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Pékerman tiene la virtud para formar talentos y darles confianza a sus dirigidos. | Foto: LUIS ROBAYO / AFP

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El martes juega Pékerman

El partido de eliminatorias contra Brasil es el momento de constatar que, si bien los técnicos no entran al campo de juego, sí pueden potencializar el rendimiento de sus dirigidos.

Germán Camacho Álvarez
2 de septiembre de 2016

Colombia está próxima a enfrentar un juego decisivo en sus aspiraciones de clasificar al Mundial de Rusia 2018. Aún sudorosos y con los dolores y golpes propios de la batalla contra Venezuela, nuestra selección emprendió camino hacia Manaos para enfrentar el próximo martes al siempre poderoso Brasil.

Sin Teo Gutiérrez ni Daniel Torres, el primero por lesión y el segundo por acumulación de tarjetas, la selección nacional aspira a obtener un resultado que la mantenga en los primeros lugares de la clasificación.

Y es que los resultados de la fecha del jueves apretaron tanto la tabla de puntuación que entre el primero y el séptimo tan solo hay cuatro puntos de diferencia. Los que hoy están arriba, si pierden el martes, pueden salir de la zona de clasificación.

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¿Cómo preparar adecuadamente al equipo en tan corto tiempo para obtener el martes un resultado positivo? Es acá donde juega un papel importantísimo el conocimiento que tenga el cuerpo técnico sobre el grupo de jugadores, pues ante la inminencia del partido, deberá acudir a todos esos elementos de trabajo acumulado que están depositados en la memoria colectiva de la selección.

Desde esta óptica, Colombia tiene ventaja sobre su rival, ya que mientras Pékerman lleva cuatro años al frente de la selección, Tite, técnico de Brasil, se sentará por segunda vez el en banco del “Scratch”. Este es el momento de constatar que, si bien los técnicos no entran al campo de juego, ni meten goles, ni atajan balones imposibles, ni cobran penas máximas, sí pueden potencializar el rendimiento de sus dirigidos con un adecuado diseño estratégico para enfrentar al contendor. Es ahora cuando don José debe sacar ventaja sobre Tite a partir del manejo que ha tenido de la selección nacional.

Pero la estrategia no es solamente táctica. Es también el manejo emocional que puede dar para calmar la ansiedad generada por una mala actuación y el miedo escénico en los más jóvenes. La confianza que trasmita al grupo y su capacidad para arroparlos y mimarlos confirmarán la declaración de James al finalizar el juego contra Venezuela: “El profe es un padre para todos”.

Pékerman tiene, gracias a su experiencia de muchos años al frente de jugadores juveniles, la virtud para formar talentos y darles confianza a sus dirigidos, convenciéndolos de sus capacidades. Que un jugador como James haga esa declaración, es muy diciente sobre la capacidad del técnico para liderar al grupo, con firmeza pero acercándose a las necesidades de sus dirigidos.

Por su parte, el equipo brasilero compuesto por un grupo de grandes jugadores, talentosos y experimentados, parece haber encontrado una línea de juego más cercana a su esencia, a su tradición, lejos de los esquemas amarretes que imponía Dunga. Brasil siempre es peligroso cuando da rienda suelta a la magia de sus integrantes, pero también ha sido una característica de sus equipos la falta de disciplina táctica y su dedicación a las labores de marca.

Ahí puede estar la clave para el juego del martes. Mientras Pékerman tiene la posibilidad de preparar el partido desde el diálogo y la repetición de conceptos ya trabajados previamente, Tite posiblemente recurrirá a invitar a los suyos a sacar el “jogo bonito”, como argumento para doblegar a una selección Colombia que podrá mostrar mucho más trabajo colectivo y expresar una idea de juego desde la solidaridad, los movimientos conocidos e incorporados con anterioridad.

Hacer un buen juego ante Brasil significa que los nuestros deben salir al campo convencidos de su capacidad colectiva. Deben estar seguros de su talento y experiencia. Darle cabida la nerviosismo y a la desconcentración puede ser fatal para las aspiraciones de conseguir un buen resultado. Eso ya nos ocurrió en esos minutos iniciales en el Mundial pasado, cuando las piernas de los jugadores colombianos parecían de plomo y no había reacción para contrarrestar el embate del equipo local.

Hacer un buen partido significa olvidarse de las provocaciones de Neymar y de sus demás compañeros. Evitar el choque y caer en la trampa del juego desleal. Siempre con fuerza y vehemencia, pero sin dar papaya para que los árbitros no tomen decisiones disciplinarias, presionados por el público local.
Jugaremos bien si el combinado nacional hace circular el balón, teniendo como eje a James y a quienes lo acompañen en la mitad del campo. Brasil no marca mucho y nuestros jugadores podrán encontrar espacios para hacerle daño a la defensa brasilera.

Colombia tiene una buena oportunidad para liberarse, de una vez por todas, de ese estigma de no poder ganarle a Brasil en el marco de las eliminatorias. No es fácil, pero creo que tendremos una buena oportunidad este martes.

Confío en el liderazgo de Pékerman, en el conocimiento que tiene de su grupo. Y así, silencioso y discreto como ha sido siempre, tiene una linda oportunidad para demostrar que ese respeto y afecto que se ha ganado de parte de sus jugadores tiene fuertes cimientos. Es la otra cara de una moneda que tiene en el sello un trabajo meticuloso y prudente con el que el técnico ha llevado a Colombia entera a acostumbrarnos a decir presente cuando se trata de hacer fútbol del bueno.