias torres de acero se fueron al piso y mataron a cinco obreros. Fue entonces cuando se descubrió que la empresa encargada de la concesión había subcontratado partes de la obra con pequeñas compañías, pese a que el contrato lo prohibía expresamente. Así, La Favorita sólo podrá entrar en funcionamiento tras la aprobación de un amplio grupo de peritos que revisarán centímetro a centímetro los trabajos para poder garantizar la seguridad de los asistentes.

Y si en Palerno llueve, por Génova no escampa. Para comenzar, a la firma constructora le fallaron los cálculos en los trabajos de remodelación y cuando estaban a punto de entregar la obra, se dieron cuenta de que desde un sector de la tribuna no se veía la totalidad del campo de juego. Varios millones de liras costó superar el inconveniente para que ahora surgiera otro: el sistema de drenaje de la cancha quedó defectuoso y un aguacero moderado puede convertirla, en pocos minutos, en una piscina. Las cosas han llegado a un extremo tan grave, que el Parlamento pidió la conformación de un grupo de expertos para que revisaran el funcionamiento de la organización que maneja Montezemolo. Y tiene toda la razón, ya que el Gobierno, en un acto de infinita generosidad, desembolsilló el equivalente a cerca de 1.4 billones de pesos para la realización de 236 proyectos mundialistas, que incluyen la construcción de estadios nuevos en Turin y Bari, y la reconstrucción y remodelación de otros diez. Sólo en el plan de estadios, se cálcula que la inversión estará por los lados de los 564 mil millones de pesos. Pero a estas alturas, como si se tratara de cualquier proyecto en un país tropical, las proyecciones se quedaron cortas y ahora los gastos suman los 2.5 billones de pesos.

Las investigaciones adelantadas por el Parlamento han descubierto que mucho de ese dinero se utilizó en trabajos que poco o nada tienen que ver con la Copa Mundo, como la ampliación del puerto de la isla de Ischia o la construcción de una autopista en el valle de Aosta. Y como si lo anterior fuera poco, se está tras la pista de cientos de millones que al parecer se quedaron enredados en los bolsillos de intermediarios, padrinos políticos y otros miembros de la fauna burocrática.

Y, a la hora de dar explicaciones, Luca de Montezemolo será quien ponga la cara en primera instancia, como responsable del Comité Organizador Local. Tal vez por eso, por estar en medio de la tormenta y porque así las cosas salgan bien, con seguridad habrá lunares que no le perdonarán; este hombre ha dicho que nunca repetiría la historia. Un Mundial es cosa seria. Y, según la experiencia ajena, todo parece indicar que Colombia se salvó de un buen descalabro cuando renunció a ser sede de la Copa Mundo de 1986.-