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Golpe bajo

Al enfrentar dudosas acusaciones de doping, el "Happy" Lora libra el round más difícil de su carrera.

12 de septiembre de 1988

La pelea hasta ahora comienza. Cuando la campana dio por finalizado el combate por el título mundial de los pesos gallo del Consejo Mundial de Boxeo, lejos estaba el campeón colombiano, Miguel "Happy" Lora, de imaginar que estaba comenzando la pelea más dura de su carrera, esta vez fuera del ring. Todos los hechos que rodearon el combate frente al norteamericano Alberto Dávila, que se celebró el pasado 1° de agosto, hacían presagiar que Lora iba a tener muchos problemas. Este sentimiento se corroboró el pasado lunes 8, cuando la Comisión de Boxeo de California informó que la muestra de orina, tomada al colombiano al término del combate, mostraba trazas de anfetaminas y metanfetaminas, sustancias que mejoran el rendimiento del deportista y cuyo uso está prohibido.
Las dificultades del "Happy" comenzaron pocos meses después de que obtuviera el título mundial, el 9 de agosto de 1985, en Miami. Sus manejadores trataron de sacar ventaja de los contratos firmados por el campeón mundial y éste rompió todo vínculo con el empresario Félix Sabala y con su entrenador Amilcar Brusa, quien en una ocasión viajó hasta la Argentina a entrenar a uno de los futuros rivales del monteriano, Lucio "Metralleta" López, en un acto de deslealtad que Lora no perdonó. De ahí en adelante, Lora pasó de mano en mano hasta que decidió prescindir de managers, lo que le acarreó la enemistad del C.M.B., que no vio con buenos ojos que el rey de los gallos cogiera vuelo por sí solo. Esto se tradujo en innumerables aplazamientos de las peleas del campeón y en exigencias desmedidas para que pudiera poner en juego su corona. En más de una oportunidad, estuvo cerca de perder el título por no defenderlo en los términos estipulados por la organización, demoras que obedecieron a las patrañas montadas por los directivos del Consejo Mundial, que a toda costa buscaban descalificarlo.
Sin embargo, el capítulo más escabroso de esta historia es el que está relacionado con la última pelea de Lora. La necesidad de figurar en el mercado norteamericano y de ganar bolsas más jugosas, llevó al campeón a aliarse con el zar del boxeo, el extravagante Don King, al que le firmó un contrato por los próximos tres años. Esto quiere decir que el "hombre del peinado eléctrico" se encargará --por una buena suma, obviamente-- de promocionar al colombiano y de conseguirle peleas en las mejores plazas norteamericanas. Esto no implica que King se encargue de manejar los asuntos extraboxisticos del campeón, que deben correr a cargo de su manejador. Al no tenerlo, Lora se ha tenido que encargar, no sólo de su preparación boxistica sino de todos los pormenores de dinero, traslados y perendengues legales que, como ha quedado demostrado, no maneja muy bien.
Las irregularidades comenzaron cuando, faltando unos 20 días para el combate frente a Alberto Dávila, "Happy" cayó enfermo y se puso en manos de médicos de Monteria. De haber contado con un manejador enterado de los problemas del boxeo, éste lo habría hecho atender de médicos especializados en deporte, que habrían tratado el supuesto virus, con drogas que no dieran positivo en los exámenes antidoping, eventualidad con la que al parecer no contaron quienes lo atendieron. Superado el escollo y ya instalado en Los Angeles, se negó la visa al entrenador del colombiano y no se le permitió contar con un sparring. Se le pusieron trabas para que pudiera desarrollar normalmente sus entrenamientos e, incluso, hubo problemas con su alimentación.

A pesar de todo lo anterior, Lora estuvo en condiciones aceptables para realizar la pelea y venció sin objeciones a Dávila. Claro está que, durante el pleito, también se presentaron irregularidades:
Primero: el árbitro era de la misma nacionalidad del retador, lo que va en contra de la imparcialidad y de las reglas del Consejo.
Segundo: las normas del combate no permitían que el médico de la pelea pudiera detenerla, lo que permitió al árbitro dejar que Dávila llegara hasta el final de los doce asaltos, a pesar de las profundas heridas.
Tercero: al promediar la pelea, el supervisor --también californiano-- decomisó dos botellas de suero a los ayudantes del campeón por contener supuestamente sustancias prohibidas.
El decomiso se hizo sin sellar las botellas adecuadamente y sin que hubiera testigos.
Cuarto: en el noveno asalto, cuando Dávila estaba recibiendo un inclemente castigo y se encontraba cerca del K.O., una persona que al parecer era de la esquina del norteamericano, lanzó una toalla al ring para suspender por unos instantes la pelea y permitir que su pupilo se recuperara.
Quinto: según las normas internacionales, la muestra de orina y la contramuestra se toman en dos recipientes diferentes, escogidos por el boxeador o su manejador. En el caso de Lora, sólo se tomó muestra de orina en una botella previamente escogida. No hubo nadie que vigilara el lacrado del recipiente ni se permitió la presencia de los ayudantes del colombiano. No se le tomó la contramuestra y se le obligó a firmar el sello del recipiente en que se le tomó la muestra, sin que estuvieran presentes los testigos que exige el Consejo Mundial de Boxeo.
Por todo eso, Miguel Lora deberá enfrentar el round más difícil de su vida deportiva, fuera del encordado. El próximo 19 de agosto tendrá que presentar la documentación oficial en la que conste que estuvo en tratamiento médico en los días precedentes a la pelea, pero deberá asesorarse de un buen abogado que exponga su causa. De lo contrario, las autoridades del C.M.B., con el mejicano José Sulaiman a la cabeza, estarán al acecho para quitarle el título al colombiano, que acabó con la hegemonía de los "manitos" en una de las categorías más competidas del boxeo actual. El campeón y miles de colombianos esperan el desenlace de un episodio en el que, a pesar de los indicios de que Lora es víctima de una celada, el "Happy" puede perder su alegría.

