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El papa Francisco es un gran aficionado al fútbol. | Foto: AFP

COPA AMÉRICA

La importancia de la religión en Argentina vs. Colombia

La condición de aficionado al fútbol del Papa Francisco y la presencia de varios cristianos fervorosos en el equipo colombiano agregan un matiz diferente al partido de este viernes.

Alianza BBC
26 de junio de 2015

¿Hasta qué punto la fe religiosa influye en el rendimiento deportivo? ¿Rogará el Papa por el equipo de Messi, que se persigna cuando marca un gol (algo más que frecuente) o por el de Falcao, un cristiano evangélico muy devoto?

El primer interrogante es transparente, pero el segundo ya es más equívoco, porque supone que la oración, si ruega que alguien triunfe, también está pidiendo que otro, el rival, pierda. Y desear la desgracia de alguien es pecado.

Se supone que si el Papa reza por un equipo de fútbol es para su socorro espiritual, no para que derrote a otro. Aunque si el que juega es San Lorenzo de Almagro, entonces… pero no, no hay una salida lógica del dilema.

El hecho de que el público conozca bastante bien la religiosidad de muchos futbolistas, en particular colombianos y brasileños (pero también del tico Keylor Navas, el uruguayo Edinson Cavani, el mexicano Javier Hernández y otros), refleja la creciente militancia de los jugadores y también las dificultades de la FIFA en su intento de proscribir los gestos y símbolos religiosos.

La actitud de la FIFA fue denunciada como un intento de vulnerar la libertad religiosa, pero en realidad fue una reacción ante lo que, para muchos, parecía una campaña destinada a utilizar al fútbol como un instrumento proselitista y que podía provocar reacciones violentas.

Una escena que precipitó el rigor de la FIFA (una organización tan "comprensiva" en otros aspectos) fue el festejo del equipo brasileño tras ganar la Copa Confederaciones de 2009, en Sudáfrica: los jugadores formaron un círculo, se abrazaron y recitaron una oración en acción de gracias. Algunos mostraron camisetas con mensajes como "Pertenezco a Jesús".

Pero al año siguiente la canarinha fracasó en el Mundial y los rezos pasaron a ser negativos para la Confederação Brasileira de Futebol, que antes había tolerado (o alentado, tal vez) los grupos de oración organizados por Jorginho, ayudante del DT Dunga. De repente se decidió que tomaban mucho tiempo del trabajo cotidiano a jugadores importantes, como Kaká, Felipe Mello y Lucio.

Es posible, entonces, que el exceso de celo religioso desplace u opaque al compromiso profesional, pero hay estudios que indican lo contrario, si se mantiene un equilibrio entre ambos.

Jeong-Keun Park, un investigador de la Universidad de Seúl, estudió hace 15 años los datos de numerosos atletas coreanos y llegó a la conclusión de que la oración no sólo era un factor crucial en reducir la ansiedad, sino también en alcanzar el máximo rendimiento. La mitad de los coreanos practica una religión: 30% cristianos (18% protestantes y 12% católicos) y 20% budistas.

Los resultados fueron replicados luego en otros ámbitos en otros países.

Se podría aducir que la reducción de la ansiedad es uno de los objetivos principales en todo plan de entrenamiento que se precie de científico, con o sin oración: menos ansiedad, mayor rendimiento, no hay un misterio allí.

Y para que la oración funcione como estímulo y factor de cohesión en un grupo, es imprescindible que exista fe, tanto individual como compartida.

En este sentido es importante la experiencia de Jonathan Edwards, el excampeón mundial y olímpico de triple salto, que atribuye sus éxitos a la intensidad de su fe: tras retirarse, admitió que había perdido la fe y, con ella, el estímulo que tuvo durante su trayectoria deportiva en el primer plano.

La intensidad inicial de la fe de Edwards fue un estímulo en un deporte individual, pero en uno colectivo como el fútbol puede tropezar con la incomprensión y hasta la hostilidad encubierta de algunos compañeros.

Y no es necesario que ese rechazo provenga de fieles de otra religión, como podría ser el caso de los musulmanes que abundan en Europa (Eric Abidal, Seydou Keita, Frederic Kanouté, Frank Ribéry, Karim Benzema), ya que también puede darse si el compañero no es religioso o pertenece a otra iglesia cristiana, con diferente énfasis en la oración como facilitadora del profesionalismo.

Este no parece ser el caso de un equipo colombiano dirigido por un argentino judío (forastero por partida doble), con una diversidad de evangélicos y católicos practicantes sin tensiones internas… o eso parece.

Los ejemplos son numerosos.

A fines de mayo, cuando Carlos Bacca convirtió dos de los goles que dieron la victoria al Sevilla en la final de la Europa League, mostró con orgullo una camiseta con la leyenda "Todo lo puedo, Cristo me fortalece", muy similar a la que han mostrado en circunstancias similares Kaká y otros atletas religiosos.

El significado es obvio y muy interesante en el caso que nos ocupa, porque da a entender que el éxito se debe a la gracia divina y no a su habilidad de atleta.

