Home

Deportes

Artículo

OPINIÓN

El reflejo de una camada

¿Por qué no aprovechar este envión olímpico y el espejo de esta magnífica camada, para privilegiar tanto los resultados como el camino para llegar a lograrlos? ¿Por qué no diseñar una política profunda y concienzuda que ampare al deporte que no tiene que ver con la imagen ni el score?

Pablo de Narváez
23 de mayo de 2012

En la portada del libro 'Colombia Olímpica, 75 años de presencia deportiva en el mundo', aparecen 7 de los 9 medallistas olímpicos que tiene este país en sucesivas instantáneas. El pesista Diego Salazar en el éxtasis del ejercicio donde levantó 136 kilogramos y se consagró en Pekín 2008; más abajo, congelado, Helmut Bellingrodt con la escopeta de tiro en sus manos, herramienta con la que consiguió la primera medalla para el país en Múnich 1972 (y repitió podio en Los Ángeles 1984); el beso increíble que le zampó a la presea de oro María Isabel Urrutia en Sídney 2000; la felicidad de la luchadora Jackeline Rentería en Pekín 2008; una foto fantástica en la que, para la posteridad, Ximena Restrepo, medallista en Barcelona 1992, corre un sprint a toda mecha y con notable hambre de gloria en su rostro; el instante de esfuerzo máximo de la pesista Mabel Mosquera en Atenas 2004; y en las mismas justas, la ciclista María Luisa Calle luce en su cabeza la corona con laureles que la viste como gran campeona.

Con Clemente Rojas y Alfonso Pérez, ambos boxeadores y medallistas en 1972, esa es la pequeña gran historia de los héroes del olimpo colombiano. Aunque ahí no concluye su huella en la historia universal deportiva, donde ha sabido crecer y llegar a ser potencia mundial o panamericana en patinaje, fútbol de salón, billar, por ejemplo, deportes que no hacen parte del Programa olímpico. Pero hablando de la competencia de los cinco anillos, las autoridades colombianas, amén del talento y la buena preparación de los atletas, están haciendo realidad aquel lema convertido en una meta, '100 deportistas a Londres'. Y varias empresas privadas se han vinculado a la causa, cosa para aplaudir. Hasta ahora van 105 atletas clasificados-aunque de esa cifra todos no están asegurados- superando con creces la figuración en Pekín, que fue de 67 atletas, todo un récord en aquel momento. Sin embargo, para Santiago Ramos, profesor del Departamento de Acción Física y Humana de la Universidad de Caldas, exdirigente y entrenador deportivo, la meta de cada país en los Juegos es tratar de ganar medallas y puntos (diplomas), pero no llevar determinada cantidad de deportistas, “porque, si ya cumplimos, ¿a qué vamos? Y por otro lado, ¿qué ganamos llevando 105 o 200 si no ganamos ni una medalla ni un punto? ¿Podríamos decir que quedamos contentos con esa actuación? ¡Claro que no!”, opina Ramos.

En China se ganaron dos medallas (Salazar plata y Rentería bronce), 12 diplomas honoríficos, que se entregan del primero al octavo lugar, y 48 puntos, que se alcanzan gracias a las medallas y los diplomas ganados. En Pekín, Colombia participó en 15 deportes, ninguno colectivo, y ahora a Londres van 17 deportes, sólo uno grupal: fútbol femenino. “Una delegación tan numerosa tendría que reflejarse en mejorar las posibilidades en cuanto a medallería, diplomas y puntos olímpicos, que son indicadores que no se tienen muy en cuenta para el progreso de un país”, opina Baltazar Medina, presidente del Comité Olímpico Colombiano (Coc). Nunca antes el deporte colombiano había tenido una camada tan nutrida, ni tampoco de tanta calidad. Lo que está claro, es que el deporte se ha convertido, aquí y también en tierras vecinas con necesidades imperiosas de equidad, en un valioso camino para salir adelante, en una fuente de ingresos y sustento, en la alternativa social y económica de puñados de muchachos de extracción humilde.

Muchos de nuestros grandes deportivas han nacido en barrios marginales, “y su éxito en la mayoría de los casos ha sido por una conjunción generalmente casual de talento, recursos familiares y un entrenador capaz y juicioso”, dice Ramos. En la base de la pirámide deportiva, aquí en Colombia, los esfuerzos son básicamente de los padres de familia y de las ligas o clubes, que normalmente cuentan con muy pocos recursos en la mayoría de los departamentos del país. Se ha desperdiciado mucho talento, por falta de verdaderos programas masivos de detección de talento. Cada liga, cada escuela de formación, cada centro de entrenamiento tiene su mapa. Los recursos destinados al deporte en Colombia no llegan al 0.6 del presupuesto nacional. Algo que agudiza la escasez de plata es la falta de prioridades regional y nacional. Algunos piensan que hay que invertir es en los deportes donde hay posibilidades de obtener resultados. Otros, con el argumento precioso de la igualdad, sostienen que hay deportes que también tienen derecho a crecer.

¿Por qué no aprovechar este envión olímpico y el espejo de esta magnífica camada, para privilegiar tanto los resultados como el camino para llegar a lograrlos? ¿Por qué no diseñar una política profunda y concienzuda que ampare al deporte que no tiene que ver con la imagen ni el score? Esto, para que los atletas cualesquiera sea su rango puedan estudiar y estén cubiertos por seguridad social; para que los deportistas vivan en condiciones dignas junto a sus familias y no tengan que esperar a ser campeones para tener una casa; para que tengan los escenarios y la implementación necesaria para entrenar; para que todos y no sólo los que figuran sean apoyados de alguna manera; y para unificar los procesos de formación de deportistas y así empezar, de una vez y desde los cimientos, a formar campeones.