La dosis para triunfar
"Alteración artificial de las cualidades de un atleta con el fin de optimizar su rendimiento", podría ser la definición más adecuada de doping. Esta costumbre, que últimamente ha estado de moda por los esteroides anabólicos del "Perico" Delgado en el Tour de Francia, el tabaco de marihuana del boxeador mexicano Gilberto Román --que sólo recibió una timida amonestación por parte del CMB y que sirvió para demostrar que sus directivos apoyan irrestrictamente todo lo que suene a mexicano-- y por las anfetaminas. del "Happy" Lora no es nada nueva. En 1904, el ganador de la maratón olimpica en Saint Louis reconoció haber bebido un preparado a base de estricnina y brandy. De ahí en adelante, la cuestión se volvió casi que normal.
En los años recientes, la actividad olimpica se ha distinguido por los severos controles sobre los deportistas, aunque no han faltado los atletas descalificados, especialmente en natación y atletismo. Pero, tal vez por las grandes sumas de dinero que se mueven, por la presión de entrenadores y patrocinadores y la ambición de gloria, es el deporte profesional el que se lleva todos los "laureles" en lo que a doping se refiere. No hay actividad deportiva que esté a salvo de este flagelo, pero injustamente han sido las que mayores controles tienen, las que peor han quedado ante la opinión pública.
Si hay algún deporte en el que se ejerzan severos controles es el ciclismo. Y, precisamente por esa razón, en sus anales se encuentra la lista más nutrida de deportistas dopados. El caso más patético tuvo lugar en el Tour de Francia, cuando una sobredosis de anfetaminas hizo que el ciclista inglés Tom Simpson muriera en pleno ascenso al Mont Ventoux. El supergenio del ciclismo, el belga Eddy Merckx --que nunca necesitó de ayudas para ganar y que tenía una limpia hoja de vida-- fue descalificado cuando se estaba coronando como campeón del Ciro de Italia de 1969, gracias a que alguien le cambió su caramañola por una que tenía sustancias prohibidas. Pero el más jocoso de todos, es el caso del belga Michel Pollentier, quien fue descubierto haciendo trampa a la hora de entregar la muestra de orina, durante el Tour del 78. El corredor, mientras depositaba la muestra, sacó una manguerita que tenía escondida en la pantaloneta cargada con orina "limpia". Por lo general, los ciclistas utilizan esteroides anabólicos, sustancias derivadas de la testosterona, que les permiten conseguir una mayor masa muscular y más resistencia a los esfuerzos extremos.
En deportes como el tiro o la arquería se utilizan ansiolíticos o betabloqueantes, que disminuyen el ritmo cardiaco y calman la ansiedad, lo que permite tener pulso firme. El fútbol es una de las actividades en las que no existe control antidoping pero en la que más se utilizan drogas. Recientemente, el arquero de la selección alemana, Harald Schumacher, fue retirado del equipo por publicar un libro en el que cuenta que el doping es una costumbre generalizada en la liga de su país. En el boxeo, fuera de la "traba" de Román, son de público conocimiento las líneas de cocaína que aspiraba Leon Spinks antes de sus combates. Enrique "Macho" Camacho hacía alarde del "perico" que aspiraba antes de sus peleas y el campeón olímpico norteamericano Tyrrell Biggs, todavía se pregunta cómo fue que no lo pescaron en los exámenes de las olimpiadas de Los Angeles.
La dificultad para controlar el doping radica en que la ciencia farmacéutica va más adelante que las técnicas para descubrir la trampa. Si no que lo diga el "Perico" Delgado, que gracias al uso, de una droga que enmascara los esteroides anabólicos --el probenecid-- pudo evitar la descalificación ya que esa droga todavía no había sido prohibida par los organizadores del Tour.--