Home

Deportes

Artículo

El fútbol por escrito

Los escritores también se han sentido fascinados con el fútbol. En medio de la Copa América SEMANA realizó una charla ficticia con algunos de ellos para conocer su visión de este deporte.

20 de agosto de 2001

Esta semana la Copa America entra en su recta final. Mientras en el campo de juego los equipos deciden cuál es el campeón en las tribunas el público sigue paso a paso las jugadas, pero también cuestiona la calidad

de los partidos, que no siempre llenan sus expectativas. Los escritores no son ajenos a esta pasión y por este motivo SEMANA, con base en textos dispersos de varios autores iberoamericanos, hizo una entrevista ficticia que acerca el tema del fútbol al de la cultura y, una vez más, rompe el viejo mito de que los intelectuales no la van bien con el deporte.

SEMANA: Por estos días sólo se habla de fútbol. ¿Por qué este deporte convoca a tanta gente?

Dario Jaramillo: El fútbol como tema, en otra de sus dimensiones religiosas, es el esperanto de las clases sociales, es la conversación del embolador con el encorbatado, del taxista con el doctor, del barman con el cliente ocasional, de la tertulia de barrio o de pueblo. Inclusive mis amigos que no saben de fútbol conocen mi adicción al DIM. En ese punto el fútbol me ha servido mucho en la vida pues pocos se fijan en mis verdaderos defectos y a la hora de burlarse de mí inexplicablemente atacan mi afición por el DIM.

SEMANA: Por qué cree que el futbol, un invento de unos señoritos ingleses, se convirtió en una pasión universal?

Jorge Valdano: Lo lúdico como necesidad encontró en la orgullosa Inglaterra un conjunto de reglas sabias y simples que en cada país fueron animadas por sentimientos distintos y diferenciadas por estilos distintos. Se hizo universal y popular: creó sus ritos y mitos. Es justo comprenderlo como cultura, igual de justo entenderlo como producto de consumo: es, en fin, auténtico hijo de su siglo.

SEMANA: ¿Por qué el fútbol es capaz de paralizar a países enteros?

Eduardo Galeano: Un periodista preguntó a la teóloga alemana Dorothee Solle: “¿Cómo explicaría usted a un niño lo que es la felicidad?”. “No se lo explicaría —respondió—. Le tiraría una pelota para que jugara”.

SEMANA: Ahora hay una gran preocupación por la táctica. ¿Eso ha perjudicado al fútbol como espectáculo?

Mario Benedetti: En una época había un centre-half y un centre forward, cada uno bien plantado en su comarca propia y capaz de distribuir el juego en serio y no jugando a jugar, como ahora, ¿no? El espectador veterano sabe que cuando el fútbol se convirtió en balompié y la ball en pelota y el dribbling en finta y el centre-half en volante y el centre-forward en alma en pena, todo se vino abajo y esa es la explicación de que muchos lleven al estadio sus radios o transistores, ya que al menos quienes relatan el partido ponen un poco de emoción en las estupendas jugadas que imaginan.

SEMANA: ¿Qué opina del futbol de toque? En estos tiempos parece un anocronismo

Jorge Valdano: El toque es a un equipo lo que la palabra a la sociedad: una manera de entenderse. Los amigos de la brutalidad lo desprecian por la misma razón que los autoritarios desprecian el diálogo: creen más en la fuerza. Al no entender el toque como búsqueda, muchos aficionados lo consideran insustancial,frívolo, ineficaz. La pasión, que tiene el defecto de la urgencia, nos lleva a reclamar envíos verticales, aunque eso condene a chocar o, en el mejor de los casos, a dividir el balón con el enemigo.

SEMANA: Hoy también se habla mucho del fútbol resultadista, ¿Está en contra de este término?

Jorge Valdano: Creo haberlo entendido: el resultadismo es salir a defender con fiereza el empate y, si te meten un gol, cambiar a los que corren por los que juegan bien y salir a atacar, también con fiereza, para lograr el empate (puesto que ahora se va perdiendo). Con perdón: ¿Si el resultadismo no da resultados se sigue llamando resultadismo?

SEMANA: Los entrenadores ya no tienen casi tiempo para trabajar con sus equipos. ¿Qué deben hacer para que su trabajo fructifique?

Jorge Valdano:Yo sé de un entrenador que le hizo comprar una vaca a su club para que los jugadores se responsabilizaran de su cuidado. Pretendía crear un espíritu granjero para fortalecer la solidaridad entre el grupo, pero al pobre entrenador lo echaron pronto y los directivos se quedaron sin saber qué hacer con la vaca. Los entrenadores sin vacas somos mucho más fáciles de echar, sobre todo en estos tiempos en que los plazos son insoportablemente cortos.

SEMANA: ¿Está pendiente de la selección de su país en esta Copa?

Eduardo Galeano: Yo no soy más que un mendigo de buen fútbol. Voy por el mundo, sombrero en mano, y en los estadios suplico: “Una linda jugadita, por amor de Dios”. Y cuando el buen fútbol ocurre, agradezco el milagro sin que me importe un rábano cuál es el club o el país que me lo ofrece.

SEMANA: Algo que se critica mucho en la actualidad es la falta de profesionalismo de los jugadores. ¿Qué piensa?

Javier Marias: La mayoría no hacen ni caso, detestan dormir y detestan los entrenamientos, y los grandes piensan en el partido sólo cuando salen al campo y ven que más les vale ganarlo porque allí hay 100.000 personas que sí llevan una semana dándole vueltas al enfrentamiento o pidiendo venganza contra los odiados rivales. Para los grandes los rivales sólo existen durante 90 minutos y nada más que por un motivo: están ahí para impedirles a ellos lograr lo que ansían, eso es todo. Luego podrían irse de copas con esos adversarios si no estuviera mal visto. El resentimiento pertenece a los jugadores mediocres.

SEMANA: Para esta Copa los estadios colombianos fueron readecuados. ¿Usted cómo los ha visto?

Alvaro Mutis: Los estadios: prostíbulos de la gloria.

SEMANA: ¿Por qué razón el más malo de un partido siempre termina siendo el pobre árbitro?

Eduardo Galeano: A veces, raras veces, alguna decisión del árbitro coincide con la voluntad del hincha, pero ni así consigue probar su inocencia. Los derrotados pierden por él y los victoriosos ganan a pesar de él. Coartada de todos los errores, explicación de todas las desgracias, los hinchas tendrían que inventarlo si él no existiera. Cuanto más lo odian, más lo necesitan. Durante más de un siglo el árbitro vistió de luto. ¿Por quién? Por él. Ahora disimula con colores.