Home

Deportes

Artículo

EL ULTIMO NOCAUT

Después de tocar en vida el cielo y el infierno, muere Carlos Monzón, uno de los más grandes de la historia del boxeo. Ahora comienza a ser leyenda.

13 de febrero de 1995

"A NADIE LE GUSTA ESTAR PREso, pero yo necesitaba parar un poco. Estaba viviendo a mil por hora y tenía que detenerme. Si no me hubiera pasado lo que me pasó, tal vez me hubiera matado en un accidente". Estas palabras, que Carlos Monzón pronunció hace apenas un año en una entrevista, resultaron premonitorias: cuando estaba próximo a salir definitivamente de la prisión y gozaba de un permiso, la muerte lo encontró, a las 5:57 de la tarde del 8 de enero, en una carretera provincial, de regreso a su celda en la penitenciaría de Las Flores, al sur de Santa Fe, Argentina.
Miles de personas desfilaron frente al ataúd abierto de Monzón. Las lágrimas que derramó Argentina son sólo comparables con las que rodaron por Carlos Gardel. Y como en el caso del cantante, Colombia fue el segundo país que más lamentó su muerte: en la memoria de muchos permanecen, imborrables, las imágenes de los dos combates entre Monzón y el cartagenero Rodrigo 'Rocky' Valdés. Si Monzón era visto entonces en el país como un enemigo, con los años se abrió paso la admiración por el púgil argentino.
La controversia y los contrastes marcaron su vida desde el principio. Monzón -'El Indio', como lo apodaban- nacido el 7 de agosto de 1942 en el humilde barrio de la Flecha, en Santa Fe, prefirió educarse en la calle en vez de encerrarse en las cuatro paredes blancas de su escuela. Con escasos 8 años se convirtió en lustrabotas y voceador de periódicos, un 'canillita', como le dicen los argentinos. Todos los días terminaba su jornada brillando los zapatos de los amantes de la noche que visitaban el bar Colón. Fue allí donde decidió convertirse en boxeador. Mientras lustraba a un cliente que narraba anécdotas sobre su vida en el Luna Park -el templo argentino del boxeo-, Monzón le preguntó si era difícil ser boxeador."No, es fácil -respondió el pugilista-. Hay que pegar y tratar de que no te peguen...". Y eso era, justamente, lo que hacía 'El Indio' todos los días en la calle. Quizás por esto a Monzón no le costó trabajo subirse por primera vez a un ring el 7 de octubre de 1959. Pero la fama tardó. Y estuvo a punto de tenerla, pero mala, en aquellas primeras peleas en que desde la tribuna le gritaban: "Flaco, dedícate a otra cosa".
Ya como profesional, su entrenador, Amílcar Brusa -el mismo que muchos años después convertiría en campeones mundiales a colombianos como Miguel 'Happy' Lora-, consiguió que Monzón peleara en el Luna Park en julio de 1963. Noche tras noche 'El Indio' subía a ese legendario cuadrilátero por unos cuantos pesos. Pero desde cuando sufrió una lesión en su mano derecha y nació Silvia Beatriz, su primera hija, fruto del matrimonio con Mercedes García, a Monzón le entró la idea de retirarse del boxeo y enrolarse en la Marina.
En enero de 1964 viajó a Buenos Aires y vistió el uniforme militar. Pero tan sólo por ocho semanas, por cuenta de un recto de derecha en la cara de su superior. Este episodio, además de marcar el inicio de la vida conflictiva del campeón argentino, hizo que 'El Indio' se dedicara definitivamente a ganarse la vida dando y recibiendo trompadas. El mismo lo reconoció en una entrevista que le concedió a El Gráfico en 1971: "Siempre he dicho que si no hubiera tenido líos en la Marina, todavía estaría con el uniforme blanco. No dejé el boxeo por la 'mala suerte' de que no servía para nada más".
Monzón obtuvo el campeonato argentino en 1966 y cuatro años después la oportunidad soñada. Mientras construía personalmente su primera casa en Santa Fe, el empresario 'Tito' Lectoure llegó con la gran noticia: el 7 de noviembre de 1970 Monzón debería estar en Roma para disputar el título mundial con el italiano Nino Benvenuti. Cuando 'El Indio' viajó a Italia muy pocos creían en su victoria. Incluso Brusa y Lectoure la consideraban un imposible, tal y como se lo confesaron la víspera del combate a uno de los pocos periodistas argentinos que asistió a la pelea. "Esperemos que haga un buen papel. Se lleva buena plata y todavía tiene cuerda para seguir peleando en Argentina", fue la opinión de promotor y manager.
El periodista subió a su habitación y, al pasar por la del boxeador, observó la luz filtrándose bajo la puerta. Golpeó, encontró a Monzón leyendo y le preguntó: ¿qué pasa mañana? "No tengas ninguna duda, mañana soy campeón del mundo", respondió el boxeador, quien de paso le pidió: "Mirá, yo tengo unos manguitos (pesos), haceme el favor y jugalos a mi triunfo, y si tenés algo, kigátelo también"
Ambos ganaron sus apuestas. Y a partir de entonces 'El Indio' enfrentó y venció a los mejores del mundo en su categoría, que era entonces una de las más excelsas del mundo. Su largo jab dando un paso atrás, su pegada violenta y su agilidad de liviano en una categoría más bien pesada le permitieron acabar con la carrera del cubano-mexicano José 'Mantequilla' Nápoles, fulminar a los franceses Jean Claude Bouttier y Gratien Tonna, vencer a Emile Griffith -el ídolo estadounidense- y derrumbar a Bennie Briscoe, el gigante calvo que siempre peleaba con la estrella de David bordada en su pantaloneta y quien perdió también con Valdés. Era un monstruo del boxeo que tenía tiempo hasta para filmar películas con su nueva compañera, la vedette argentina Susana Giménez, y tener un romance de una semana en París con la famosa actriz suiza Ursula Andress.
En 1976 apareció el último hombre que podía disputarle el título con buena opción: Rodrigo 'Rocky' Valdés, un morocho colombiano de pegada fulminante. La negativa de Monzón a enfrentarlo desató la leyenda de que le temía y obligó al Consejo Mundial de Boxeo (CMB) a quitarle al argentino el título, que sólo le siguió reconociendo la Asociación Mundial de Boxeo. El CMB hizo entonces una eliminatoria entre Valdés y Briscoe, y el colombiano se coronó campeón. La unificación del título se hizo entonces inminente. El 26 de junio de 1976, en Montecarlo, 'El Indio' venció por puntos al 'Rocky'. Un año más tarde, el inolvidable 30 de julio de 1977, vino la revancha, la cual los especialistas del boxeo siguen recordando como una de las peleas del siglo (ver recuadro).
Toda Europa -del Príncipe Rainero, anfitrión alguna vez de Monzón, para abajo- estuvo pendiente del combate y pocos olvidan que artistas de la talla de Omar Sharif - quien apostaba grandes sumas de dinero por Valdés- y Alain Delon, quien lo hacía por Monzón, animaban el ring side. Poco tiempo después, con Valdés entre los invitados especiales y ya convertido en uno de los mejores amigos del argentino, el mismo Delon celebró una comida en la cual Monzón anunció su retiro.
La edad de oro quedaba atrás, lo mismo que Susana Giménez. En el corazón de 'El Indio' se instaló otra mujer: la bailarina uruguaya Alicia Muñiz, quien, como sus antecesoras, fue víctima de los mismos puños que hicieron campeón mundial a Monzón. Lo fue hasta tal punto que en la noche del 14 de febrero de 1988, los golpes de éste la lanzaron por el balcón de un apartamento en Mar del Plata.
Monzón, quien había tocado el cielo con las manos, sucumbió entonces en el infierno, del que apenas empezaba a salir el día en que la muerte lo atrapó. En los años 70 había logrado una de las cosas más elevadas que puede hacer un hombre: triunfar mundialmente representando a su país. Pero a finales de los 80 hizo una de las más bajas: matar a su mujer. Fue una vida con lo mejor y lo peor que Alain Delon pensaba llevar al cine con Monzón interpretándose a sí mismo. Algo que ya no será posible, por fortuna quizás, pues incluso la mejor película hubiera estado muy por debajo de lo que fue la realidad.


