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DE HEROE A MENDIGO

Por haberse atrevido a enfrentar a las vacas sagradas del fútbol internacional, Jean Marc Bosman está en la miseria.

2 de junio de 1997


SI HAY ALGUIEN que pueda decir que ser héroe no vale la pena es el futbolista belga Jean Marc Bosman. La última de sus desgracias ocurrió el domingo de la semana pasada. Ese día la Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales Aifp, que preside el argentino Diego Armando Maradona, organizó un partido en el estadio olímpico de Montjuic en Sevilla, España. El objetivo del encuentro, para el que fueron invitados 28 jugadores de todo el mundo entre los que estaban Maradona, Eric Cantona, Gianluca Viali y los colombianos René Higuita y Edison Mafla, no era otro que el de recaudar fondos para ayudarle a Bosman con su difícil situación económica. Al encuentro asistieron cerca de 3.000 personas y la totalidad de la taquilla ni si quiera alcanzó para cubrir los gastos del partido. Todo quedó en buenas intenciones y al belga no le quedó más remedio que resignarse a seguir en la pobreza.
La tragedia de Bosman comenzó en 1990 cuando, a los 26 años, decidió demandar a su club, el Lieja, por disminuir en un 60 por ciento sus ya exiguos ingresos ganaba 4.000 dólares al mes e impedir su traspaso a otro club que le ofrecía mejores garantías. Cinco años más tarde Bosman dejó de ser un mediocre y anónimo jugador y saltó a la fama in ternacional en diciembre de 1995, cuando ganó su demanda ante la Corte Europea de Luxemburgo máximo órgano de justicia en la Unión Europea y su caso terminó modificando todo el sistema de transferencias de jugadores de la Uefa y la Fifa (ver SEMANA # 719). Sin embargo, pese a los 450.000 dólares que recibió como indemnización, dinero que debia a sus abogados, su vida se vino a pique en esos cinco años.
Desde que inició la demanda Bosman quedó prácticamente vetado para trabaiar en cualquier actividad relacionada con el fútbol, pues al enfrentar al club en los tribunales atacó la estructura misma del sistema de traspasos. En represalia todos los equipos de Europa le cerraron las puertas. Para pagar a los abogados, que durante esos años llevaron su caso desde el tribunal de Lieja hasta la Corte Europea, el jugador debió vender su auto y su casa. Al no conseguir quien le diera empleo en la única actividad que conocía, el fútbol, comenzó a peregrinar por diversos empleos que iban desde barman hasta conductor de una panadería, pasando por obrero de construcción. En 1993 la situación económica lo llevó no sólo a caer en el alcoholismo sino a terminar viviendo en un cuarto de la casa de su familia. Su esposa no soportó más y lo abandonó. Sus antiguos compañeros de equipo también se fueron alejando poco a poco y Bosman aguantó solitario desde amenazas de muerte hasta la oferta de un millón de dólares que varios clubes le hicieron para que desistiera del proceso.
Bosman prefirió seguir hasta las últimas consecuencias.
A los 33 años Jean Marc no tiene empleo y sigue viviendo de la caridad de su familia. Sin embargo, pese a lo increíble de su historia, que bien podría superar a las más complejas telenovelas venezolanas, el único consuelo que le queda es que logró cumplir su sueño de infancia entrar en la historia del fútbol, no importa que no hubiera sido por su habilidad dentro de la cancha.