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MISION CUMPLIDA

Llegando a octavos de final el fútbol colombiano mostró su nueva cara.

23 de julio de 1990

En el fútbol gana el más hábil y pierde el que cometa los errores. Eso fue lo que ocurrió el pasado sábado 23 En Nápoles, cuando Colombia enfrentó a la selección de Camerún en los octavos de final de Italia-90. Los partidos hay que jugarlos, hay que ganarlos y hay que demostrar lo que se tiene. Eso fue lo que le faltó a Colombia y lo que le costó una derrota 2-1, en tiempo extra.

Al comenzar el encuentro, el técnico Francisco Maturana había dicho que prefería enfrentar a Italia en la segunda ronda del campeonato que a Camerún, porque quedó demostrado que los colombianos se crecen ante los rivales grandes, y dan ventajas a los equipos considerados chicos. Al iniciar el partido, la selección Colombia tuvo algunos destellos de buen juego, se arrimó al arco de N'Kono y en ocasiones puso en aprietos a la defensa rival. Pero los africanos, que en un comienzo no hicieron jugadas de peligro para el arco de Higuita, mostraron mas garra, más ánimo y más estado físico que los colombianos.

El primer tiempo se cerró con un empate a ceros, sin grandes jugadas y sin que ninguno de los equipos en contienda convenciera. En la segunda etapa las cosas siguieron iguales. Para el segundo tiempo, Maturana sacó a Fajardo e incluyó a Iguarán con la intención de buscar mejor toque de balón en el medio del campo y, a la vez, más oportundidad en el ataque. Minutos más tarde, hizo su segundo cambio, de Arnoldo Iguarán por "Barrabás" Gómez, quien se ganó una tarjeta amarilla y estaba en capilla para salir expulsado. Pero el técnico de Camerún también tenía su as en la manga y metió a Roger Milla, un veterano de mil guerras que a sus 38 años abandonó su retiro para reforzar al equipo africano. Lo cierto es que ese fue el cambio clave para el encuentro. Durante el segundo tiempo los defensas nacionales controlaron con acierto a los africanos, pero no lograron perforar la buena zaga rival y, en especial, al arquero que estuvo seguro en todos los lances que le tocó afrontar.

La parte final del segundo tiempo se cerró con un Camerún mejor parado en el terreno de juego, y con una selección nacional sin argumentos para romper la barrera que el contrario impuso desde el medio del campo. Cuando el árbitro decretó la culminación de los 90 minutos reglamentarios, con el corazón en la boca los colombianos esperaron la media hora de alargue, pues estaba claro que los hombres de Maturana no tenían los arrestos suficientes para jugar a pleno ritmo lo que faltaba. Los primeros 15 minutos extras se jugaron en la misma tónica del segundo tiempo. Colombia quería armarse en la mitad de la cancha, pero los africanos se encargaron de destruir cualquier intento. En los 15 minutos finales estaba la clave del encuentro. Un solo gol definía el encuentro. Y, en caso de continuar el empate, las cosas se definirían por tiros desde el punto de penalty, una verdadera lotería si se tiene en cuenta que tanto Higuita como N'Kono son expertos en la materia.

Pero un error en la zona encargada Perea y a Herrera permitió que e viejo Milla se colara por entre lo dos defensas y con un certero disparo batiera a Higuita, que no tuvo nada que ver en la anotación. Y dos minutos más tarde, en una desafortunada salida hasta la mitad del campo, cuando quiso eludir a un contrario con una jugada de taquito, de nuevo Milla fue el ecargado de robarse la bola y llegar al área chica; colombiana sin marca. Anotó sin problema. Se vinieron al piso todas las esperanzas y se cayeron los esquemas. Quedaban cuatro minutos los colombianos, en ese escaso tiempo, sacaron a relucir, en una sola jugada, todo lo que tenían. Valderrama y Redín se juntaron en el borde de área chica del rival, tocaron el balón en corto y Redín anotó el gol de descuento. En tres minutos y pico era muy difícil repetir el milagro que se dio frente a Alemania, pero había una luz de esperanza. Los africanos pararon el juego, retuvieron el balón y le quitaron ritmo a los colombianos. El juez no dio ni un segundo de descuento. El encuentro terminó con un 2-1 a favor de Camerún que, antes que un premio para los rivales, fue un castigo para los colombianos que se desconcentraron en los momentos cruciales del partido.

