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En la Copa Libertadores, Wílder Medina dio la clasificación a cuartos de final a Santa Fe, que ahora enfrentará a Real Garcilaso de Perú. | Foto: Guillermo Torres

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La redención de Wílder Medina

Estuvo en el precipicio por la drogadicción. Aprovechó la segunda oportunidad que le dio Santa Fe y hoy es héroe.

Camilo Rueda Navarro, periodista de Semana.com
21 de mayo de 2013

El duro mundo de las pandillas y las drogas marcó su pasado. El delantero Wílder Medina, hoy figura de Independiente Santa Fe, es el mejor ejemplo de que las segundas oportunidades se deben aprovechar. Luego de sobrevivir a la guerra entre pandillas y de sobreponerse de su adicción a las drogas, hoy sobresale en el fútbol continental.
 
Nacido en Puerto Nare (Antioquia) en 1981, Wílder soñaba de niño con ser futbolista. Con 14 años ya jugaba en la selección municipal, con la que llegó a ser goleador de un torneo departamental. Por la misma época probó por primera vez la marihuana.
 
Cuando tenía 16 años se trasladó a Rionegro con su mamá y sus seis hermanos. Un puesto de frutas frente al hospital municipal era el sustento de la familia. Wílder empezó entonces su carrera como futbolista profesional al servicio del Deportivo Rionegro de la segunda división. Pero también empezó una vida alterna al vincularse a una pandilla que robaba y vendía droga. Con el tiempo llegó a ser su jefe.
 
“Redondeaba” su escaso sueldo con la plata que ganaba con robos a mano armada, mientras su consumo de marihuana se iba haciendo más frecuente. En su casa encaletaba armas, motos y droga. Muchos de sus amigos cayeron muertos, por lo que Wílder se fue del barrio y se concentró en el fútbol.
 
En el 2004 fue contratado por el Atlético Huila, y al año siguiente jugó con el Envigado. Con el Patriotas de Tunja, entonces en la primera B, jugó dos temporadas y llegó a ser goleador del torneo finalización 2007. Su destacado rendimiento le valió la transferencia al Deportes Tolima. Pero su consumo de marihuana continuó.
 
Con el cuadro de Ibagué se dio a conocer con sus goles, no sólo en el torneo local, sino en la Copa Suramericana, hasta que dio positivo en un control antidoping de la Conmebol en noviembre del 2010. Medina negó todo y siguió compitiendo. Su equipo llegó a los cuadrangulares del torneo local y Tolima se disputaba el paso a la final ante Santa Fe. Ahí empezó la historia de amor y odio con el cuadro cardenal.
 
A Santa Fe le bastaba un empate para clasificar ante su público. El cero-cero estaba listo, pero en el último minuto Wílder tomó el balón y con un fuerte remate de izquierda anotó. El “Campinazo”, como fue bautizado el golpe, dejó eliminados y heridos a los cardenales, y a Wílder Medina como su verdugo.
 
Al año siguiente volvieron a aparecer los positivos por doping. Uno de ellos en un nuevo partido ante Santa Fe en el que volvió a anotar en el final del partido. Pagó una suspensión de un año, y en el 2012 volvió a jugar y a anotar. Pero el jugador recayó y fue despedido del Tolima luego de un control interno.
 
César Pastrana, presidente de Santa Fe que ya pensaba en la Copa Libertadores luego de ganar la séptima estrella, pensó en el delantero y, en una arriesgada apuesta, lo contrató. Wílder pasó por un estricto proceso de recuperación y en enero volvió al fútbol y a la vida.
 
Con el rojo de Bogotá ganó su primer título: la Superliga de campeones. Y en el torneo local volvió a su condición de goleador. Hoy encabeza la tabla de anotadores, con 11 tantos. Por si fuera poco, en la Copa Libertadores ha anotado en dos ocasiones, una de ellas ante el poderoso Gremio de Brasil, gol que celebró con lágrimas y que dio la clasificación a cuartos de final.
 
Hoy el nombre del jugador es coreado por los hinchas de Santa Fe que en el pasado lo repudiaban. La apuesta de Pastrana funcionó y el fútbol colombiano recuperó a uno de sus goleadores.