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HASTA LA PROXIMA

Con un balance desalentador para Colombia, el Tour 86 deja muchas polémicas y otras experiencias para eventos futuros.

25 de agosto de 1986

Aunque los colombianos, encabezados por Luis Herrera, habían dado muestras de decaimiento y muchas personas auguraban el desastre total, el 20 de julio fue aguardado por los aficionados con la esperanza de que se convirtiera en el día de la resurrección nacional. Pero fue todo lo contrario. Herrera, a quien se le había declarado un resfriado dos días antes, se desplomó en la cuesta a Serre-Chevalier y todos los que habían seguido con interés el Tour de Francia fueron obligados por la fuerza de los minutos perdidos a olvidarse de la carrera y a pensar que mejores tiempos pueden estar por venir.
El derrumbe de la esperanza no paró ahí. Siguió el lunes 21 y se prolongó por toda la semana final del evento en la que, precisamente, por incluir una travesía por la alta montaña de Los Alpes, estaba depositada la fe en los escaladores criollos. Herrera, al cierre de esta edición cuando sólo faltaba la etapa de llegada a París, llevaba perdidos 56 minutos, frente al líder y virtual campeón Greg Lemond, su resfriado se había tornado en bronquitis y había visto pasar sus soñadas cuestas sin poder ganar una etapa y sin lograr vestir el suéter de líder de montaña.
Ante la decepción (sólo aliviada por los buenos desempeños de Reynel Montoya y Samuel Cabrera), los juicios de responsabilidad habían comenzado. Mientras el diezmado equipo de ciclistas aguantaba con dignidad pero sin éxito los últimos trayectos, los técnicos del equipo de Café de Colombia-Varta se enredaban en una polémica de recriminaciones y entre los aficionados la frustración empezaba a apagarse para dar paso a la resignación y la impotencia.
Jorge Tenjo, el entrenador colombiano de la escuadra cafetera, fue el primero en lanzar dardos y en culpabilizar directamente a su compañero de dirección técnica, el francés Raphael Geminiani, de haberse equivocado en la preparación sicológica de Herrera. "Lo mentalizó para la victoria, pero no lo preparó para una eventual derrota... Y ante el primer fracaso, Lucho se desplomó", fue la acusación de Tenjo, seguida de su decisión de no ser más un estratega coequipero, sino de trabajar solo y de asumir individualmente la responsabilidad.
Geminiani, por su parte, cambió su locuacidad que lo llevó a proclamar a todo volumen que Herrera se coronaría en París, por un semblante agrio. A pesar de las posiciones, de las horas y de los minutos, el técnico francés no desestimaba la actuación de los ciclistas, pero reclamó mayor profesionalismo en próximas competencias. "Todavía hay mucho que aprender... a bajar, por ejemplo... ", dijo y puso su declaración en una llaga intocada: el calendario nacional. "Mientras tengan que correrse tantos clásicos y la Vuelta a Colombia antes de las competencias europeas, no habrá posibilidades claras de ganar aquí".
En medio de la avalancha de opiniones, el único que parecía guardar la calma era el propio Luis Herrera. Sin lograr aún la recuperación de la salud y extenuado por el esfuerzo de un Tour "para machos", el fusagasugueño se declaró convencido que contra las enfermedades "nadie puede hacer nada ". Y, con paciencia y humildad, pronosticaba que "ya habrá otras oportunidades de hacer buenas carreras".
En la danza del juicio de responsabilidades entraron, desde luego, comentaristas y aficionados. Para algunos el descalabro es la demostración de cuánto inflador se le puso a la verdadera fuerza de los ciclistas colombianos y la comprobación de que ganar una carrera como el Tour es un imposible físico. Menos pesimistas -y quizá más objetivos- se mostraban otros analistas del ciclismo, quienes consideran que lo sucedido este año es algo normal en un deporte donde cualquier deficiencia física puede de un día para otro hacer sucumbir al más fuerte de los opcionados. Para respaldar esta posición, se mencionaba el caso concreto del Tour 86 que dejó en sus 23 etapas muchos cadáveres ilustres tendidos. "Más ilustres que Herrera", dicen y mencionan, por ejemplo, a Laurent Fignon que claudicó antes de la montaña, a Pedro Delgado, que se fundió después de ganar etapa y de obtener una buena colocación en la tabla general, y a Robert Millar, el escarabajo escocés que también se "murió" cuando se suponía iba a comenzar su fiesta de las cuestas.
Al término de este Tour histórico (histórico porque por primera vez un norteamericano, Greg Lemond, se consagraba en el templo sagrado de los franceses, e histórico porque significaba la despedida del supermonstruo Bernard Hinault), en Colombia se pensaba en replanteamientos y se especulaba con la conformación de los equipos para la temporada del año próximo. Para algunos, el destino era constituir conjuntos con ayuda de pedalistas extranjeros, pero para muchos seguia ardiendo la fe en el ciclismo nacional. Sin embargo, para los pesimistas habituales y para optimistas de siempre, estaba claro que, por enfermedad o por mala preparación, por recorrido o por lo que sea, el resultado del Tour había sido una decepción, porque se esperaba que los colombianos siguieran en ascenso con respecto a sus actuaciones pasadas y en éste del 86 se produjo fue la más mala participación desde cuando se emprendió "la conquista de Europa" hace tres años.