A pesar de la derrota en los octavos de final, es necesario afirmar que Maturana y sus muchachos cumplieron con la misión que se les encomendó. Cuando se fueron para Italia, nadie esperaba verlos campeones mundiales. Se les exigió una actuación decorosa y en eso no se equivocaron. No sólo superaron la primera ronda, sino que se distinguieron como un cuadro de buen trabajo técnico y táctico. No fueron presa fácil para los rivales y, por el contrario, complicaron a todos los contrincantes que debieron enfrentarlos. La selección Colombia dejó en alto el nombre deportivo del país con un juego vistoso, de buen trato del balón, dinámico y abierto.

Lo cierto del caso es que se perdió el partido que, en el papel, parecía más fácil. La Selección nacional se crece ante los grandes rivales y se enreda ante los pequeños. Pero nada de eso puede empañar la buena presentación nuestra. Colombia quedó entre los 16 mejores cuadros del mundo y mostró que los éxitos de los años recientes a nivel continental no son cosa de suerte. Para los muchachos de Maturana, pasar a los octavos de final era más que un triunfo. Tras 28 años de no asistir a una Copa Mundo, lo importante era no hacer el ridículo y mostrarse como un rival de altura. Y ese cometido se cumplió. La Selección nacional superó a conjuntos de la jerarquía de Austria y de la URSS, en lo que a resultados se refiere, con un juego que encendió las tribunas y mostró lo que es el fútbol bien jugado.

Y, más allá del aspecto deportivo, es necesario recalcar que, por primera vez en mucho tiempo, se habló de Colombia en la prensa internacional por algo diferente de la droga. Se mostró una nueva cara, gracias al deporte.

Volviendo al partido del sábado quedó claro que la Selección de Maturana tiene algunos problemas de ajuste y concentración para enfrentar a los rivales aparentemente débiles. El exceso de confianza afecta a los futbolistas colombianos que son víctimas, en esas condiciones, de falta de continuidad.

Aunque la derrota ante Camerún fue dolorosa, lo cierto del caso es que para un país que hace rato no figuraba en el plano internacional a nivel de selecciones, los resultados en Italia-90 son buenos y abren un camino. La Federación Colombiana de Fútbol tiene en sus manos la decisión de capitalizar esa experiencia y sacar frutos de un proceso que lleva casi cuatro años. Por eso, es importante que Francisco Maturana siga al frente del equipo. El, como nadie lo había hecho antes, logró entender la mentalidad del jugador criollo y armar un esquema que se adaptara a esas características. Maturana ensambló el mejor equipo en la historia futbolística del país y le dio identidad al fútbol nacional. Pese a la derrota frente a Camerún, todo lo ocurrido en estos meses es ganancia para el fútbol nacional y un solo resultado adverso no puede desclasificar el trabajo de tanto tiempo. Así mismo, el error que cometió Higuita y que le costó el segundo gol en contra frente a Camerún, no es motivo para rasgarse las vestiduras. En los otros goles que le marcaron a Colombia en la Copa Mundo, René no tuvo ninguna culpa. Es más, muchas de las victorias colombianas se lograron gracias al empuje de René quien en los momentos mas difíciles animó a sus compañeros para sacar la nave a flote. Mientras tanto, otros arqueros -como el argentino Pumpido- con errores peores fueron los culpables de las caídas de sus oncenos sin que nadie se atreviera a ponerlos en tela de juicio. Lo que pasa es que Higuita, con sus locuras, con sus salidas del área, es todo un reto. Y era difícil vencerlo. Lo derrotó el que menos se creía. No hay disculpa, pero se hizo mucho más de lo que todo el mundo esperaba hace dos semanas.

Pero, a pesar de lo ocurrido el pasado sábado frente a Camerún, lo cierto del caso es que Colombia jugó su mejor partido en lo que va del mundial el pasado miércoles 20 de junio, frente a Alemania Federal.

