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| Foto: AP

El año más extraño en la vida de Falcao

El ‘Tigre’ difícilmente olvidará el 2014. Una lesión lo dejó sin mundial, sin ir al Real Madrid, pero los últimos días volvió a rugir.

27 de diciembre de 2014

Doce meses atrás, Radamel Falcao García era uno de los jugadores señalados como las principales estrellas que se verían en el mundial de fútbol de Brasil. No en vano, con sus goles de todas las facturas, no sólo había conducido a la Selección Nacional a volver a una cita mundialista, después de 16 años, sino que sobre sus hombros, o mejor, en sus pies y en su cabeza se concentraban las mayores esperanzas de un país que soñaba con llegar lo más lejos posible en el máximo torneo de selecciones.

Por la cabeza de Falcao, probablemente, jamás se pasaba que un partido que bien podría considerarse de trámite por la Copa de Francia, entre el encopetado Mónaco y el modesto Chasselay de tercera división, se rompió el ligamento cruzado de su rodilla izquierda. Sucedió el 22 de enero, cinco meses antes del mundial. De inmediato la gravedad de la lesión desplazó todas las noticias en Colombia. El país entraba en una incertidumbre por la suerte de su esperanza, de su goleador, de su joya más preciada.

Cadenas de oración, mensajes de FuerzaTigre. Los médicos que daban un mínimo margen de que pudiera recuperarse en menos de seis meses, tiempo promedio de recuperación física de este tipo de lesiones. Falcao, como bien lo dijo, se aferró a ese grano de mostaza, esa mínima chance de jugar el mundial. Hizo lo humanamente posible. Volvió a entrenar con el Mónaco apenas un par de semanas antes de que José Pékerman definiera los 23 seleccionados. Falcao viajó a la Argentina, se concentró con el grupo. Pero el propio Pékerman, con la voz entrecortada, se encargó de notificar al Tigre de que su sueño, el de jugar un mundial, debía posponerse.

No era la primera vez que el destino se confabulaba contra sus sueños. Desde que está en Europa, Falcao ha tenido que hacerle una extraña gambeta al campeonato de clubes más importante del mundo. Mientras Messi o Cristiano Ronaldo, son habituales de esta competición desde hace más de una década, Falcao, cuando clasificó con el Porto, decidió marcharse al Atlético de Madrid. Allí brilló y cuando los colchoneros clasificaron para jugar en la élite europea, el Tigre se marchó a Mónaco, precisamente donde encontró la lesión más dolorosa de su vida.

En el 2013, Falcao había marcado 9 de goles en la eliminatoria. Dos de ellos en el penúltimo partido, el recordado 3-3 contra Chile en Barranquilla, que dio el boleto a Brasil. Y había sido el mayor goleador de Europa, en dos temporadas con el Atlético marcó 52 goles en torneos oficiales.

Falcao no sólo se perdió el mundial. También la oportunidad de hacer historia y hacer parte de la selección que ocupó el quinto lugar. El galardón personal que estaba llamado a disputar, el del goleador del torneo, se lo llevó James Rodríguez. El Real Madrid venía seduciéndolo hacía tiempo. Incluso se alcanzó a pensar que llegaría cedido, para acompañar al 10 de Colombia. Hasta lo publicó en su Twitter, ‘hala Madrid’. Finalmente apareció en el Manchester United, uno de los equipos más ricos y poderosos del planeta.

Llegó a ganarse un lugar, nada más que competir contra el inglés Wayne Rooney, o el holandés Robin Van Persey. Los pocos minutos que empezó a tener fueron suficientes para marcar su primer gol. Todo parecía que su vida volvería a recuperar su rumbo. Pero otra extraña lesión muscular, en un entrenamiento, lo sacó de partidos clave, como el clásico contra el Manchester City y contra el Chelsea. Mes y medio en recuperación. Volvió pero su entrenador Lois Van Gal lo relegó al banco, o a la tribuna.

Pero los últimos días del año, paradójicamente, fueron los mejores. Fue titular en la visita de los Diablos Rojos a casa del Aston Villa. Y un gol de cabeza suyo salvó de una derrota a su equipo. El viernes, en el último partido del año, fue declarado por la prensa inglesa el jugador más valioso del encuentro en que su equipo derrotó 3-1 al Newcastle. Era su segundo partido consecutivo como titular. Quizás el mejor premio para un año bastante extraño y doloroso para el goleador samario.