LA OTRA CARA DEL TOUR
Cuando Image Productions, una empresa de colombianos radicada en Miami lo llamó para proponerle la coproducción de una serie de programas sobre el aspecto no deportivo del Tour de Francia, Mauricio Gómez no le dio una segunda pensada. Aceptó de inmediato. Era exactamente lo que siempre había soñado hacer con la famosa competencia ciclística. Acordó entonces con la Image Productions que ellos se encargarían de la filmación y él de la parte periodística, y lleno de ideas originales empacó maletas y voló a Francia.
Allí comenzaron los problemas. El dueño del Tour, Felix Levitan, había aceptado permitir que Mauricio Gómez hiciera sus programas especiales con filmaciones desde la carretera en plena competencia, siempre y cuando RCN, que tiene los derechos del Tour para la televisión colombiana, lo autorizara. Y aunque RCN lo hizo, Levitan resolvió "correrse": Mauricio Gómez tuvo que contentarse con filmar a los ciclistas colombianos pedaleando desde lejos.
Ello no ha sido obstáculo para que estos informes sobre el Tour hayan sorprendido a los televidentes por su original enfoque y su ameno tratamiento periodístico. Al fin y al cabo, se trataba de presentar "la otra cara del Tour de Francia",y esa otra cara era, precisamente, la de mostrar a los ciclistas colombianos haciendo todo lo contrario de lo que fueron a hacer a Francia. Así, mientras Lucho Herrera aparecía comprando zapatos en un almacen, su masajista era sorprendido por las cámaras de televisión cuando, con una bolsa de monedas, intentaba comunicarse a través de un teléfono público desde algún remoto pueblo francés con su familia en Bogotá, para decirle "que está muy bien" y a su vez preguntar "que cómo están todos allá".
El resultado fue una serie de programas -de los cuales el último se transmitió el pasado lunes 28 de julio.
Pero para llegar a este nivel de calidad, el periodista tuvo que sortear enormes dificultades. Por un lado, el aspecto técnico requirió una inversión de 25 mil dólares, que no se ha visto muy favorecida con el horario en el que se transmitieron los programas por la televisión colombiana: los sábados a las 5 p.m. Por otro lado, Mauricio Gómez confiesa que se "ha visto a gatas" para enviar por correo el material de los programas desde pequeños pueblos franceses donde los ciclistas descansan entre etapa y etapa. Cada uno de estos envíos consta de entre 15 y 20 casetes de video de 20 minutos cada uno, de los cuales quedan los 50 minutos de cada programa. Y ello requiere una dispendiosa labor de edición que, al igual que la competencia ciclística, se hace "contra-reloj", pues el material hace recorrido de tren lechero, y a veces llega un día antes de su salida al aire. El último envio, por ejemplo, que se hizo desde Mount Saint Michelle, tardó cinco días. Hizo escalas en París, Nueva York, Miami y finalmente llegó a Bogotá. Pero el padecimiento no fue sólo del material fílmico, sino del equipo humano, sometido a jornadas extenuantes y a descansos poco reparadores, ya que el Tour lo integran unas cuatro mil personas, muchas de las cuales deben dormir en colegios y puestos de Policía de los poblados franceses por donde pasa.
Aunque mostrar "la otra cara" de las competencias deportivas se ha convertido en la moda periodística de la temporada, los informes de Mauricio Gómez se llevan el mérito de haberlo logrado de verdad, con originalidad y mucho humor.
Eso permite, por lo menos, el consuelo de pensar que si los corredores colombianos no logran quedarse con la copa de la competencia, "la otra cara del Tour de Francia" sí se quedará con todos los premios de montaña.