DE INFARTO
Como de costumbre, desde el primer segundo los tanques alemanes salieron a arrollar a sus enemigos. Pero los colombianos, fieles a su estilo, se las arreglaron para manejar con pases cortos y rápidos el medio campo y, de ese forma, quitarle ritmo a los rivales. Es más, a pesar de jugar con solo un delantero, Carlos Enrique Estrada, el equipo colombiano tuvo tres claras opciones de gol frente al arco contrario. Tácticamente, no es exagerado afirmar que fue el partido mejor jugado por Colombia en los últimos años. El primer tiempo se cerró con un 0-0, con el que los colombianos sumaban tres puntos que les daban el tiquete para los octavos de final.

La tónica se mantuvo para la segunda etapa, en la que el técnico Franz Beckenbauer decidió incluir al delantero Pierre Littbarski con el fin de aprovechar su hábil manejo de balón y así lograr abrir la zaga nacional. Y es que al técnico alemán, a pesar de estar clasificado, no le llamaba para nada la atención un empate con un equipo que para muchos estaba entre el grupo de los chicos. La consigna pues era ganar y, de paso, ratificar su apelativo de Pánzer. Los alemanes no tuvieron espacio para desarrollar su juego veloz. Además, aparte de que el medio campo colombiano cerró adecuadamente los espacios en la zona de creación, René Higuita se sobró en su papel de arquero líbero y cortó todos los avances del rival. Pero en el minuto 44 del segundo tiempo, cuando la clasificación estaba en el bolsillo, cuando todo el país celebraba, Voeller tomó una pelota en la media cancha colombiana, hizo el pase a la izquierda y allí se coló Littbarski, entre Perea y Herrera. Disparó fuerte al ángulo superior derecho de Higuita, quien no pudo hacer nada para evitar la anotación.

Fue la tragedia Al país se le aguó la fiesta, mientras en el estadio, con las cabezas bajas, los once colombianos siguieron el partido más por cumplir que con la esperanza de empatar. Desde el banco, Hernán Darío Gómez y Diego Barragán -los asesores de Maturana- comenzaron a alentar a sus muchachos y a decirles que todavía quedaba tiempo. La historia se repetía y quedaba en la boca ese sabor amargo de perder todo en el último minuto.

Pero los gritos de ánimo sirvieron. Cuando el árbitro ya tenía el pito en la boca para decretar el fin del encuentro, Fajardo y Valderrama se inspiraron. Fajardo al "Pibe", el "Pibe" a Fajardo, Fajardo al "Pibe", el "Pibe" al vacío para Rincón -todo un baile-. Paso largo, mirada al frente, Rincón enfrenta dentro del área. El compás abierto del arquero Illgner y el túnel de la clasificación. Una escena que se ha repetido miles de veces desde ese día y que ya no es necesario mirar: todos la saben de memoria. Minuto 47 y Colombia volvió a vivir en el fútbol. De nada valieron las fallas arbitrales, el juego recio y a veces mal intencionado de los alemanes, los gritos del impotente Franz ni los silbidos de los 50 mil aficionados que apoyaron a los europeos.

En la rueda de prensa posterior al partido, el técnico alemán reconoció que los colombianos jugaron al estilo del viejo Brasil, que manejaron los hilos del encuentro la mayor parte del tiempo y que le impusieron su ritmo a los alemanes.

SIN CONVENCER
En realidad, de acuerdo con lo expresado por la prensa internacional que no ahorró elogios para Higuita y su corte, Colombia mostró el mejor fútbol de los equipos latinoamericanos en contienda.

Una mirada a vuelo de pájaro muestra un panorama poco alentador para el fútbol del nuevo mundo, a pesar de que todos sus equipos clasificaron, menos el de Estados Unidos. Un corto resumen puede ilustrar mejor este punto:

· BRASIL. Los tricampeones participaron en uno de los grupos más fáciles, frente a Costa Rica, Escocia y Suecia. Todos sus encuentros los ganaron por la mínima diferencia - 2-1 frente a Suecia, 1-0 frente a Escocia e igual marcador frente a Costa Rica-. Aunque se clasificó como primero, el fútbol que exhibió no convenció a nadie. Al parecer, para evitar sorpresas y consciente de que en los años recientes las selecciones cariocas han sufrido por fallas en la defensa, el técnico Lazaroni sacrificó volantes de creación y pobló el medio campo con hombres de marca. Con un esquema de juego que amarra la tradicional habilidad brasileña, confía en una delantera goleadora y en el desdoble de los marcadores de punta. Pero no tiene nadie que genere ataque en el centro, que desequilibre y que surta a Careca, Romrio y Muller. Es un cuadro que se preocupa más por destruir que por crear, pero dada su jerarquía no se puede sacar del ramillete de favoritos.

