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DOBLE JUEGO

En los Panamericanos de Indianápolis, más política que deporte.

14 de septiembre de 1987

Después de una semana de competición, los Décimos Juegos Panamericanos, que se celebran en Indianápolis, se han caracterizado más por los hechos extradeportivos que por el rendimiento de los atletas en competencia.
En el plano deportivo han sido pocas las sorpresas: como estaba previsto, la rivalidad entre Estados Unidos y Cuba ha sido el hecho más importante, pese a la notoria superioridad de los norteamericanos. De ahí en adelante ha sido poco lo destacable.
Tal vez la más importante fue la eliminación del superfavorito Carl Lewis en los 100 metros planos. Por el lado de Colombia, la actuación ha sido decorosa, especialmente por la medalla de oro en patinaje de Luz Mery Tristán, pese a la escasa preparación de los competidores y a la improvización que acompaña a una delegación que tiene casi tantos delegados como deportistas; las mayores ilusiones, que estaban fincadas en la selección de fútbol, se desvanecieron ante la catástrofe sufrida contra Guatemala el pasado miércoles, y que confirma la baja forma con que el deporte nacional llegó a los Juegos de Indianápolis.
Pero los problemas extradeportivos comenzaron antes de la ihauguración de las justas. La llegada de las delegaciones demostró que hasta "al mejor tirador se le va la pava": los norteamericanos adecuaron el fuerte militar Benjamin Harrison como Villa Olímpica, con capacidad para 4 mil 500 personas entre atletas, delegados y jueces. Pero antes de que la totalidad de las delegaciones arribará a la ciudad, el sobrecupo era de más de mil personas. Esto obligó a tomar medidas de emergencia que incomodaron a los asistentes (entre ellos a algunos deportistas colombianos que debieron ser reubicados), pues la alimentación, el transporte y las facilidades para entrenar sufrieron graves trastornos con los cambios de alojamiento. El segundo episodio comenzó el día de la inauguración. Mientras la delegación nacional desfilaba por la pista del autodromo de Indianápolis, los comentaristas de la televisión criticaban la vestimenta de los deportistas colombianos y señalaban como principal característica del país que "es el primer productor de cocaína en el mundo, aunque la mayor parte de sus ciudadanos respetan las leyes". La protesta formal por parte de la delegación colombiana no se hizo esperar, pero la organización no se hizo responsable del hecho, pues, las declaraciones fueron transmitidas por una cadena de televisión privada.
Mientras Colombia pasaba su trago amargo, los cubanos bebían el suyo. A la llegada de los caribeños, los miembros de la Fundación Cubano-Americana, formada por cubanos anticastristas radicados en Estados Unidos y encabezados por Armando Valladares, comenzaron a incitar a los atletas para que desertaran y se quedaran en Norteamérica. Al parecer la propuesta no tuvo mucha acogida y los miembros de la Fundación tomaron nuevas medidas. Durante la ceremonia inaugural una avioneta sobrevoló el escenario con carteles alusivos al gobierno de Castro y se repartieron volantes con instrucciones para quienes quisieran desertar. La policía tomó cartas en el asunto, pero el hostigamiento se hizo tan fuerte que, al finalizar el partido de béisbol entre Cuba y Antillas Holandesas, los jugadores cubanos debieron recurrir a los bates para defenderse de sus agresores. El juego de fútbol entre Cuba y Chile tuvo, como hecho curioso la expulsión de la barra anticastrista por parte del jefe de policía de la ciudad, después de que los representantes de la isla fueron hostigados física y verbalmente.
Por si lo anterior fuera poco, las quejas de los deportistas de todas las delegaciones están dirigidas al mal estado de algunos escenarios deportivos, como el "estadio" de fútbol que más parece una pista de motocross. Todo parece indicar que los juegos, que prometían ser fiel reflejo de la precisión y orden de los gringos, no son más que la imitación de unos juegos nacionales en Quibdó o de una convención nacional de algún partido político colombiano.