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| Foto: SEMANA

CRÓNICA

La conmovedora historia del hincha de Santa Fe que le narra los partidos a un sordo ciego de Millos

En la reciente final del fútbol colombiano se vio una escena insólita: a través de señas y contacto con las manos, César Daza le contó las incidencias del partido a José Richard, un hombre que no escucha ni ve, pero que se emociona igual con cada juego de Millonarios.

19 de diciembre de 2017

Mientras Andrés Cadavid levantaba la Copa de campeón de la Liga Águila desatando la emoción de millones de hinchas de Millonarios, en la tarima de la premiación había un joven con la camiseta de Santa Fe. No era un despistado que no se había enterado del emocionante desenlace del partido sino alguien que, motivado por el valor de la amistad, estaba en un lugar que nunca hubiera imaginado.

Su nombre es César Daza y a pesar de que sentía la tristeza de la derrota del equipo de sus amores también experimentaba la alegría del triunfo a través de su amigo José Richard, uno de los seguidores más especiales de Millonarios y el responsable de que estuviera ahí.

César había prometido no volver a un estadio de fútbol cuando fue a un juego entre Santa Fe y el América de Cali en 2005. En ese encuentro las tribunas se convirtieron en un campo de batalla. Hubo un muerto y 24 heridos producto de los incidentes entre las barras bravas de ambos equipos.

Sin embargo, todo cambió cuando conoció a José Richard. Este hombre que no puede expresarse con palabras porque es sordo y tampoco puede ver el mundo que lo rodea por su ceguera. 

Los dos se conocieron en la Fundación Sin Límites S.C., que César creó con la intención de impulsar la inclusión entre la población sordociega del país. Desde ese momento, José Richard tenía la ilusión de asistir a un estadio y vivir las emociones de un partido.

El secreto para que José Richard siga este deporte que desata pasiones más allá de lo que se ve es que su amigo César se lo ‘narra’ con sus manos a través de señas y el contacto, que es cómo se comunican los sordociegos.

Entonces le pidió a su amigo César que rompiera su promesa y le ayudara a interpretar lo que sucede en un partido. Fue el mismo José Richard el que ideó este lenguaje. Lo hace con la ayuda de una tabla que tiene la forma de una cancha de fútbol y que tiene relieves para demarcar las diferentes zonas del campo.

“Identificamos que la madera absorbe más ruidos acústicos. Cada seña tiene su significado. Por ejemplo dos dedos son las piernas de las jugadores, la pelota se hace con un toque y  vamos ubicando los dedos dependiendo de un lugar de la cancha donde se encuentren”, explica José Richard.

La primera experiencia fue en un partido entre Tigres y América. En el Estadio de Techo todo el mundo se preguntaba por qué uno de los fanáticos le daba la espalda a la cancha, era José Richard que se hizo frente a César. La tabla estaba en medio de los dos.

Luego asistieron a un clásico entre Millonarios y Santa Fe retando la prohibición que no permite que los hinchas visitantes asistan a los partidos catalogados como clase A. A pesar de que César fue el único vestido de azul en todas las tribunas del Campín fue recibido muy bien por los hinchas cardenales que no respondieron con violencia sino con respeto por este ejemplo de superación. Y de amistad.

A partir de ahí ambos asisten a los partidos y la gran final del fútbol colombiano fue la oportunidad perfecta para que siguieran enviando su mensaje de que es posible vivir el fútbol en paz y que es un motivo de unión y no de violencia como sucede con algunos de los hinchas de los equipos del país.

En el primer juego, César fue el único de rojo aparte de los jugadores y del cuerpo técnico de Santa Fe. El domingo fue el turno para José Richard que era el único punto azul en un mar rojo de seguidores del equipo Cardenal.

La recepción de ambos dentro del estadio no pudo haber sido mejor y los fanáticos de los dos equipos los felicitaron  por esta iniciativa y les pidieron fotos como si fueran alguno de los jugadores a los que iban a ver.

El mejor momento para José Richard fue durante la premiación del título a la que fue invitado por el equipo embajador y la Dimayor para que acompañara al equipo. Abrazando al arquero Nicolás Vikonis, José Richard celebró como si fuera un jugador más. Mientras tanto Cesar debía conformarse con ser testigo de la alegría de su compañero.

Para José Richard todo es posible

José Richard era un niño normal hasta los cinco años cuando empezó a perder la audición. Según él mismo cuenta “mi mamá me llamaba pero no la escuchaba. Fuimos al médico y nos dijeron que me estaba quedando sordo”.

En ese momento debió cambiar de colegio e ingresar a la institución Filadelfia para sordos donde aprendió el lenguaje de señas.

Las dificultades no pararon ahí y cuando tenía 15 años también se quedó ciego como consecuencia del Síndrome de Usher. Una condición genética que sufre una de cada 30.000 personas y que termina en sordera y ceguera en las edades en las que le sucedió a José Richard.

Ahí la situación fue mucho más complicada pues son pocos los guías intérpretes que hay en el país y no pudo seguir estudiando. Entonces debió ingresar a una fundación de sordos ciegos donde pudo aprender braile y supo cómo usar el bastón que es su compañero más fiel.

Tres años después -ya dominando el lenguaje de los sordo ciegos- pudo regresar al colegio y con la ayuda de dos guías interpretes pudo terminar y graduarse a pesar de las dificultades que se encontró en el camino.

En un comienzo, el haber logrado graduarse le sirvió de poco pues no encontró oportunidades laborales por culpa de su condición y fue hasta cuando encontró a César que se le empezó a despejar el camino para salir adelante.

Ahora, José Richard está cerca de graduarse como panadero del Sena. En este instituto ha encontrado una oportunidad para prepararse en algo que le gusta y para lo que es muy bueno. Él recuerda que su mamá siempre trabajó en panadería y le interesó involucrarse pero no encontró la  posibilidad hasta ahora. 

José Richard debe hacer una verdadera travesía para llegar desde donde vive hasta su lugar de clases. Cada mañana sale desde el barrio Villa María de Suba a las 4:30 de la mañana. Su mamá lo deja en el alimentador que lo lleva hasta el Portal de Suba, una de las estaciones de Transmilenio más atiborradas que hay.

En el Portal, él solo con su bastón, se abre camino entre los ríos de gente para subirse en el bus. Siempre se ubica al lado de la puerta, cuyos golpes le van avisando la estación en la que se debe bajar.

Con este método inclusive hace transbordos para llegar más rápido a su destino, que es el lugar donde está haciendo sus prácticas como panadero. Para llegar a la fundación que queda en el barrio La Castellana también ya tiene las cuentas en su mente y nunca falla a la hora de moverse en el caos capitalino.

En la Fundación Sin Límites S.C se preparan personas como Richard que no tienen muchas oportunidades en el entorno laboral y que necesitan de intérpretes para lograr dar los primeros pasos hacía el éxito en sus vidas. 

La idea de César es que José Richard no sea el único sordo ciego que asista a los partidos sino que sean cada vez más los que puedan disfrutar de esta experiencia. También tiene la ilusión de conseguir más apoyos gracias a esta historia y que sean embajadores del fútbol colombiano en el mundo. 

Un ejemplo de que es posible vivir el fútbol sin violencia y como una fiesta en la que no hay enemigos sino contrincantes. “Se trata de mostrar un mensaje de paz”, dice José Richard que además de disfrutar de los partidos ha encontrado una manera de enviar un mensaje a los aficionados.