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Mario Alberto Yepes no lo podía creer. La selección Colombia no sólo había perdido 5-0 contra Paraguay, sino que había jugado un partido espantoso en todos los aspectos.

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La decepción

La era de Jorge Luis Pinto al frente de la Selección Colombia comenzó como un promisorio proceso a largo plazo, pero bastaron 90 minutos y cinco goles para que la ilusión se fuera al piso. El debut en la Copa América siembra muchos interrogantes.

30 de junio de 2007

Iván Ramiro Córdoba es uno de los defensores más veloces del mundo. Pese a su corta estatura para el fútbol europeo (1,73 metros), a los atacantes más letales les cuesta superarlo, ya sea por arriba o por abajo. Junto a él está Mario Alberto Yepes, tal vez el central más sólido de la liga francesa, constantemente pretendido por clubes españoles e italianos. Roque Santa Cruz, en cambio, vive de lesión en lesión, es suplente en su equipo, Bayern Munich, y muy seguramente será traspasado después de la copa. Se habla del Betis de España. Aun así, el paraguayo se las arregló para hacer fiesta con los dos el pasado jueves en Maracaibo, seña inequívoca de que algo no anda bien en el equipo colombiano.

 Pero Yepes y Córdoba no fueron los únicos que quedaron en deuda tras el debut en el grupo C del torneo. Miguel Calero dejó en Pachuca su habitual seguridad en el arco. A David Ferreira y Fabián Vargas se les quedó el manejo del balón en la liga brasileña y Hugo Rodallega y Edixon Perea creyeron que con anotar en juegos amistosos era suficiente. Javier Arizala, Gerardo Vallejo, John Viáfara... basta con lanzar nombres al azar para ver que todo fue un desastre. Tal vez la historia sería diferente si Álvaro Domínguez hubiera convertido en gol el penalti a favor cuando el juego estaba sin goles, pero la anécdota no pasa de ser una mera especulación.

 Esa noche, detrás de línea de cal de la cancha del estadio 'Pachencho' Romero, el técnico Jorge Luis Pinto sufría como nadie. El hombre que lloró de emoción el día que asumió como seleccionador nacional, esta vez lucía una mueca, mezcla de angustia e impotencia, tratando de hallar las causas de la peor derrota de una selección de mayores desde aquel 0-6 frente a Brasil en el Maracaná, en 1977, cuando se jugaban las eliminatorias al Mundial de Argentina 78. Esta vez también daban ganas de llorar, pero de vergüenza.

Pinto, que nunca fue jugador profesional, es un convencido del trabajo táctico y la disciplina férrea, creencias que hoy juegan en su contra. Como seleccionador carece del tiempo suficiente para trabajar con un mismo grupo y su rutina inflexible no siempre cala bien en los jugadores, acostumbrados a un trato más permisivo. Estudioso y obsesivo como pocos, ha asistido a ocho Mundiales y ha alternado buenas y malas gestiones al frente de clubes como Millonarios, Santa Fe, Unión Magdalena, Junior, Cúcuta, Alianza Lima, de Perú, y Alajuelense, de Costa Rica.

 El hombre, de 54 años, sucedió a Reynaldo Rueda siendo el único colombiano entre una baraja de extranjeros que incluía al argentino Marcelo Bielsa, el uruguayo Sergio Markarián y el brasileño Paulo Autuori. Dicen que lo eligieron por ser barato y porque el resto de candidatos rechazó la oferta de la Federación Colombiana de Fútbol, aunque lo cierto es que tras perder contra Uruguay en el debut, y los sucesivos triunfos ante Suiza, Ecuador y el mismo Paraguay, Pinto les devolvió a los hinchas algo de la fe que se había perdido al no asistir a los dos últimos Mundiales.

Y justo cuando se comenzaba a creer  en el nacimiento de un proceso diferente y serio, una tripleta de Santa Cruz y el doblete de Salvador Cabañas trajeron a la cabeza de los hinchas fantasmas de un pasado reciente. Un categórico resultado adverso no es el fin del mundo, y si algo ofrece el fútbol, es revancha, pero restablecer la confianza de todo un país va a requerir más que un par de buenos partidos.

'Deja vu' a la inversa

Parece que un partido entre Colombia y Argentina no es lo mismo si no hay un 5-0 de por medio, y si el del 5 de septiembre de 1993 resulta inolvidable, el del 28 de junio de 2007 ya se ganó por derecho propio un lugar en la historia.

 Si Colombia aspira a algo en este torneo, deberá enderezar su camino en los dos juegos que le restan. Lejos en el horizonte luce Estados Unidos; el nombre que interesa ahora es el de Argentina, un equipo que rompió la regla de convocar a jugadores de segundo orden para juntar un grupo que, según Maradona, es superior al que afrontó el pasado Mundial de Alemania. La historia obliga, porque los 14 veces campeones del torneo no ganan nada en el nivel de mayores desde 1993 y para asegurar el éxito tienen como entrenador a Alfio Basile, el hombre que los guió a esa última conquista.

 Una muestra gratis de su poderío se vio en la misma fecha y en el mismo lugar de la debacle colombiana. Con un primer tiempo como para despistar y un segundo para finiquitar el asunto, Argentina despachó 4-1 a los norteamericanos sin muchos contratiempos.

 En la mitad, Riquelme no es el mismo del Boca Juniors de la Libertadores, pero cada pase suyo crea peligro; Verón tiene mira telescópica en su pie derecho y Mascherano se mata para que los talentosos puedan lucirse. Atrás, Zanetti y Heinze son hombres de dos áreas, mientras Milito y Ayala apelan ya sea a la técnica o a la fuerza para desarmar al rival. Arriba, Crespo confirma que lo suyo es el gol y no las sutilezas, y Messi puede darse el lujo de jugar un partido discreto, porque sabe que desde el banco saldrán Aimar y Tévez para poner las cosas en su sitio. Cuarenta millones de personas pagaron a punta de fe la cuota inicial del pasaje a Suráfrica 2010, pero la fe tiene fondos insuficientes. La realidad inmediata se llama Venezuela 2007, y en este tiempo, mientras Argentina invita a soñar, lo único que quiere Colombia es despertar de la pesadilla.