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Lo bueno, lo malo y lo feo del Mundial

Por José Antonio Diego (Sudáfrica / EFE)

11 de julio de 2010

 
España dejó atrás, con su victoria sobre Holanda, ochenta años de frustraciones para convertirse en el octavo socio del Club de los Campeones en el Mundial más ruidoso de la historia, que ha puesto a Europa por delante de Sudamérica en número de títulos y ha registrado el índice de goles más bajo desde Italia'90 (2,29).

Las lágrimas que al final del partido inundaron el rostro del capitán Iker Casillas reflejaron la emoción de todo un país que durante un mes vivió pendiente de su selección hasta contemplar el éxito más resonante del deporte español, que había hollado todas las cimas con la única excepción de la Copa del Mundo de fútbol.

Ni grandes combates, ni significativas novedades técnicas, ni jugadores propulsados a la gloria por sus genialidades, ni grandes infraestructuras. El verdadero legado de Sudáfrica 2010 será el instrumento más apreciado por los otorrinos como fuente de ingresos, la vuvuzela, cuyo zumbido fue una constante amenaza para la capacidad auditiva de los aficionados.

Las maletas del medio millón de visitantes que tuvo el Mundial regresaron a casa con la ubicua trompeta, ya fuera de una pieza o en su versión articulada. Si México inventó la ola en 1986, Sudáfrica ha dado al mundo la vuvuzela.

El primer Mundial africano se ha cerrado, contra la opinión predominante antes de que echara a rodar el 11 de junio, sin más incidentes que los anecdóticos y con la tercera mayor afluencia de la historia a los estadios, por encima de los tres millones en los 64 encuentros, cifras sólo superadas en Estados Unidos'94 y Alemania 2006.

Con una media mediocre de 2,29 goles por partido, y eso que Portugal le endosó siete a Corea del Norte, el Mundial de Sudáfrica ha rebajado el espectáculo ofensivo en favor de un criterio "resultadista".

Argentina y Holanda, los únicos que ganaron sus tres partidos, despertaron admiración en la primera fase, pero sólo la selección "Oranje" mantuvo su impecable trayectoria victoriosa en su camino hacia la final. En la fase del K.O. dejó fuera a Esovaquia, Brasil y Uruguay.

El equipo de Maradona, que contaba en sus filas con el jugador FIFA y el Balón de Oro del 2009, Leo Messi, cayó con estrépito ante Alemania en cuartos (4-0), y Brasil, eterno favorito, se fue a casa en la misma fase contra Holanda (2-1), poniendo fin a un proyecto Dunga pensado para ganar sin concesiones al "jogo bonito".

Alemania, con el tercer equipo más joven de los 32, dejó una gran impresión hasta que se topó con España en semifinales, en tanto que la Roja tuvo que sobreponerse a su derrota inicial contra Suiza para ir reconstruyendo su confianza de campeona de Europa a medida que iba ganando peldaños hacia la primera final de su historia.

Messi no estuvo solo en su desconsuelo. El portugués Cristiano Ronaldo, que secundó al argentino tanto en el Balón de Oro como en la lista FIFA del año, se fue a casa en octavos, frente a España, después de haber marcado un solo gol, y dentro de la goleada a la modesta Corea del Norte.

Paul, el pulpo alemán que adivinó toda la trayectoria de Alemania en el Mundial y por el que se llegó a ofrecer 30.000 euros, tuvo más presencia mediática que Messi y Ronaldo juntos.

El cefalópodo fue el verdadero Balón de Oro del Mundial sudafricano, por delante en atención mediática de jugadores como David Villa y Wesley Sneijder, de figuras tan menudas como la de Leo Messi pero mucho más eficaces que el argentino frente al marco en este torneo.

La guerra de continentes parecía decantada del lado sudamericano hasta cuartos de final. Por primera vez en la historia Europa, con Alemania, España y Holanda, estaba en desventaja frente a Sudamérica, que alineaba a la mitad de los supervivientes (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), pero la antepenúltima ronda resultó un desastre para la CONMEBOL.

Brasil, Argentina y Paraguay emprendieron la retirada al contacto letal con Holanda, Alemania y España, dejando solo a Uruguay para dirimir las semifinales frente a las tres potencias europeas, que avanzaron con paso firme a la ronda de cuatro, en la que Holanda despidió a Uruguay (3-2) y España a Alemania (1-0).

Con el título asegurado, Europa adelantaba a Sudamérica (10-9) en el recuento general de Copas.

África no estuvo a la altura de su primer Mundial. Frente a la pujanza que exhibieron Camerún, Costa de Marfil, Senegal, Argelia o Ghana hace veinte años, sólo este último equipo sobrevivió a la fase de grupos, hasta caer en cuartos por penaltis frente a Uruguay después de fallar una pena máxima en el último segundo de la prórroga.

La polémica arbitral condujo en Sudáfrica a un hecho insólito. El presidente de la FIFA, Joseph Blatter, tuvo que pedir perdón a México y a Inglaterra por los errores garrafales de dos árbitros: el uruguayo Jorge Larrionda, que negó un gol a Frank Lampard contra Alemania, y el italiano Roberto Rosetti, que concedió un gol del argentino Carlos Tevez en aparatoso fuera de juego contra México.

Contra su tenaz oposición anterior, Blatter tuvo, además, que declarar reabierto el debate sobre la introducción de nuevas tecnologías en el arbitraje para evitar situaciones ridículas como el gol de Lampard.

Sudáfrica 2010 fue un Mundial sin grandes masas de aficionados en las calles, como lo fue el anterior y como lo será, con toda seguridad, el siguiente, Brasil 2014, pero al menos salió airoso ante el reto que suponía mantener la seguridad en un país con un índice de 50 asesinato diarios.

El espectáculo de masas, el ambiente grandioso del Mundial en las calles, regresara a la Copa del Mundo dentro de cuatro años en Brasil, el país que hizo del fútbol una religión.