La cita, Filipenses 4:13, está tomada de la Biblia Reina Valera 1960, la favorita de los protestantes evangélicos en América Latina; es la misma que el tico Keylor Navas sostenía, muy visible, durante su presentación en el Real Madrid.

Fue Bacca quien dio al diario español El País una excelente descripción de cómo siente una persona muy religiosa su responsabilidad profesional:

"Creo en Dios y lo llevo en mi corazón. Él me dio las cualidades para jugar al fútbol y por eso cada vez que marco elevo mi vista al cielo. Cuando empecé mi carrera tuve algunos percances, algún resbalón de mala conducta que pudo frustrar mi carrera. Cometí errores graves. Me equivoqué. Dios me mostró el camino, me apartó del mal. Me había costado tanto llegar que hubiera sido una pena tirarlo todo. Logré salir adelante porque para ser un buen futbolista hay que cuidarse a lo largo de toda la semana y comportarse un buen profesional."

James Rodríguez, Radamel Falcao, Jackson Martínez y Teófilo Gutiérrez también son evangélicos y acostumbran a rezar juntos en el vestuario, antes de los partidos.

El equipo colombiano habitual también tiene varios católicos muy devotos, como Carlos Valdés, Abel Aguilar, Adrián Ramos y Fredy Guarín, aunque los tres últimos se han perdido esta Copa América debido a lesiones.

Los católicos suelen ser más discretos con las manifestaciones exteriores de su fe; es por eso que su presencia no se nota tanto como la de los evangélicos.

De cualquier modo salta a la vista el contraste entre las caras más conocidas de este equipo colombiano, casi todas identificables por su religiosidad, y los personajes más conocidos del famoso equipo del 5-0 a Argentina, que eran un poco más… mundanos, digamos, pensando en las aventuras del Tino Asprilla.

Nicolás Congote Gutiérrez, en un artículo en El Tiempo colombiano, dice que el equipo de Francisco Maturana pertenecía a una época "marcada por una pluralidad regional, en la que resaltaban costumbres, acentos y manifestaciones culturales, y que representaba la identidad en esa época, [mientras que] hoy es la fe la que ocupa ese espacio."

Y cita a Jairo Clavijo, profesor de Antropología de la Universidad Javeriana, para quien el equipo de Asprilla, Valderrama, Rincón y el Tren Valencia se caracterizaba por "la heterogeneidad de su procedencia", mientras que el de hoy "recoge una nueva pluralidad, que en este caso no es regional y no es de extrañarse que sea la religión, pues el país se ha pluralizado en ese aspecto".

Esa "pluralización" se debe a la creciente vigencia de las iglesias protestantes en la región, que tienen históricamente una relación más estrecha con las prácticas deportivas que la demostrada por la Iglesia Católica, aunque en este sentido cabe recordar que el San Lorenzo del papa Francisco nació con la participación activa de un sacerdote que alentaba la práctica del fútbol.

Pero las iglesias protestantes que desde Inglaterra pasaron a Estados Unidos, se caracterizaron por un interés marcado en el deporte entre la juventud.

Las escuelas recogieron esta inquietud y colaboraron en el desarrollo de lo que se dio en llamar "cristianismo muscular", la creencia en que el deporte era importante en la formación del carácter de los jóvenes, además de ser una barrera a la masturbación, una obsesión de los educadores de la época.

Este "cristianismo muscular" fue recogido en Estados Unidos por las iglesias protestantes en el siglo XIX y paulatinamente por colegios y universidades.

Y ahora encontramos la versión siglo XXI de ese fenómeno social y religioso: jóvenes que no sólo proclaman su fe en Dios, sino que atribuyen a la intervención divina el desarrollo de su talento y el resultado deportivo.

Esto puede resultar discutible para gente de otra fe, incluso otros cristianos, que prefieren destacar la importancia del espíritu individual de sacrificio.

Muchos de ellos, así como los agnósticos, para no hablar de los ateos, dirán que Dios no juega al fútbol ni tiene nada que ver con actos poco recomendables de ciertos feligreses. Un par de ejemplos recientes:

•    El pelotazo de Neymar a Armero, su amago de cabezazo a Murillo y sus insultos al árbitro son obras muy humanas, indignas de quien festejó el título de la Champions League colocándose una vincha con la leyenda "100% Jesus".

(Esto fastidió a más de uno, ya que, como dicen los actores, Neymar "robó la escena": todos los ojos estuvieron concentrados en el hombre con la vincha.)

•    El violento empujón de Carlos Bacca al bueno de Neymar, en la misma ocasión, que puede clasificarse como agresión.

Y aquí se plantea el antiguo dilema que desconcierta a los no religiosos, que en el fútbol son muchos: ¿cómo es que Dios es responsable de lo bueno pero no tiene nada que ver con los actos malos de los creyentes?

En cualquier texto de ética se puede aprender que la responsabilidad moral de los actos es de los seres humanos.

En cuanto al origen divino del trámite y los resultados de partidos de fútbol sólo cabe negarlo o consultar a las autoridades religiosas, si uno es creyente.

Al Papa, por ejemplo. Que casualmente es un argentino aficionado al fútbol.