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Los hinchas de Santa Fe llenaron El Campín y festejaron con desmanes en los barrios aledaños. Se sacaban de encima tres generaciones de no celebrar nada

FÚTBOL

El cielo con las manos

El hambre de campeonatos de los equipos de Bogotá no se sacia con una copa alternativa celebrada como si fuera el Mundial. Hay que ganar la estrella.

Por Eduardo Arias, hincha de Santa Fe.
21 de noviembre de 2009

La última vez que Santa Fe ganó un torneo oficial un pasaje en buseta costaba dos pesos, Unicentro estaba en obra negra y Yo y tú era el programa bandera de la televisión colombiana.

Han pasado desde entonces 34 años y tal vez eso explique en parte la euforia sin límites que ha desatado entre los hinchas cardenales haber ganado la Copa Colombia, un torneo del que sólo tienen noticia quienes lo organizan y los verdaderos eruditos del fútbol. Euforia más que entendible entre los jóvenes seguidores del equipo, que jamás lo habían visto campeón, y que durante tantos años habían tenido que contentarse con el grito de guerra "Dale, Santafecito, dale que dale, primer campeón", en alusión a que Santa Fe ganó en 1948 el primer campeonato profesional de la historia.

Historia. De eso se han acostumbrado a vivir más y más los equipos de Bogotá. De un triunfo en un amistoso ante Real Madrid en 1952 por el lado azul. De haber dominado entre ambas escuadras los campeonatos de finales de los 50 y buena parte de los años 60, cuando ambos equipos eran los más poderosos del fútbol colombiano.

Pero, no nos digamos mentiras, ningún hincha por enfermo que sea del equipo, hace cuentas acerca de la Copa Colombia. Ningún hincha sigue la programación de los partidos de un campeonato que, en su fase previa a la final, a duras penas merece una ínfima cita en las secciones de deportes de los noticieros.  

Y, tampoco nos digamos mentiras, el otro finalista de la edición 2009 de la Copa Colombia no era precisamente el AC Milan o el Liverpool, sino un humilde equipo que acaba de perder la categoría en el torneo de verdad (la Copa Mustang) y al que Santa Fe en ningún momento de la fase final pudo superar. De no haber sido por un penal que le cometió Germán Centurión a Carlos Valdés, en el minuto 43 del segundo tiempo, los hinchas santafereños que llenaron El Campín se habrían ido del estadio con las manos vacías.

Es cierto, aquel encuentro ante el Deportivo Pasto no fue un partido cualquiera. Santa Fe, con nueve hombres, tuvo que luchar hasta extremos insospechados para obligar la definición con lanzamientos desde el punto penal. Definición que resultó larga y dramática. Pero no fue más que eso. Un triunfo sufrido en la final de un torneo menor.

Resulta revelador que estos hinchas santafereños que nos miran torcido a quienes hemos celebrado esta conquista en un tono mesurado, son los mismos que se burlaban de los seguidores de Millonarios cuando éstos festejaron como hazaña haber ganado la Copa Cafam, o haber eliminado por penales a Coronel Bolognesi, de Tacna, Perú, en la primera fase de la Copa Sudamericana 2007.

Estas exaltaciones desbordadas no son exclusivas de Colombia. Se dan en diversas latitudes y, sobre todo, en lugares donde, como Bogotá, viven más de la historia que del presente. En Uruguay, un país con dos Copas del Mundo en su haber y una historia deslumbrante, en los últimos años se ha vuelto costumbre que festejen, como si se tratara del Maracanazo, un empate a tres goles ante Senegal en el Mundial de 2002 de Corea Japón: a los jugadores los recibieron como héroes en el aeropuerto de Carrasco a pesar de haber sido eliminados en la primera fase. Aun la misma Argentina, en la pasada eliminatoria al Mundial de Sudáfrica 2010, celebró su agónico triunfo ante Perú (con gol en claro fuera de lugar de Martín Palermo) como si hubiera vencido a Brasil en una final de la Copa del Mundo.

Los hinchas de Santa Fe, una vez despertemos de este sueño de la Copa Colombia y aterricemos de nuevo en la fase definitiva del campeonato local, tendremos que asumirlo: el último título importante que ganó el equipo sigue siendo el de 1975 y la única manera de borrar la sequía, que sigue vigente, es con la séptima estrella.