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Jugadores del Barcelona entrenan horas antes del compromiso frente al Manchester United este sábado, para jugar el partido final de la Liga de Campeones de la UEFA. | Foto: AP/Matt Dunham

FÚTBOL INTERNACIONAL

Liga de Campeones: el reto de silenciar la sinfonía del Barcelona

Wembley será este sábado el escenario de uno de los conciertos de fútbol más esperados de los últimos años. Barcelona y Manchester United serán los intérpretes en la final del que es considerado el mejor torneo de clubes en el mundo, la Liga de Campeones.

Alianza BBC
JM Pinochet
28 de mayo de 2011

La última vez que estos actores compartieron escena fue en Roma, en 2009. Esa noche el conjunto catalán opacó al inglés, ganó 2-0 y ofreció una exhibición en el arte de mover el balón.
 
El recuerdo de lo ocurrido en el estadio olímpico de la capital italiana permanece vivo en la retina de los aficionados y en el alma de Sir Alex Ferguson, el técnico del Manchester United, quien comentó tras el partido que sabía cuáles habían sido los errores y prometió que nunca volverían a ocurrir.
 
Ahora tiene la obligación de cumplir, pero cómo hacerlo ante un equipo que, como él mismo dijo durante los ensayos previos al concierto en Wembley, había mejorado en los últimos dos años, ejecutando hasta la perfección la partitura marcada por el entrenador del club catalán Pep Guardiola.
 
La orquesta de Barcelona
 
La afirmación de Ferguson se sustenta en un elemento tangible, como son las estadísticas de posesión, remates, goles, puntos, balance de victorias y derrotas y títulos conseguidos que acumula el Barcelona desde 2009. Pero también está el factor emocional, el que surge cuando la ocasión lo requiere.
 
Tal vez el mejor partido del Barcelona en la era de Guardiola fue la victoria 5-0 sobre el Real Madrid del técnico portugués José Mourinho. Barcelona tuvo más del 60% del tiempo la pelota, remató 15 veces contra la portería de Iker Casillas y completó el doble de pases (684) que su rival. Pero lo más significativo es cómo se deshizo de la presión a la que fue sometido, moviendo el balón con tal soltura y rapidez que parecía una sinfonía de fútbol.
 
Juan Carlos Jaramillo, especialista de música clásica de la BBC y amante del fútbol, lo compara con la Filarmónica de Berlín, considerada entre las mejores, sino la mejor del mundo.
 
"Sus músicos son individualmente tan buenos que son como solistas, es como juntar a los mejores de cada instrumento", explica Jaramillo, "pero en el buen sentido. Ellos son tan buenos, cumplen con su labor tan bien, que destaca el conjunto, que al fin de cuenta es lo que importa".
 
Para Jaramillo, lo que ocurrió en el Camp Nou es algo que también suele ocurrir en los conciertos de cámara o cualquier otra expresión musical.
 
"Lo que sucede con las orquestas cuando interpretan algo en vivo es que hay una química, una energía, que surge en el momento de la ejecución con la cual se retroalimentan los unos a los otros. Si los violines o las cuerdas están tocando magníficamente y después viene un pasaje a cargo de los vientos, ellos asumen el reto para dar lo mejor de sí. Sirve de inspiración".
 
Pero también puede ocurrir lo contrario. La partitura que exige Guardiola es tan compleja –presión a la salida del equipo contrario, recuperar el balón lo antes posible, no perderlo- que nunca antes un equipo había logrado las estadísticas de posesión que el Barcelona ha alcanzado esta temporada.
 
La labor del director de orquesta es conjugar todo en beneficio de la partitura. Pero en el momento en que un elemento falla, la ejecución del conjunto se resiente.
 
Pequeños detalles
 
Cuando Guardiola justificó la derrota frente al modesto Hércules al comienzo de la temporada, un conjunto que hace una semana descendió de categoría, dijo que a su equipo le faltó "ritmo, intensidad y fluidez".
 
Sin esos tres elementos la composición del Barcelona no resulta tan efectiva.
 
No fue la primera vez que, con el bajo desempeño de algunos de sus intérpretes, el conjunto catalán perdió las notas.
 
Le ocurrió contra el Arsenal, en los octavos de final de la Liga de Campeones. Dominó los dos juegos, pero un error de su portero Valdés, en Londres, le abrió el camino de la remontada al conjunto inglés. Incluso pudo quedar fuera del torneo, pero Bendtner falló en la definición.
 
Barcelona no es invensible y a un solo partido es más accesible. Perdió la Copa del Rey contra el Real Madrid, el mismo equipo al cual había goleado en la Liga y después eliminó de la Champions.
 
El Madrid jugó bien una parte, presionando el balón, el instrumento que mejor sabe usar el Barcelona. Pero en la segunda, cuando Iniesta se despegó de la banda para juntarse con Xavi, el conjunto catalán ofreció un gran recital. Pero Casillas evitó el gol y el Madrid sentenció en tiempo suplementario.
 
Manchester United sabe que puede silenciar la sinfonía azulgrana. Ferguson y sus aficionados están seguros que cuentan con las herramientas necesarias para interrumpir el ritmo, la intensidad y la fluidez de su juego.
 
En la cancha tendrán la potencia del ecuatoriano Antonio Valencia, la sabiduría de Ryan Giggs, el genio de Wayne Rooney, la picardía del mexicano Javier "Chicharito" Hernández y el correcaminos coreano Park Jing Sung. Pero, sobre todo, estará el deseo de no volver a presenciar el concierto del que fueron testigos en primera fila hace dos años en Roma.
 
Cada uno de ellos deberá ejecutar a la perfección su parte para superar a una orquesta que desde la perspectiva de los grandes compositores clásicos, como resume Juan Carlos Jaramillo, "cuando le suena la flauta, tiene la precisión de Mozart, la contundencia de Beethoven, la pasión de Wagner, el lirismo de Verdi, la picardía de Rossini y, finalmente, transporta a sus seguidores al cielo, como Bach".
 
Sea con el virtuosismo del Barcelona o con el pragmatismo del Machester United lo único que queda por hacer es entregarse a la melodía de tan fantástico concierto visual.