AQUEL 30 DE JULIO DEL 77
MILLONES DE colombianos quedaron paralizados al escuchar el campanazo que dio inicio a la segunda parte de una pelea que había empezado 399 días atrás.
Ese día se volvían a enfrentar Rodrigo Valdés y Carlos Monzón, dos gladiadores que un año antes habían luchado durante 15 asaltos por unifrar el título. 'Rocky' Valdés entregó el alma en cada puño porque sabía que era la segunda y última oportunidad de volver a ser campeón.
El colombiano salió decidido a escribir la historia con sus manos, y durante los dos primeros asaltos así lo demostró: en el primero logró conectar varios puños con fuerza y decisión. Al empezar el segundo siguió buscando su sueño en el cuadrilátero. Un cruzado corto a la mandíbula de Monzón hizo que el árbitro tuviera que regalarle ocho segundos al argentino para reponerse y reaccionar ante la ofensiva arrolladora de Valdés. Fue la primera y única vez que Carlos Monzón tocó la lona como rey de los medianos.
Con la caída de 'El Indio' se replanteó la estrategia argentina, la cual se basó en esperar el ataque del colombiano para sorprenderlo con la fulminante derecha de Monzón. La táctica dio resultado hasta los round siete y ocho, cuando un derechazo y un jab de izquierda de Valdés hicieron torcer al campeón. Pero del décimo asalto en adelante el desgaste frenético de Valdés le quitó contundencia a sus golpes, confirmando el título a un Monzón que terminó su último combate soportando el dolor de su mano derecha rota desde el noveno round.