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EL VERDE ESTA DE MODA

Aunque la copa Libertadores se quedó en Brasil, el Atlético Nacional mostró su capacidad de renovación y descrestó con su espectáculo a América Latina.

2 de octubre de 1995

ELLOS ERAN TAN SOLO UNA PEQUEÑA mancha azul, negra y blanca dentro de ese inmenso mar verde que fue el Atanasio Girardot de Medellín. Soportaron insultos y chiflidos desde las cinco de la tarde, pero al final del partido eso no les importó. Los 50 torcedores de Gremio que viajaron en avión durante 10 horas desde Porto Alegre, Brasil, saltaron a la cancha del estadio a celebrar con una euforia inimaginable el segundo título de Copa Libertadores que gano su equipo.
Algunos recorrieron cada metro de la gramilla gritando, abrazándose y besando el pasto del templo del fútbol paisa. Todos sin excepción, como cumpliendo un ritual, arrancaron pedazos de pasto del Atanasio para llevarse esa misma noche su propio trofeo. Mientras tanto desde las tribunas los pocos hinchas de Nacional que se quedaron recuperándose del suplicio de los 90 minutos, vieron sorprendidos la locura brasileña, y dejaron escapar uno que otro aplauso de reconocimiento al equipo campeón. La tristeza y la amargura estaban comiendo arepa antioqueña.
Pero el sufrimiento de los seguidores de Nacional había empezado realmente ocho días antes en Porto Alegre. Ese miércoles 23 de agosto fue cuando se perdió la Copa. Gremio no sólo jugó su mejor partido y el equipo antioqueño el más malo de todo el torneo, sino que Nacional cometió el mismo pecado de River Plate cuando perdió 1-0 en Medellín. Pensó que al ir a Brasil y perder por pocos goles podría coronarse campeón en la capital paisa. Pero al igual que lo sucedido a los argentinos las cosas no salieron bien para los paisas.
Hace dos semanas el director de la revista El Gráfico, Aldo Proietto, al tratar de explicar lo que había pasado con River dijo que "se fueron creyendo que perder afuera era muy bueno, siempre y cuando sea por poco. Pero la realidad fue muy distinta. No sólo no les hicieron tres como pensaron los de River, sino que apenas pudieron hacerles uno y después perdieron en los penales". A Nacional le pasó lo mismo que al conjunto gaucho. Con la anotación de Angel en Brasil se pensó que dos goles eran una diferencia no muy difícil de remontar, pero la realidad se encargó de demostrar lo contrario.

LA LECCION
Más allá de tratar de buscar explicaciones, el subcampeonato del equipo paisa tiene un inmenso valor. El técnico Juan José Peláez logró llevar a un grupo muy joven -con un promedio de edad de 23 años- y sin experiencia en certámenes internacionales a disputar la final de un torneo de la importancia de la Copa Libertadores de América. En otras palabras, hizo lo que le dio miedo hacer al 'Bolillo' Gómez con la selección en la Copa América. Además se jugó el todo por el todo con futbolistas de la cosecha del mismo Nacional como Francisco Foronda, José Fernando Santa, Juan Pablo Angel, Carlos Gutiérrez y William Matamba.
"Este equipo que vi crea las situaciones -dijo Jorge Barraza, uno de los periodistas deportivos más importantes de Suramérica, a SEMANA-, En defensa está bien, el arquero es muy bueno, el medio campo empuja, arriba tiene creación. Tal vez le falta un poco de gol, pero la combinación de experimentados y talentosos jugadores, como Alexis García, con muchachos jóvenes recién ascendidos como Angel o Gutiérrez, es muy buena. Estoy convencido de que en poco tiempo estos muchachos que vimos hoy y que nadie conoce van a ser figuras con Nacional porque la calidad la tienen".
Cuando Peláez comenzó con este equipo hace 16 meses, el cual tan sólo hay cuatro veteranos del Nacional del 89, pocos apostaban por su futuro. Pero con el resultado de esta Copa el entrenador paisa se encargó de demostrarle a equipos como América, Santa Fe, Cali e inclusive a la misma Selección Colombia, que la única forma de evolucionar y dejar de vivir de los tiempos dorados de las figuras de cada conjunto es por medio de la renovación y de un concienzudo trabajo en las divisiones inferiores.
Si bien es cierto que Nacional perdió justamente su tiquete a Tokio, es necesario reconocer la importancia de haber conseguido el subcampeonato basado en un equipo de criollos y sobre todo con un grupo de jugadores formados en su mayoría en las inferiores del club. Pero tal vez la lección más valiosa que deja este segundo lugar es el hecho de que el onceno paisa demostró que para que el fútbol colombiano vuelva a figurar internacionalmente no es necesario seguir alineando a las figuras de hace cinco a seis años. Tan sólo se necesita renovación. O como dirían los argentinos, "darles la oportunidad a los pibes".