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Los aficionados mexicanos celebran el empate de su selección frente a Brasil en Fortaleza. | Foto: AP

BRASIL 2014

¡México lindo y qué corazón!

El equipo mexicano le sacó un empate importantísimo a Brasil, en sus aspiraciones por clasificar a octavos de final.

Andrés Osorio
17 de junio de 2014

El encuentro inició con una postal para la posteridad. La hinchada brasilera entonando al unísono su himno nacional llenó el ambiente de emotividad, contagiando a los jugadores de la “verde amarella”, tanto así, que Neymar no pudo contener las lágrimas. Por su parte “la tri”, como es conocido el equipo mexicano, también le puso el corazón a los actos protocolarios y junto a sus aficionados hicieron rugir el estadio Castelao de Fortaleza.

México arrancó con todo. A los 2 minutos ya habían metido un centro peligroso al área, que terminó en saque de puerta para el arquero brasilero Julio César. La jugada hizo que Thiago Silva llamara la atención de sus compañeros de la zona defensiva. Cuatro minutos más tarde, los locales lograron conseguir un tiro libre a su favor que no representó mayor riesgo para la portería mexicana.

El partido se volvió lento, y aunque Brasil quería romper la defensa “manita”, los balones filtrados en dirección de Fred terminaron casi siempre en fuera de lugar. México aumentó su confianza e inicio un ataque por la banda izquierda, comandado por Guardado, uno de los mejores del partido. Los mexicanos, dirigidos por Miguel Herrera, empezaron a arriesgarse. Sabían que era posible tocarle la cara a los de Scolari. Adelantaron su línea ofensiva y se acercaba al arco de Julio César.

A los 20 minutos Neymar conectó un cabezazo al palo izquierdo de Ochoa. El mexicano estiro todo el cuerpo, y con su mano derecha ahogó el grito de gol brasilero. Vinieron después un par de acercamientos mexicanos al área rival, que terminaron en el saque de meta. Segundos antes del ocaso del primer periodo Ramires cometió falta sobre Aguilar, lo que se tradujo en un tiro libre para México que no representó nada más que una estadística.

Después de ir a las duchas, ambos equipos entraron a buscar el resultado. Brasil con la obligación de consolidar su perfil de favorito, y México con la grandeza que siempre termina sacando en los Mundiales. Muchas faltas en la mitad de la cancha por parte de las dos escuadras. El juego se cortaba con frecuencia.

A los 49, Bernard, quien reemplazó a Ramires, metió un centro al área mexicana que los defensas despejaron inmediatamente. Cero a cero el compromiso. Brasil se acerca al arco de Ochoa. Sin embargo, sus intenciones no se concretan en el primer gol. Exceso de pelotazos, balones perdidos y pelotas mal recibidas hicieron que la torcida brasilera pasara de la euforia al desespero.

La ansiedad se sintió en el terreno de juego. El público estaba ante un Brasil que se complicaba atrás, que recurría a faltas constantes, y con un juego lejos de ser el característico fútbol vistoso al que están acostumbrados. México, mientras tanto, era puro corazón. Parecía que con el paso de los minutos se fortalecía mentalmente, y su fútbol daba cuenta de ello. Los de Herrera alcanzaron a rematar en tres ocasiones al arco de Julio César. El portero brasilero se veía descompuesto y llamando la atención a los defensores centrales que dejaron que los mexicanos dispararan de todas partes.

Neymar y Óscar, invitados a ser los creativos del equipo, no aparecían salvo contadas jugadas aisladas que terminaron con despejes mexicanos. Brasil parecía extrañar a jugadores como Ronaldinho y Kaká, que quedaron excluidos de los 23 de Scolari. Los ataques de la “canarinha” eran desordenados, lo que dejaba al equipo mal parado atrás y ofreciéndole espacios a México.

Ochoa atajó un remate tras otro. Al igual que en el primer tiempo, el mexicano fue gigante en Fortaleza. Su compañero Guardado, entre tanto, organizaba el medio campo y generaba por izquierda las jugadas más peligrosas a favor de los “manitos”. A segundos del final, Jiménez que venía de la banca mexicana, sacó un disparó fortísimo para lucimiento de Julio César, quien salvó a Brasil de lo que pudo haberse convertido en una derrota.

Con los 90 minutos cumplidos, los hinchas de la “verde amarella” se miraban entre sí como intentando explicarse el pobre rendimiento de su seleccionado. Mientras tanto, los “chapulines”, personajes de lucha libre y marichis celebraron a rabiar por un empate que pone a México a muy poco de clasificar, por tercera vez consecutiva, a los octavos de final de un Mundial de fútbol.

Queda mucho por jugar. Sin embargo, si Brasil quiere llegar al Maracaná el 13 de julio deberá imprimirle a su estilo no solo más fútbol, sino también mucho corazón, el mismo que le sobró a México esta tarde en el Castelao.

Comentario Eduardo Arias:

Hay cero a ceros de cero a ceros

Ayer padecimos el 0 a 0 entre Nigeria e Irán. Hoy gozamos el 0 a 0 entre Brasil y México, un partido cargado de dramatismo de principio a fin. Sí, es cierto, lo de Brasil fue pobre, sin imaginación. A juzgar por la nómina del equipo de casa (Neymar y diez más), todo indica quie entre un Alfa Romeo y un Caterpillar el técnico Scolari escoge la aplanadora o la motoniveladora y no el carro deportivo.
Aún aspí, Brasil lo intentó, México también, y en medio de tantas jugadas en ambos arcos se destacó la figura del arquero mexicano Guillermo Ochoa, sin duda la gran figura del partido y quiena esta hora con seguridad ya ha sido declarado héroe nacional. Bien por México y Brasil, que hoy mostraron -más allá de sus limitaciones- que el gol no es indispensable para que un partido de fútbol sea memorable.