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La dictadura del ‘chip’

El acelerado progreso de la tecnología de los computadores ha revolucionado la preparación de los ajedrecistas.

30 de octubre de 2000

La imagen del campeón del mundo Garry Kasparov impotente ante la eficacia de la poderosa máquina ‘Deep Blue’ sigue atormentando a quienes se desenvuelven en el juego ciencia. El ordenador portátil es ahora la pieza esencial del equipaje de los ajedrecistas de élite. Contiene más de un millón de partidas clasificadas al detalle, programas que calculan decenas de miles de jugadas por segundo y análisis muy profundos. El húngaro Peter Leko, de 20 años, viene jugando de memoria sus partidas. Ya no se preocupa por pensar pues ya tiene las posibles soluciones a la mano tal como sucede en las computadoras. Así sucedió en el torneo de Linares, España.

Sus dos recientes partidas contra los dos primeros de la lista mundial, Garry Kasparov y Viswanathan Anand, terminaron en tablas, un buen resultado para el húngaro, sexto del escalafón, que además ahorró mucha energía mientras sus rivales se esforzaban en evitar un error fatal. Ambas fueron de una gran calidad. Los expertos quedaron extasiados por la belleza y complejidad de las variantes. El mérito es de los tres: el ruso y el indio encontraron jugadas muy difíciles en el escenario bajo la presión del reloj en marcha; Leko se las sabía de memoria porque trabaja muy duro en su casa con la ayuda de su entrenador, el cubano Amador Rodríguez, y de la computadora. El ordenador da pistas sobre los factores básicos de la posición y ayuda a evitar errores graves pero la creatividad la pusieron ellos.

Elaborar un repertorio sólido de aperturas con blancas y con negras y prepararse específicamente contra los futuros rivales en un torneo como el de Linares exigía una labor de meses. Los ases de la era soviética, como Anatoli Karpov, eran ayudados por un ejército de analistas pagados por el Kremlin; los occidentales intentaban contrarrestar esa potencia a base de ingenio.

Hoy basta teclear el nombre de Anand para que, en pocos segundos, la base de datos muestre las 1.327 partidas que ha disputado el indio desde 1984, cuando tenía 14 años. Y no de cualquier manera, sino clasificadas por fecha, apertura, resultado y rivales. Su entrenador, el georgiano Elizbar Ubilava, explica las nuevas exigencias de su profesión: “Ahora, con la potencia de los ordenadores de ajedrez, hay que ser extremadamente cuidadoso en la preparación. No puedes arriesgarte a plantear novedades que la computadora refuta categóricamente, aunque el antídoto sea muy difícil de encontrar con el reloj en marcha, porque es probable que tu adversario también las haya probado en su máquina”.

¿Quiere eso decir que el ajedrez como arte se encamina hacia una vía muerta? Se debaten ideas para cambiar las normas actuales: reducir el tiempo de reflexión —en la modalidad clásica cada jugador dispone de dos horas para los 40 primeros movimientos— o sortear la posición inicial de las piezas antes de cada partida, como propone el ex campeón Bobby Fischer. Pero aún queda mucho margen para la creatividad, como demuestra Alexei Shirov, quien pone a prueba las neuronas de sus rivales en casi todas sus partidas con ideas muy originales. El número de posiciones distintas que pueden darse en una partida de ajedrez se escribe con un 1 seguido de 124 ceros. Hay quien afirma, aunque sea imposible demostrarlo, que ese número es mayor que el de átomos en el universo y todavía no se ha inventado un ordenador capaz de dominar esa monstruosidad.