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LLEGO LA HORA

Los resultados del Tourde Francia obligan a enfrentar el problema de la profesionalización del ciclismo

29 de agosto de 1983

Una enorme bandera colombiana de 15 metros estaba esperando, en los Campos Elíseos, a los 5 escarabajos que terminaron la prueba más importante del ciclismo mundial.
Con un fondo de música colombiana que convirtió en fiesta el epílogo del Tour de Francia, los corredores regalaron sus camisetas a la colonia colombiana en París. Atrás quedaban los 3.905 kilometros de lo que alguien llamó con muy buen criterio "la aventura" .
Fracaso, hazaña, actuación decorosa, discreta presentación..., todo sirve para describir la actuación del equipo nacional en las carreteras francesas.
Sin embargo, los balances, desde aquellos que hablan de "victoria moral", hasta aquellos más despiadadamente críticos, deberían encaminarse en la dirección de un análisis sobre el futuro del ciclismo en Colombia. El Tour de Francia ha sido la primera experiencia del ciclismo colombiano que lo ha puesto frente a frente con la realidad del profesionalismo. El futuro de este deporte depende de decisiones de fondo y no de los minutos que le fueron robados a Patrocinio por la mala suerte y la imprevisión.
MAS QUE SUERTE
Una de las verdades que destapó el Tour de Francia fue la falta de técnica de los colombianos en muchos aspectos. Si bien los ciclistas estuvieron bien en los ascensos, en los demás terrenos se perdió lo realizado en la montaña.
Porque también es necesario saber descender, correr en los grupos, trabajar estrategias en los tramos contra el reloj. Los mismos ciclistas han reconocido que deben aprender a manejar con más eficacia la bicicleta.
Un trabajo en equipo que hizo evidentes serias fallas y el viento, se confabularon contra los colombianos. No sólo se pueden atribuir los resultados a un factor de suerte, aunque la mala suerte de Simón van der Velde o Laurent, quienes se accidentaron y se retiraron estando mejor colocados que los colombianos, contribuyó un poco en la ubicación final de los corredores nacionales. Sin duda alguna, la montaña siendo su gran aliado. Y si bien aquel que sube mal no puede aspirar a ganar el Tour, como le ocurrió a Sean Kelly en el 83, tampoco es garantía comportarse bien en los ascensos, como lo demostraron los colombianos o Van Impe, quien perdió el Tour por hacer el esfuerzo de ganarse los premios de montaña.
Otro aspecto que aparentemente estaba estaba bajo control fue el de la preparación. Sin embargo, en el transcurso de las duras etapas, se fue descubriendo que los escarabajos jamás habían rodado más de 200 kilómetros en un entrenamiento, y que aquellos que venían saturados con demasiadas pruebas corridas iban disminuyendo la calidad de su desempeño con el paso de los días.
La alimentación fue un continuo dolor de cabeza. Las enfermedades estomacales se turnaron de un ciclista a otro y no se contó con una dieta adecuada al metabolismo y las condiciones de los corredores colombianos. Más de un especialista se ha preguntado con cuáles criterios se seleccionó el equipo y ha destacado el insólito caso de Julio Alberto Rubiano, un ciclista de grandes cualidades que no venía muy bien y que acabó retirándose a causa de una lesión que le aquejaba "desde la clásica de Itaguí", como lo afirmara Cochise Rodríguez.
Por último, tras el robo de dos bicicletas de la delegación colombiana, las declaraciones de los dos ciclistas afectados dieron a entender que en ella había personas con funciones no muy claras.
Todo lo anterior pone en tela de juicio el papel de los técnicos y dirigentes. Estos errores, unidos a los ya conocidos del abandono de Patrocinio en la etapa de Alpe D'Huez a Morzine, la desidia del masajista que se negó a atender a Corredor y la pugna interna entre los técnicos arrojan la conclusión de que el aprendizaje también lo deben realizar técnicos y directivos.
PASO DE ANIMAL GRANDE
No obstante los aspectos negativos señalados, es indudable que "la gran aventura" ha sido la empresa más importante de la historia del ciclismo colombiano, que ha dado un salto gigantesco en este campo y que ya no puede ser calificado como sorprendente o folklórico. En Europa se logró afianzar el prestigio que pacientemente y de manera individual fueron sembrando los autores de pasadas hazañas. Lo escrito por Cochise y Flórez en Europa y por algunos otros en diversas pruebas internacionales, se complementó con los momentos lúcidos del paso por los Pirineos, del ascenso al Puy de Dome y del gran trabajo realizado en los Alpes. Así lo demostraron no sólo las elogiosas opiniones de serios periodistas, sino también el silencio de Hinault, Zoetemelk y tantos otros que presagiaron una debate mayúscula, y las propuestas que han recibido los ciclistas colombianos para vincularse a equipos profesionales del Viejo Continente.
VARIOS CAMINOS
De aquí se desprenden importantes decisiones sobre el camino que debe seguir el ciclismo de Colombia. La alternativa está planteada entre darle la espalda a la experiencia del Tour de Francia, para seguir confiando en las hazañas heróicas que se producen en medio del desorden y la imprevisión, o reestructurar a fondo este deporte, con el fin de hacerlo competitivo a nivel internacional, teniendo como mira la consagración en olimpiadas o en pruebas como el Giro de Italia o el Tour de Francia.
La decisión más importante es en torno al ciclismo profesional. Existen varias posibilidades: mandar aficionados a Europa para que sean enganchados por equipos de marca, crear un equipo profesional colombiano que corra la temporada europea o trabajar con amateurs regidos por la disciplina de los profesionales, para lograr mejores resultados en pruebas open. En este momento hay muchas inquietudes planteadas y mil preguntas por responder en este campo, porque no es posible que la participación en el Tour de Francia pase a la historia del ciclismo colombiano como una anécdota más, donde el coraje y la suerte jugaron su papel. Ganar y perder al azar como en el Táchira o Colorado, vencer en Centroamérica y el Caribe y conquistar algunas medallas en los Juegos Panamericanos se puede lograr recolectando lo que en Colombia se da silvestre: héroes que surgen individualmente y a pesar de inmensos obstáculos, hazañas que se cumplen a pesar de la improvisación y el desorden.
Ganar o perder en las grandes pruebas profesionales requiere de decisiones institucionales, de menos épica y más realismo, de menos folklor y más aprendizaje, más fogueo internacional, una reestructuración de fondo. El triunfo del sacrificio no puede seguir calificando las posiciones buenas o malas que ocupan los colombianos en las competencias ciclísticas.-