· COSTA RICA. Considerado uno de los convidados de piedra, en buena parte se valió de esa condición para dar la sorpresa. Pasó como segundo en el grupo que ganó Brasil y venció a Escocia y Suecia por 2-1, y perdió 1-0 con Brasil. Con una línea defensiva bastante poblada, que juega con más garra que técnica, se dedicó a esperar a sus rivales para rematarlos en el contragolpe. Tanto en el caso de Escocia como en el de Suecia, los centroamericanos aprovecharon que sus rivales desestimaron su capacidad para contragolpear y dejaron boquetes en la defensa en su afán por buscar el gol. Así, con pelotazos largos desde su propio campo, aprovecharon la habilidad de su delantero Cayaso para definir los encuentros. Mención aparte merece el arquero Conejo quien, hasta el momento, es uno de los mejores del mundial. Lo mismo ocurre con el técnico Bora Milutinovic, pues supo parar bien a un equipo que no tiene los fundamentos técnicos de la mayoría de los 16 clasificados.

· ARGENTINA. El lunar latinoamericano en el Mundial. Como campeón actual, se esperaba que entrara pisando fuerte pero a duras penas clasificó como mejor tercero de su grupo. Comenzó con una vergonzosa derrota 1-0 frente a Camerún. Sin convencer y con un Maradona que no es ni sombra del de hace cuatro años, venció a la URSS por 2-0 y empató a un gol con Rumania. Sin poder ofensivo, con su astro sin compañía para generar buenos avances y con una defensa que da ciertas libertades, sus acciones bajaron y no parece muy probable que la gasolina le alcance para entrar en las finales. Sin embargo, al igual que Brasil, se trata de un conjunto con jerarquía y oficio que puede dar sorpresas, especialmente si Maradona despierta.

· URUGUAY. Le tocó un grupo reñido. Empató a un gol con España, cayó por 3-1 frente a Bélgica y derrotó 1-0 a Corea del Sur. Su mejor partido, curiosamente, fue el que perdió. En ese encuentro demostró que tiene buen manejo del balón, juego de conjunto y que se acerca con peligro al arco contrario. Pero se desdibujó en el encuentro frente a Corea, en el que venció con un agónico gol que le dio la clasificación. En cierta forma, también decepcionó pues el año pasado fue subcampeón de la Copa América y mostró progresos que hicieron olvidar en parte la fama de conjunto rudo y mal intencionado que se ganó en años anteriores. Ni Francescoli ni Sosa, sus dos grandes estrellas, han logrado brillar.

No es exagerado afirmar que, aparte de Colombia con su defensa en línea, su arquero líbero, su trabajo en la zona de volantes y -en general- su disposición táctica, latinoamérica no ha ofrecido nada nuevo en esta Copa Mundo. Esto contrasta con las propuestas hechas por conjuntos como Alemania e Italia, para nombrar sólo dos, que han descrestado. Alemania logró conjugar la fortaleza física y el despliegue atlético con el juego corto en el medio campo, dirigido por Matthaus, más dos hombres en punta, algo que poco se ha visto en el torneo. Por su parte, Italia parece ser el más moderno de todos. Agil, fuerte, con gran poder ofensivo, es casi fijo para pelear la final en lo que le ayuda su condición de local.

Y en todo este panorama, Colombia ocupa un puesto de honor. Catalogado uno de los pequeños, convenció con su juego limpio, con su fútbol espectáculo que recreó a los asistentes a un Mundial reñido. Fuera de Emiratos y Estados Unidos, nadie ha dado grandes ventajas y Colombia ha estado entre los grandes. Maturana y sus muchachos no sólo le han dado una esperanza al país, sino que han enseñado la otra cara de una Colombia que hacía rato no tenía motivos de orgullo para mostrar a nivel internacional